La comunidad paga muy bien y por ello exige.

-Lo mejor es hacer un concurso de bedeles. Le daremos el puesto al que mejor limpie, en menos tiempo y con mayor elegancia –concluyo el Presidente, con el beneplácito de todos.

En el periódico salió un anuncio muy pomposo y de sueldo muy llamativo. Más propio de alto ejecutivo de una multinacional que de una conserjería y se armó un buen revuelo de aspirantes, tantos que se podría llenar un campo de fútbol.

En la primera ronda se eliminaron currículum que no tenían nada que ver, pescaderos, encofradores, vendedores y jóvenes profesores de música que buscaban la oportunidad de un primer empleo, vecinos, conocidos, parientes lejanos de algún vecino, recolectores de fruta, camareros y hasta un sacerdote que quería dejar los hábitos¹. Tras un proceso de sucesivas cribas, lograron encontrar un ramillete de ocho candidatos realmente convincentes y sobradamente preparados para el cargo que se les proponía.

La junta ideó, tras sesudas deliberaciones, los criterios con los que iban a evaluar a los ocho, mediante pruebas puntuables en cada categoría. El que tuviera mejor resultado global sería el elegido.

Las ocho categorías elegidas por mayor consenso fueron:

Tabla de requisitos.²

Fue bastante complicado reunir las pruebas para la selección, porque todas tenían pegas, imprecisiones o riesgo de ser mal interpretadas.

La primera fue traer un helado de pistacho con un presupuesto de 5€. Debían recorrer un trayecto público caminando, en el que había observadores apostados de incógnito. Se les daba instrucciones para caminar durante el recorrido con prestancia, (escala de parsimonia), pero debían intentar llegar los primeros a la heladería (diligencia) y volver con el helado sin derretir (eficacia).

Se les preguntaba cómo organizarían una fiesta de cumpleaños original para 14 niños de la comunidad en el salón de juntas, sin estropear nada. El presupuesto era de 100€. En medio de la chiquillería deberían estar peripuestos y exquisitos.

Uno propuso montaditos, bebidas light para que no se exaltaran y bailes country para ordenar el desorden. Otro sugirió hacer un concurso gincana con chocolate y churros. Otros, tiernas canciones infantiles acompañadas de hamburguesas gigantes³. Los ujieres intentaron en todo momento mantenerse compuestos aunque sonrientes y cercanos y si un niño se desmadraba con refinado tacto le decían.

-¿Le importaría al señorito no ensuciar la pared con el chocolate para no tener luego que limpiarla o que sus amiguitos no se ensucien?⁴

Años más tarde a raíz de estas pruebas de conserje, Don Braulio, que trabajaba en televisión, se inspiró para hacer el concurso “el falso diamante” Los concursantes tenían que hacer proezas para merecer un diamante y al final elegir entre ocho cajas de recompensa, que podían ser desde un pañuelo para secar las lágrimas por haber perdido, hasta un verdadero diamante.

Otra de las pruebas fue de limpieza especializada. En ocho rectángulos del garaje se pusieron mármoles similares a los de la finca y allí echaron aceite, tomate, colillas aplastadas, meado de perro….. y pusieron a prueba a los discretos limpiadores calibrando tanto sus movimientos gráciles como su astucia para encontrar el producto que con una ligera pasada limpiara y dejara brillante el mármol

Simularon la llegada de unos evangelistas que pretendían predicar por las puertas una mañana luminosa de domingo. Los porteros tenían que atajar la plaga con delicadas respuestas a los predicadores a los que no ofendían pero desanimaban a proseguir.⁵

Se simuló una reunión informal de vecinos. Los actores, para medir a los candidatos, intentaban hacer comentarios personales al bedel que, para sacar buena puntuación, tenía que desinteresarse de lo que le decían aparentando interés y contestar preguntas personales sin contestarlas.⁶

Se les explicaba a cada uno el encargo, el mismo a todos, para calibrar y cotejar, de que tenían que recibir un paquete de Amazon, un móvil android procedente de Beijing, pero según el remitente fuera coreano, chino o americano, el tamaño pequeño, medio o grande y el peso ligero, medio o pesado deberían interpretar si era conveniente recogerlo en nombre del vecino o denegar la recogida.

