Seuda capgras

Seuda capgras

Estamos acostumbrados a oír que la vida puede ser buena y puede ser dura1, pero debemos considerar que también puede ser extraña.

Si a lo extraño le concedes un grado de aceptación estás perdido porque entonces se vuelve familiar y ya estás desarmado y atrapado2.

Un día en que habían quedado Enrique y su esposa para ver un espectáculo musical apareció otra mujer con cierto parecido3a ella y le dijo:

-Venga, vamos que llegamos tarde!

-Pero si tú no eres mi mujer -objeto Enrique.

-Es igual, vamos ya, que llegamos tarde –adujo ella, con total descaro-.

Lo dijo con tanta contundencia que llámalo debilidad de carácter, efecto sorpresa, confianza excesiva en los demás o creencia en que las cosas suceden por una buena razón, el caso es que Enrique tragó y fue a buscar el coche al garaje,

Ella, menos mal, se sentó atrás y por tanto no le incomodó abusando de una cercanía que no le pertenecía. Esperaba sus explicaciones. Ella se tomaba su tiempo, pretextando un arreglo urgente de su maquillaje4. Luego recibió una llamada en el móvil de una amiga agobiada por un asunto baladí. A continuación se puso a llorar, le dio un pañuelo por deferencia humanitaria, al enemigo ni agua, pero en ese momento solo era un misterio.

-Qué le sucede, señora? –le preguntó finalmente, conmovido-.

Resulta que la amiga dueña de una boutique le había pedido por segunda vez ayuda económica y apoyo moral, “que se ayude a si misma cambiando de actitud5, siendo menos brusca y soberbia con los clientes” le había dicho y había añadido que estaba harta de que se acordase de ella sólo cuando la necesitaba y ya estaba bien, burlarse o dejarla tirada cuando le apetecía. Vamos, una egoísta rematada.

-No cree que he hecho bien en mandarla a hacer gárgaras6? ¿Igual me he pasado?

-A veces es malo dejarse llevar por un pronto, -le contestó- aunque peor es ceder a un abuso que hará incomoda o estropeará la amistad –añadió-.

Estaban llegando al auditorio y Enrique tuvo que buscar aparcamiento.

-¿Le ha enviado mi mujer para acompañarme al concierto en su lugar? –se atrevió a preguntar.

También quería saber si su mujer era la supuesta amiga abusona, porque algo la identificaba con la descripción de la mala vendedora, pero no se atrevió

-Pagaremos cada uno lo suyo porque para ti VEO QUE SOY UNA EXTRAÑA7– avisó la Seuda8, como adelantándose a pensamientos secretos y algo tacaños que era mejor no airear en público.

Enrique pensaba: “El concierto es gratis, así que no hay nada que pagar, aunque queda muy fino decirlo” y efectivamente “NO ERES NADA MÍO” –gruñó para sus adentros-.

Es difícil aceptar cosas que se tienen que hacer sin ninguna explicación o aclaración. Por lo visto era imposible saber por qué la Seuda se empeñaba en suplir a su mujer, en preparar comidas del mediodía, comprar ropa, reuniones en el colegio de los niños, ellos, los muy traidores la habían aceptado incondicionalmente comprados con cuatro chucherías, hamburguesas con patatas fritas y helados-

Él la trataba de forma fría y distante, aunque alguna vez se conmovía si la hacía llorar por no se sabe qué cosa, sonriendo y acercándole un pañuelo. La intención era que se sintiera tan absurda siendo mal recibida y maltratada como pareja contratada a tiempo parcial que se desesperara y abandonara el trabajo de suplente y su mujer verdadera se viera obligada a volver y dar tranquilizadoras explicaciones de lo sucedido.

Ella suspiraba9por el maltrato y vacío (bulling) que recibía pero no desistía ni abandonaba su puesto y su determinación numantina de ser la Seuda contra viento y marea.

Incluso un día se tumbó con desfachatez en la cama matrimonial. Se había instalado para mayor comodidad de su oficio en el cuarto del hijo mayor alegando que se encontraba debilucho y necesitaba vigilancia por si le pasada algo y había que llamar al médico en plena noche.

Tuvo que aguantar ese descaro y empeño en usar una familiaridad impostora que él siempre atajaba con cara de disgusto o mohines de desaire y suspiros posteriores a modo de coda.

Toda esta situación le dejó muy alterado de los nervios y ella le acompañó como siempre solía al Psiquiatra . No le dejaba ni a sol ni a sombra para tranquilizarle, aunque lo que realmente hacía era ponerle todavía más tenso, como si quisiera ella hundirle bajo el pretexto de ayudarle con sonrisas y aparentes solicitudes.

La intención de Enrique era conseguir que el psiquiatra le recetara algún tranquilizante que le diera sosiego en medio del caos y le permitiera dormir por las noches, muchas veces acompañado de ella con algún pretexto peregrino.

La seuda solicitó hablar a solas con el médico, cosa que reflejaba una vez más su intromisión aparentemente consentida. Su mujer vete a saber dónde estaba, qué le ocurría, por qué se había ido, por qué no le había explicado nada de la falsa o si era todo un enredo diabólico.

>>Donde se afirma negando lo que se afirma.

