Los mini antropólogos
Mientras sus padres visitaban con el dos caballos1 Rivesalves y Mas de las Matas, dejaron a Eduardo y a Roberto durante todo el mes, en casa del tío Agustín en Castellote
El tío era afable, simpático, juguetón y bromista2
Los niños de Castellote llamaban al tío Agustín “el degollador” . Se escuchaba que con una piedra le daba a una lagartija, que mataba un conejo de un golpe seco en la nuca con el nudillo del dedo, que en la guerra civil había matado a un vecino por motivo de lindes o que había disparado al pie a un espabilado que había levantado la tajadera antes de tiempo o que en el bar había tumbado a más de uno, de un puñetazo por bromas soeces sobre su mujer, cuyo único delito era ser guapa y la que mejor bailaba pasodobles en las fiestas de la Virgen de las Nieves.
Estas habladurías les parecían a Ernesto y a Roberto, totalmente injustas y habían acabado por apartarse de las bandas y peleas de piedras que se organizaban con los pueblos de los alrededores y distintas salvajadas a las que eran invitados3.
Pasaron ese mes de agosto, los días más hermosos de hermanos unidos que nunca más tuvieron. Salían como amigos inseparables a dar vueltas por el pueblo y a comer cacahuetes salados en la plaza. Jugaban a montar a caballo uno encima del otro durante la hora de la siesta y aunque una vez pasó algo erótico, no lo vivieron desde su inocencia como algo malo con lo que atormentarse.
Le cogieron afición a la actividad de recoger fósiles en los yermos de los pedregales.
Su tío Agustín se lo había prohibido expresamente porque esos montes no quería que los perforasen y por lo peligroso de la zona. Algunos niños se habían despeñado otrora o amanecido con esquinces por culpa de saltar por las piedras y caerse. Les había avisado, por si se les ocurría la idea peregrina. La guardia civil multaba a los que recogían fósiles y se los quedaban y sobretodo en tiempos había tenido problemas con Don Hermenegildo, que era de armas tomar. Por coger un melocotón de una ribera, que decía suya, le había disparado perdigones con sal en una ocasión.
Esta última recomendación era extraña porque hacía muchos años que el tal Hermenegildo había desaparecido sin que se supiera por qué ni donde. Algunos decían haberlo visto como aparecido en la aparcería del molino, haciendo la siesta debajo de un alcornoque o gritando en una colina a los cuervos4. Estas apariciones presuponían que el alma de Hermenegildo vagaba sin consuelo por haber padecido muerte cruenta.
Como a los hermanos les atraía más lo prohibido que lo sugerido les gustaba en secreto recoger trilobites. Fruto de anteriores expediciones, ya tenían un ejemplar de cada crustáceo cuaternario escondido en el orinal, debajo de la ropa, en una jofaina o dentro de los zapatos para que su tío no los encontrara5.
Ya no les cabían más tesoros. Especulaban ganar un dinero extra vendiéndolos en el mercado negro de la plaza de San Francisco.
En la tercera quincena de ese agosto caluroso, decidieron salir como arqueólogos a los Pedregales prohibidos una vez más y de paso ver si podían descubrir el melocotonero de la disputa de lindes. Se provocaban picajosos a ver quien cogía la pieza mas curiosa, cuando de pronto Eduardo descubrió una especie de hacha.
-Un hacha del neolítico cámbico!! –gritó emocionado, provocado la ira de su hermano por saltarse a la torera la ley del silencio que tenían convenida-.
-Bocazas, cállate y déjame datar ese arma, que al ser de HIERRO debe ser de la EDAD DE BRONCE.6
-O más antiguo todavía –se atrevió a opinar Eduardo, esta vez hablando como en un susurro para que nadie más se apercibiera de tan interesante hallazgo-
Al despejar el hacha vieron que estaba adherida a un cráneo, que con cuidado desenterraron, emocionados por la magnitud de su descubrimiento.
Como el “cráneo neanderthal” y el hacha de “la edad de bronce” parecían excesivas joyas para unos niños y por el miedo a las reprimendas de su tío o a una posible condena en la cárcel por apropiación indebida, decidieron entregar el tesoro antropológico al cuartelillo donde se les pidió localización exacta y firma de entrega. Se les dieron efusivas felicitaciones y entradas gratuitas para el cine del sábado.
Nunca entendieron lo que pasó después.
En los días subsiguientes se procedió a la detención del tío Agustín, no se sabía si por rencores, envidias, porque no era su carácter tan brusco y agresivo como decían las malas lenguas o tal vez había habido algún hecho de sangre en el bar, en ese caso, desde luego, sin haberlo provocado el tío Agustín, con toda seguridad. No entendían de qué se le podía acusar a una persona tan buena y amable, ni tampoco nadie quiso explicarles nada.
La tía llamó a sus padres para que los vinieran a buscarles antes del día convenido.
De los hallazgos encontrados nadie les felicitó ni supieron a qué museo pudieron ir a parar ni que valor les asignaron los eruditos.
Eso sí, los fósiles los guardaron en la maleta sin decir ni mu.
-¡Cuánto pesa! –dijo su padre, al ponerlas en el maletero- ¿Lleváis, piedras o qué?
-No, no, los libros de estudio, que el saber pesa mucho –contestó al quite Roberto-.
COMENTARIOS
#sagaCastellote #rumores #prohibido #privado #violencia #ingenuidad
En este cuento vemos la diferencia de imagen privada que tienen los sobrinos de su tío respecto a la pública en la que tiene mala fama de violento, le llaman ‘el degollador’. Ellos en cambio, lo ven tierno y buena persona.
Lo prohibido les atrae bastante más que lo permitido. Se convierte en un terreno de exploración erótica, juego y fantasía.
La narración presenta el descubrimiento de un cadáver bajo el punto de vista de unos niños que se divierten haciendo de antropólogos y creen haber descubierto un ‘cráneo neanderthal’. Cuando la policía detiene a su tío, no tienen idea de por qué razón. Nadie les explica el motivo: es algo que los oyentes tienen que deducir descartando los datos espúreos para ver los más plausibles y coherentes con los hechos finales.
Hay pistas suficientes para averiguar lo que ha podido suceder (asesinato de Hermenegildo por Agustin) pero el auditor puede dejarse llevar de la pasividad de la escucha y ser tan ingenuo como Eduardo y Roberto. Por esta razón estimulamos la ‘escucha crítica’ que requiere un grado de atención y reflexión.
NOTAS TÉCNICAS
1 En este punto pedimos ‘aclaración’ a alguien que sepa de modelos de coches antiguos y de paso otros modelos o anécdotas automovilísticas.
2¿Posibles bromas? Plantea el narrador: mover las orejas, me han cortado un dedo, sombreas chinescas, cruce de dedos, silbido hacia adentro …
3 Narrador añade: podría tratarse de tirarse plano a los pajares, cazar pájaros y ranas …. buscando alguna otra ocupación de los niños en un pueblo.
4En este punto el narrador pide colaboración creativa del mismo cuento que están oyendo, indagando en qué otros sitios se podía haber visto el fantasma de Hermenegildo (en una cueva, en la entrada del cementerio, vigilando en el campanario encima del nido de cigüeñas… )
5Buscamos otros sitios alternativos con la ayuda de los presentes: en la caja de las cosas de higiene, dentro de un calcetín enrollado…
6Las mayúsculas representan la necesidad de marcar con un tono especial estas palabras, acompañados de alguna mímica, para que todos se den cuenta del quid de que el ‘hierro’ no puede ser ‘bronce’.