Las votaciones basadas en los puntajes dieron empate entre dos, aunque destacaban en cualidades distintas. Como el equipo evaluador también estaba dividido, porque sus preferencias sobre qué era más importante no coincidían, finalmente lo echaron a cara o cruz.

Aunque el desempeño del portero elegido fue perfecto, la desunión entre vecinos se sembró como un virus contagioso.

-Pero yo no lo voté.. – decían unos-.⁷

-Lo encuentro demasiado serio y arrogante. Le falta cordialidad y humildad -aseguraban otros -.

-Tal vez los mármoles no se limpian tan bien como si se hubiera elegido al otro.

-Pues a mí me recogió un paquete que quería devolver, por hacerme un favor me perjudicó.

No es que la perfección les pareciera imperfecta por contener un grado de azar y flexibilidad sino que el ideal concebido para buscarlo había fallado por incapacidad de los buscadores para encontrarla.

COMENTARIOS

#elitismo #diferencias #exigencia #desencanto

Ponemos en juego distintas esquemas: el esfuerzo por conseguir el ideal de la perfección; prototipos de las clases sociales (profesiones de personas de alto y bajo nivel social); diferencias entre valores y exigencias de cada “clase”; el desencanto tras la consecución de lo deseado…

El cuento se dramatiza para el grupo de oyentes sentados en círculo en una sala amplia, utilizando el centro como escenario. El narrador dispone en ocasiones de un compañero que hace de auxiliar y a veces T.O. en prácticas que colaboran para representar escenas.

El texto se trabaja previamente para captar el sentido, memorizar aspectos y preparar detalles de ejecución (attrezzo, disposiciones, objetos y sobre todo escenas) de forma que en el momento de la teatralización surgen las historias naturales, aunque sea a precio de despojar el texto de aspectos ‘literarios’.

En “La comunidad” el narrador va marcando aspectos de la historia mediante entonaciones diferenciales (por ejemplo si se mencionan exigencias elegantes adquiere un tono más pomposo y lento en el hablar, si habla a unos niños para que no ensucien la pared hace como si se dirigiera a ellos -invisibles en el centro de la sala o eligiendo a cualquiera de los oyentes que tenga conductas infantiles- con un tono de la Señorita Poppins) Ha de hacer ‘visuales’ las sutilezas emocionales del relato, aunque sea exagerando en algunos momentos su expresión facial e incluso señalando a los presentes su cara congelada en un sentimiento para mostrar lo ‘pasmado’, por ejemplo, que se encuentra el personaje.

Para que el público ‘enganche’ con la historia vamos caminando por la sala, dirigiéndonos a uno o a otro cualquiera -especialmente si vemos que se está distrayendo- para que sea destinatario del cuento en particular y preste más atención. Utilizamos subidas y bajadas de intensidad sonora, especialmente en los momentos más dramáticos para implicar a los oyentes. En algunos momentos le pedimos colaboración pretextando ignorancia (como se dice eso… estar agotado .. cansado … y en ese momento moviendo la mano como buscando otra palabra invitamos a la colaboración) De este modo los oyentes de incardinan en la narración en distinto grado (también pueden participar en escenas completas) para hacerla un poco más suya.

Buscando la complicidad a veces el narrador da explicaciones -improvisadas o siguiendo el guión- para ilustrar determinado aspecto de la historia, o para crear suspense. En este caso se menciona, en un tono aparte, aparentando ser más natural que el del resto de la narración, la anécdota del pariente que trabaja en la televisión e hizo un concurso aprovechando las ideas de la selección del conserje.

El conserje, muy bien pagado. requiere pasar una selección de pruebas concienzudas para asegurar la defensa de los intereses de clase (los propietarios). Algunas de estas pruebas son ligeramente absurdas y producen risa, aunque responden a las motivaciones elitistas de las personas a las que han de servir (quizá llenas de prejuicios o valores sui géneris). En el seno de la ‘comunidad’ está anclada la división de intereses, la pugna entre servidores y servidos.

NOTAS TÉCNICAS