La torre de Pisa
Se ambienta la sala proyectando una imagen de la torre de Pisa (ayuda a contextualizar en un primer momento), una planta (que hará las veces de flores) Apoya la lectura dramatizar el personaje de la niña.
Tras la lectura del texto se comentan las ideas principales (la envidia, la calma en la búsqueda de soluciones, la inocencia) y la «moraleja» del cuento. Después se proponen a los participantes dos dinámicas.
Primero cada uno piensa en algo por lo que ha sentido envidia alguna vez en su vida y se hace una ronda para, si quieren, comentarlo en voz alta.
Después se pasan uno o varios globos que sirven de vehículo donde los participantes escriben_ o comentan_ una cualidad o característica propia que les hace crecer y reforzarse tal y como son.
Hace mucho tiempo había una ciudad en Italia en la que construyeron una hermosa torre que era admirada por todos los viajeros. Tan sólo un poco más allá, en una ciudad vecina, habían construido una torre de similar belleza que compartía protegonismo con la anterior.
Sin embargo, los habitantes de esta última ciudad, envidiosos y llenos de orgullo, planearon destruir la torre vecina para que sólo brillase la suya propia, y una oscura noche llegaron hasta la torre con picos y palas y socavaron levemente sus cimientos.
A la mañana siguiente, la torre se inclinó un poco, pero nadie pareció darse cuenta, y lo mismo ocurrió durante lós días siguientes, hasta que una niña que pasaba por allí, señaló la torre y dijo: «Me parece que se va a caer», y todos los que andaban por allí cerca comprobaron que era verdad.
Los nervios se apoderaron de toda la ciudad. Trataron de hacer mil cosas para retener la torre en su sitio, pero los días pasaban y nada parecía funcionar. Hasta que un día, la misma niña pequeña que había visto inclinarse la torre, se acercó y apoyó su mano en ella para descansar. Entonces sintió que la torre temblaba ligeramente entre ruiditos extraños. Al quitar su mano, cesaron el movimiento y los ruidos, pero al apoyarse de nuevo, volvieron a repetirse. Así estuvo la niña durante un rato, hasta estar completamente segura de su descubrimiento: ¡¡La torre tenía cosquillas!!
La niña entonces corrió a buscar algunas flores y hierbas, y las plantó junto a la torre, de forma que en cuanto la torre se inclinaba un poquitín, sentía las cosquillas que las flores le hacían en su base, y volvía a erguirse cuanto podía.
De esta forma la niña consiguió mantener inclinada la torre, que se hizo aún mucho más famosa de lo que ya era, dando una lección a los envidiosos del vecino pueblo. Éstos, siempre envidiosos, trataron de copiar la inclinación en su torre, pero no supieron y se les terminó derrumbando sobre el pueblo, quedándose no sólo sin torre, sino sin ayuntamiento.