CONGRACIADO
Enrique tenía fama de oscuro en la familia. Aunque él intentaba siempre disimularlo a base de bromas, ruiditos seudomusicales y comentarios disparatados. Sus limitaciones las compensaba con afán de complacer. De todos modos, esa tarea era imposible que condujera a buen término porque los agasajados se acostumbraban. Pensaban que era generoso por vocación y para hacerle un favor le pedían el doble para que se sintiera feliz.
Cuánto más notaba Enrique que decepcionaba, más amable era y más se estropeaba esa amabilidad en forma de fiasco. Cierto día decidió pasar una noche con unos amigos y para no molestar a Berta, su madre, lo hizo a escondidas, de manera que Berta fue a traerle un desayuno especial con toda la ilusión del mundo y encontró la cama vacía:1
-¡Por qué me has engañado! – ¡Si me lo hubieras pedido me hubiera parecido bien! -le recriminó de mal humor.
En otra ocasión quiso invitar a los amigos a su cumpleaños, pero sus padres le pusieron la condición de que no se fumara en la casa. No pudo evitar darles permiso cuando se lo pidieron.
-¡Para una vez que te pedimos sólo una cosa, mira cómo nos pagas haberte hecho un favor. Toda la casa huele a tabaco, ¿y ahora dónde nos metemos? – se quejaron sus padres cuando llegaron -,
Cuando sacó el carné de conducir a menudo llegaba tarde.
– ¿Cómo es que llegas tan tarde? La cena ya está fría. No sé para qué tienes coche si llegas tan tarde – protestaba Berta, que se había esmerado en la preparación de su plato preferido
-He tenido que acompañar a una amiga a su casa porque tenía miedo de ir sola -se disculpaba, Enrique, dando pie a que su disculpa le incriminara todavía más -.
-Tu siempre quedando bien con todos, y qué, ¿te pagó la gasolina por lo menos? Porque siempre te está abusando todo el mundo, que de bueno eres tonto.
En el trabajo le hacían currar mucho y la paga era escasa. Se aprovechaban vilmente de su voluntad de quedar bien y ser el mejor trabajador.
En casa se quejaba:
-Hoy me han dejado solo y he hecho lo que hacen tres!
Berta, lejos de acompañarle en la queja o felicitarle por su competencia le espetaba:
-No comprendo por qué no te afirmas y reclamas tus derechos. Menudo cobarde estás hecho…
Cuando ya tuvo edad de irse de casa, se fue a vivir con la novia a un modesto apartamento donde intentaban aguantar con bastantes apuros.
De tanto en tanto venía a comer el domingo, pero siempre había motivos de censura. Unas veces era que su pareja no había dado las gracias por un regalo de onomástica que le hicieron, otras que cuando venía de visita se pasaba todo el rato mirando el móvil o tenía gustos culinarios discutibles. Cualquier cosa era motivo de malévola crítica:
-Pues no entiendo cómo renuncias a comer sano sólo porque a ella no le gustan los vegetales. No tiene derecho a imponerte sus costumbres. Por cierto, ¿Por qué no has venido a comer con nosotros los últimos domingos? -le cuestionaba Berta -.
-Pero si me dijiste la otra vez que preferías estar tranquila… – contestaba Enrique -.
-Si pero hoy podría haber venido porque hay comida de sobra… – esgrimía Berta -.
Si se quejaba de que tenía poco dinero, le cortaba en seco diciendo:
-Pues no entiendo si fuiste el pasado domingo a San Sebastián y luego te quejas de que pasas apuros!
Como siempre Enrique se guardaba la rabia e intentaba disimular con alguna pregunta repentina o comentario gracioso para desviar la atención.
Pero como Berta insistía e incluso le seguía al pasillo. Su habilidad sobrehumana de resistencia a la ira se vio por primera vez desbordada y le saltó de muy malas maneras:
-Lo que no entiendo es que tu presumas de prudente y razonable y en un fin de semana te gastes en un hotel de lujo lo que yo gano en un mes!
En ese momento se lió. Su madre le soltó una bofetada e intentó repetir otra. Enrique se defendió e intentó contraatacar para pararle las manos. Hicieron un rato de esgrima de brazos hasta que su padre, alertado por el jaleo le dijo a Enrique con voz serena pero firme:2
-¡Violencia no! Por favor, nada de violencia…
La cosa paró. Enrique entró en el comedor pero Berta estaba muy exaltada. Fue a coger una escoba y vino al salón con intención de darle su merecido a su hijo, que, a su vez, viendo el percal, había cogido una fregona. Lucharon un rato, te voy a dar, que te doy también, atrévete, tu chincha y veras… Justo cuando le iba a dar con el palo a Berta volvió a intervenir el padre en el último instante antes de que se produjeran daños:
-Violencia si que no… Nada de violencia. Por favor, hijo, sal de casa porque el horno no está para bollos.3
Desde que rompió con la familia, Enrique estaba desquiciado y se le juntaron las desgracias, de las que dicen que no les gusta estar solas. Problemas de sueldos en el trabajo, abusos de horarios, enfrentamientos alimentarios, salidas extras de la pareja y rencor acumulado por los muchos que le tomaban el pelo por su buena fe ..
Un día iba por el parque y junto a una estaca vio una cara que se mofó de él:
-Qué, cobarde inútil, paseando la jeta para que nadie vea el desastre.
