La cucaracha del Libro de los Muertos
Cuando Enrique entró en edad de merecer comenzó a experimentar la presión de tener relaciones sexuales, como todos sus compañeros decían tenerlas constantemente, aunque más tarde se enteró que casi todo era mentira, basada en pequeñeces con muchas capas de exageración1.
Reunió el valor y un dinero cogiendo fruta en el verano y se decidió visitar a una meretriz que le gustó porque era joven, sonriente y no le intimidaba tanto como sus colegas descaradas que suponían cosas que no eran sobre su virilidad.
La cosa fue fatal. Aunque se había ilustrado con material didáctico, a la hora de la verdad no sabía nada de nada, ni sobre la dinámica de la estimulación ni de la penetración. A pesar de que ella le ayudó un poco en el asunto la cosa duró unos segundos y ya está, quedó acomplejado y con muchas dudas de su capacidad amatoria.
Por fortuna conoció a Marta y gracias al amor su inseguridad tuvo cura repentina. Como ella tenía menos experiencia aún que Enrique, le pidió proceder con paciencia y parsimonia, lentitud y exquisita sensibilidad. Con aparente generosidad, pero en realidad con alivio, Enrique fue acercándose con sigilo a la sexualidad tan poco a poco que un día glorioso de primavera surgieron las flores del sexo completo y los frutos de la pasión largo tiempo contenida.
Pero ocurrió un hecho que vino a romper el encanto. Enrique, que estaba muy erotizado por la pasión y su semblante había ganado mucho porte, había atraído a la guapa Teresa y una tarde que Marta estaba trabajando tuvieron un lance amoroso.
Al llegar a casa Marta enseguida notó un olor, unas sabanas mal arregladas y unos pelos en la almohada. Descubrió el desaguisado, que le sentó como una puñalada.
-Pues reconoce que estás en deuda conmigo y puede que sea el momento de pagarla2 y yo con la que tengo con Rafa, mi ex-novio, que ya te conté que lo tuve torturado durante años por no querer tener relaciones sexuales con él y creo que le debo una.
Enrique se sentía tan culpable por haber metido la pata, que aceptó el castigo pensando que sería cosa de un día y que podrían luego olvidarse y volver a hermosa relación que tenían.
Pero las cosas no fueron como se pensaba. Marta encontró que la pasión erótica resucitaba el viejo amor, y entre el resentimiento y la atracción despertada por Rafa, finalmente decidió romper la relación y volver con su ex novio.
La desesperación de Enrique fue horrible, porque caer de lo más alto hace más ruido y más daño que el desastre de una vida insípida o frustrante.
Iba a comer su comida preferida, ensaladilla rusa, y se le quedaba atragantada en la garganta con náuseas y un retorcijón de estómago. No podía dormir y comenzó a sentir que los vecinos de arriba movían los muebles y pateaban el suelo por donde estaba para fastidiarle y burlarse cruelmente de su mala suerte, más humillante por ser en buena parte merecida.3
Los vecinos de al lado se reían de él o le lanzaban improperios tales como “cornudo” “desgraciado” “imbécil”.4
Enrique les gritaba que le dejaran en paz por el patio de vecinos, pero contra más protestaba más le atacaban e insultaban cobardemente a través de las paredes.
Comenzó a poner capas y capas de corcho en el techo y la pared. Al principio logró reducir el sonido con un muro insonorizador de 4cm, pero un día que llamó la atención al del tercero –una de las voces más activas en la campaña de humillación- volvieron al ataque y tuvo que poner doble ventana, doble techo, librerías llenas de fajos de periódicos y libros que había comprado en el rastro y había tapado todo con una pared de yeso con fibra de vidrio.
Al final se había reducido tanto el espacio que tenía que entrar agachado en casa y caminar por los pasillos de perfil y cambiar la cama de matrimonio por una de 90cm para que cupiera.5
Un día que el vecino de arriba hacía unas obras –tal vez para fastidiarle, porque los obreros trabajaban en horas extrañas como para arruinarle el sueño-, se dejaron abierta el agua de la bañera, hubo una inundación y se desplomó el techo por el peso.
Del agujero salió una procesión de cucarachas gigantes, de lomos azulados que se parecían mucho a unas que había visto en una ilustración del libro de los muertos de los egipcios.
Tal vez eran portadoras de almas heridas porque la manada de bichos ululaban como cuervos diciendo “ever more. Ever more” 6como en el c uento de Edgar Allan Poe.
El psiquiatra le convenció de que el silencio producía ruido de contraste y que debería escuchar música o poner la radio fuerte para no oír a los enemigos.
-Yo lo que le aconsejo, que a mí me vino muy bien, -le dijo a Enrique- para no oír a los vecinos es crear una cámara de Faraday casera. Tire usted toda las paredes falsas, la librería y el corcho, que en realidad hacen de caja de resonancia y ponga solo una capa de Albal por el techo y la pared, otra capa de feldespato para planchas encima y otra capa de laminas de aluminio, en total sólo le quitara 5 milímetros, pero se comerá todo el sonido. Puede forrar la pared con papel pintado, uno que no tenga aguas, más bien liso y de color claro.