Enrique se acercó a espiar a la puerta intentando oír lo que decía la Seuda al Psiquíatra.10 Sabía que estaba mal hecho y que era una conducta inmadura. Solo los niños espían detrás de la puerta como hacen el amor sus padres, leen el diario de su hermana, como Enrique, para averiguar si tenía novio o novia como decían los amiguitos al verla siempre con Laura, o abren las cartas del banco con vapor para averiguar si eran ricos o si eran pobres como esgrimía su padre cada vez que había un gasto suntuario o una petición onerosa.

-Cómo se puede hacer para que mi marido me reconozca, ¿le podría dar alguna medicación?

-Para la agnosia no hay ningún otro remedio que el paciente recupere la memoria episódica, tenga usted paciencia y en cuando mejore le reconocerá

-Pero eso me lo dijo EL AÑO PASADO. Está mucho mejor, pero me ve como extraña.

-Quizá pronto, en cualquier momento, por una ventana que se abra en su memoria surja recuperado el recuerdo. Usted háblele de cosas bonitas que hayan compartido, viajes, anécdotas, momentos especiales, a ver si así se enciende la chispa.

-“No sé de qué recuerdos va a hablarme esa impostora si no hay ninguno”- pensó el espía secreto tras la puerta.

Se dio cuenta de que la Seuda pretendía suplantar a su mujer aún a costa de perjudicarse a sí misma con su obsesivo empeño. “”¿Con qué motivo? ¿Por qué tomarse tantas molestias, incluso sacrificar su vida para ser actriz sin público las 24 horas del día? ¿Su mujer sabía lo qué estaba pasando? ¿Estaba tal vez conchabada? ¿Eran víctimas de una secta satánica, razón por la que una fanática hiciera lo que fuera que le mandasen?

COMENTARIOS

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Enrique encuentra que la persona que se suponía debía ser su mujer ha sido suplantado por otra persona que se le parece físicamente como una gota de agua, pero su personalidad es distinta. Esta mujer, bajo su punto de vista, es una impostora, una Seuda, como le llama.

Aunque la Seuda se afana por ser como su mujer Enrique descubre enseguida que es todo falso y fingido, no le cabe duda de que es así, no que su mujer haya cambiado imperceptiblemente sin darse cuenta, poco a poco.

No se la puede sacar de encima y cada vez se toma más libertades matrimoniales y hasta su hijo la acepta con gusto.

Intenta como solución llevarla al psiquiatra para que la trate, porque la simulación le parece que es extrema y desquiciada al punto que está llegando.

La Seudo mujer pide hablar con el psiquiatra para pedirle a su vez que trate a su marido Enrique para que recupere su memoria, sea el de antes y le reconozca por fin como su mujer verdadera.

Esta conversación la escucha Enrique detrás de la puerta, lo que lejos de tranquilizarle de las buenas intenciones de la Seuda, le hace pensar que hay una confabulación en su contra.

Aunque la narración es neutral, el oyente obtiene suficientes pistas, la persistencia de la supuesta suplantación, el hijo que la trata como madre y la conversación con un psiquiatra, como para optar por una versión final de lo que está sucediendo.


NOTAS TÉCNICAS

1 Buscamos entre todos alternativas a estas expresiones (“puede ser difícil”, “es un valle de lágrimas” “horrorosa”…)

2 Ampliación: Aceptas un perrito de comportamiento extraño y se vuelve tu perrito favorito, aceptas un amigo que hace cosas raras y luego ya lo raro te parece normal y ni lo ves, aceptas que tu pareja odie las alcachofas, las croquetas, el salmón, la ensaladilla rusa, las olivas verdes, los rabanitos, los rebozados de pan, la piña.. (en este punto contribuyen el público con términos de su cosecha) y te acostumbras y te parece que comes de todo…

3 Ampliación: A veces uno confunde una silueta que parece familiar, incluso la saludas o le llamas y luego, de más cerca no es quien parece ser y te quedas alelado, estupefacto.. También pasa cuando cambias de look, te vuelves pelirroja o rubia y luego además del cambio cosmético cambia el carácter y te vuelves más rebelde o exigente o gamberra..

4 Preguntamos si esto es lo que llaman coquetería o no y las presiones sobre la mujer para aparecer guapa en todo momento.

5 Comparamos mediante una escena de vendedor/cliente como tratar o no tratar a público y pedimos si alquilen puede aportar algún ejemplo de alguna vez que haya salido rebotados de un lugar por trato inadecuado.

6 Exploramos alternativas semánticas (mandar a la porra, a freír pimientos…)

7 En mayúsculas se marca puntos de mayor intensidad a fin de contagiar la emoción con la que está viviendo Enrique la suplantación de su mujer.

8 Personaje inspirado en la Falsa Theuda (Pseuda) de “Imago”, Carl Spitteler, Nórdica Libros

9 Ejemplificamos mediante algunos sketch preparados o improvisados con el público que es suspirar y porque se puede suspirar (por cualquier fruslería)

10 Esta parte de la historia se narra de forma dramatizada con un personaje haciendo de Enrique detrás de la puerta y comentando impresiones de lo que oye, el psiquiatra y la Seuda.

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