En otra ocasión su novia se había tenido que ir a un compromiso y le había dejado el encargo de planchar ese día, aunque le tocaba a ella en el reparto de competencias. De pronto en la plancha una cara le dijo:
-¡Calzonazos! ¡Cobarde! Que no tienes personalidad y te dejas llevar por cualquiera.
Vio caras en una toalla4, en el suelo, un día que se le cayó un lápiz que “casualmente” apuntaba a una cara parlante enfadosa. Dicen que la casualidad no existe, sino que uno descubre lo que habitualmente esta invisible. En los paseos las vallas de madera comentaban impertinentemente su vida interior como si de un reality show5 se tratara. Incluso haciendo de cena unos huevos fritos le dijeron:
-Pringado, con esa alimentación te vas a volver una bola de sebo.
Cuando le preguntó al psiquiatra qué opinaba de este fenómeno de las caras le dijo:6
-Eso podría ser que el que busca encuentra y que cuando algo tiene la forma de dos agujeros, una nariz y boca en posición adecuada tu cerebro lo detecta.
-Pero yo no busco, la cara me encuentra. Podría ver figuras de perro o dragones como cuando uno juega a ver cosas en las nubes, pero no, son rostros. Además, me hablan… o más bien me insultan, porque tienen muy mala leche.
-Piensa que la mente encuentra un sentido a las cosas que no existen. Me explico. Tú mira mi cara. Ahora sonrío, ahora estoy serio, ahora hago una mueca de cansancio, ahora cara de enfadado7… ¿con qué cara te quedas? ¿Cuál será la cara de referencia cuando me reconozcas paseando por la calle? Elegirás una cara como una foto que REPRESENTA a la persona. No la del martes, no la de las cinco, no la del mes de abril, sino una foto que vale por la persona. Una cara que valga por todas las caras y no sea ninguna de ellas. Habrás oído en la televisión que a veces hablan del español medio y dicen que cobra 24000 euros al año, tiene 1 hijo y medio, vive en 102m2 y come pescado dos veces a la semana. ¿Eres tú español?
-Sí claro.
-Pero no tienes hijos, ni cobras 24000, ni vives en 102m2. Ese español medio no existe, como tus caras no existen, sino que representan reproches interiores que salen a pasear al exterior por un pequeño fallo de geolocalización8.
-Pero a mi se me aparecen y me hablan.
-Te voy a enseñar una foto y me dirás a quien se parece de las personas que están en la sala de espera en este momento.
-Sí esa.. es Pablo..
-Lo ves, no es Don Pablo es una foto de una figura del patio de la Infanta. Tú toma esta medicación que te receto. Una por la mañana y otra por la noche y ya me dirás si las caras continúan apareciendo o si persisten, si te insultan todavía.
-Pero doctor, ahora mismo en su cortina una cara me está diciendo “qué memez” -con perdón- “cuando alguien te quiere reprochar tu parte oscura no hay luz que valga”.
-Pues yo veo en el papel pintado encima de la puerta otra cara que me dice “termina ya, que los que esperan se están quejando y Don Pablo se puede ir si se pone nervioso”.
COMENTARIOS
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Un exceso de complacencia para lograr el beneplácito de los demás lleva a Enrique a obtener un efecto colateral no deseado, pervertir con su generosidad no pedida a los agasajados, que se mal acostumbran a dar por hecho el estado de cosas sin necesidad de agradecer o corresponder. Frente al espléndido se construye el mimado egoísta.
Berta ataca las conductas bienintencionadas pero desastrosas de Enrique con exceso de crítica, que no admite posibilidad de justificación o positividad, que estropea las comidas en común, la sinceridad y la calidad de los encuentros. Se llega al extremo máximo de conflicto, representado por la lucha de escobas y ruptura familiar.
A partir del desarraigo familiar y de los problemas que le causa su conducta entra en crisis y comienza a ver caras hostiles y a oír críticas crueles por doquier. El psiquiatra intenta introducir la teoría de que las caras que hablan son una ilusión, síntoma de una enfermedad pero Enrique está renuente a reconocerlo.
NOTAS TÉCNICAS
1 El narrador cambia de registro y se dirige a un oyente cualquiera, como si fuera el protagonista de la historia y le increpa como si fuera Berta (impostando la voz para que quede evidente). Detrás de la silla de la misma persona se ha colocado un actor auxiliar que detrás de su espalda contesta como si fuera Enrique (con voz compungida) . Cuando se cambia de diálogo se cambia de persona para que todo el grupo directa o indirectamente se sienta interpelado como padeciendo generosidades irreflexivas.
2La pareja que en este momento está interviniendo hacen amago de pegarse, luchan con dos manos primero y luego con dos escobas para intensificar esta parte decisiva del cuento.
3Interviene otro voluntario, o si no lo hay, el narrador retoma este papel cambiando a una voz más grave de ‘padre’ severo.
4 Pareidolia recriminante.
5Se explica que al igual que la cámara sabe todo sobre los concursantes de un reality, la valla publicitaria ‘conoce’ secretos que no debería de la persona a la que insulta.
6Escena cliente-psiquiatra realizada entre dos actores (narrador y auxiliar o un voluntario). En vez de narrarse se actúa el diálogo, improvisando las frases con la base del texto.
7Efectivamente, el narrador ejecuta este test entre los oyentes. Hace distintas muecas y se busca el consenso de si es cara de enfadado, triste, alegre…
8La forma técnica en la que se sigue a un móvil a través de las ondas que emite para saber el lugar del mapa en el que se encuentra.