Hablamos de la fiebre del oro y de los conquistadores españoles que asesinaban y pasaban mil penurias por ambición, y nos planteamos que el conocimiento podría ser también esa pepita de oro que buscan afanosamente los mineros de la nueva acrópolis.

Pedimos que uno haga de sabio y otro le haga una pregunta trascendental (para uno mismo o para la humanidad).  Preparan libremente la escena y antes de ejecutarla los sabios dan una vuelta por la habitación en posturas yeráricas correspondientes, para meterse mejor en el papel, y los consultantes dan otra vuelta por la habitación acongojados por su pesadumbre.

En el medio de la sala representan la pregunta y la respuesta. A veces el monitor se pone detrás de uno u otro con la intención de mejorar la parquedad o imprecisión de las preguntas o respuestas.

Salen a relucir los deseos de vitalidad, rehabilitación, mejora, necesidad de salud, la resolución de necesidades básicas (casa, dinero, amor),  y algunos se preguntan por la trascendencia del mas alla, Dios, la felicidad..