Pasado el tiempo le preguntó el psiquiatra,
-¿Qué tal le ha ido?
-Muy bien, no oigo nada en casa. Seguí sus consejos a rajatabla y el resultado ha sido espectacular. Lo único que ahora cuando paso por las terrazas de los bares la gente se ríe en mis narices y me señalan diciendo cosas desagradables, ahí va el cornudo, se lo mereció, probó su medicina..
-¿Y usted qué hace?
-Escupo en el suelo para contestarles como se merecen o les hago un corte de mangas..
-Pues lo que le aconsejo esta vez es que pase como si fuera una chica guapa y le dicen una grosería por la calle. Haga como que no se ha enterado y de esa manera, al ver que ya no pueden humillarle, se cansarán de utilizar energías para nada.
-¿Y qué hago con la rabia que tengo por dentro?
-A mí lo que me viene bien es tocar una piedra negra de ónice que llevo en el bolsillo y para mis adentros le digo “el mal para el agujero negro”
COMENTARIOS
#sagaEnrique #separación #persecución #voces #psiquiatra
Se relatan los inicios de la vida sexual, los miedos y las ‘deudas’ con los primeros novios contraídas por no haber estado maduros para una relación adulta. Un desliz de Enrique causa la vuelta de la chica que engaña con su ex novio. Se crea de esta manera una sensación de fracaso causado por los fallos de quien la padece. Sufrimiento pasivo y culpa se juntan al punto de producir en Enrique una crisis paranoide, en la que se desplaza la ira y el mordisco de la culpa a las acciones deleznables de los vecinos. Parecen delirios de persecución en los que los perseguidores conocen sus intimidades y debilidades que aprovechan para reprochárselas con insinuaciones, insultos y señales para indicarle que no se olvidan de él.
Para no escuchar las voces altera su casa construyendo muros aislantes de forma que ese encastillamiento va reduciendo su ‘espacio vital’ hasta dejarlo en una mínima expresión.
El psiquiatra le aconseja un ‘cambio de defensa’, sin cuestionar el delirio como tal, retirar toda la porquería que ha acumulado en las paredes y techo y sustituirla con una ‘cámara Faraday’ construida de forma absurda con papel de Albal. En la calle debe utilizar la estrategia de hacer gastar las energías de los oponentes para nada, esto es, para que se desanime un grupo tan numeroso de personas de hacer tantos esfuerzos y ni siquiera pueda conseguir dañarle porque el ‘se haga’ el indiferente.
Estas medidas tienen un efecto de sugestión sobre Enrique. Le ayudan a no oír voces en su casa y las de las terrazas de los bares consigue que no le amarguen la vida, control emocional de la respuesta.
Enrique le pide ayuda para suprimir el sufrimiento interior. El psiquiatra le comunica entonces su secreto de salud: la piedra negra a la que le envía el malestar y que se la traga como los agujeros negros la luz.
No sabemos si la aparente salud del psiquiatra es debida al truco que quiere compartir o utiliza el truco de la piedra como otra argucia más de sugestión. Toda la intervención del psiquiatra tiene un toque disparatado humorístico y como mensaje en broma intenta influir en serio.
NOTAS TÉCNICAS
1 Exageran los padres cuando dicen “pero que requetemajo” “hala que buenas están estas espinacas…” “dale un beso a tu tía con lo mucho que te quiere…” y luego reproducimos la lección aprendida: “mi padre es primer ministro”, “pues el mío campeón del mundo de pesca..”
2Inspirado en “En deuda” de David Graeber, Ed. Ariel
3Organizamos un paseo por la sala en la que un actor realiza acciones cotidianas, mientras otro realiza ruidos que le siguen dando golpes en el suelo o en la pared, y paran cuando se queda quieto el primero mirando hacia el techo.
4Escenificamos la situación, el narrador pasa delante de los oyentes y cuando mira de refilón a su izquierda alguien de la izquierda le insulta levantándose con un improperio similar al narrado, cuando mira de refilón a la derecha otro de la derecha hace lo mismo gesticulando . Finalmente cuando se gira en redondo para mirar hacia atrás todos hacen ver como que no hacen nada inusual, disimulando de forma parecida a ese juego infantil que el que ‘para’ cuenta hasta 3 de cara a la pared menas los demás se acercan, se gira y al que ve moviéndose lo retira del juego.
5El narrador hace una exhibición de entrar en casa entrando de perfil en un pasillo muy estrecho, en el que se tiene que agachar en ocasiones; circula por las habitaciones como por un laberinto, se sienta en un sofá atiborrado de cosas que sólo le permite posturas esdrújulas.
6Imitado por el narrador con un sonido “ooorrr ooorrr” para mostrar el contraste entre ruido y palabra que se le asigna al origen onomatopéyico.