La camada de Savoranolas
Con frecuencia podemos observar que el límite, incluso la esclavitud de la creación está en proceder y acabar en su época. Vemos películas bélicas durante las posguerras, príncipes y princesas en las hambrunas, épica de pistoleros en la conquista del oeste. Cuando se descubrió América y los confines de la tierra se convulsionaron en una circularidad insoportable, se decía que en el reino de España nunca se ponía el sol. Los relatos de viajes interminables en los que aparecían galeones, tesoros, especias, todo ello creó una especie de visión titánica del mundo, y no fue de extrañar que se generara una obra como Gargantúa y Pantagruel.1 Se decía que este par de sibaritas grotescos favorecidos por la fortuna podían desayunarse unas cuantas perdices, unas manzanas asadas, huevos de avestruz rellenos de anchoas en salmuera, media docena de rebanadas de paté de foie, unas castañas confitadas…2 Luego procedían a la descarga higiénica de deposiciones de lo acontecido el día anterior, para lo que utilizaban una docena de hornacinas, dos sacos de suave pluma de oca, un tonel de agua, cuatro litros de la afamada agua de Cologne…3 En la comida fuerte no faltaba un cochinillo, chuletas de dos cabritillos, cuatro percas de buen tamaño, pato relleno de castañas y manzanas, esas castañas tan populares antes de los nuevos alimentos de las Américas, tomate..4. Se regaban los diferentes platos con los oportunos tintos y rosados. Se atacaba con las codornices, las ancas de rana, ….5
En cierto modo, el “Bouvard y Pecuchet”6, parece el reverso del gigantismo, esto es la superficialidad incombustible. Los personajes repiten como papagayos frases hechas y formalidades huecas7, tan empobrecidos frente a la inmensidad social que no pueden hacer otra cosa que recitarla.
El renacimiento italiano, el humanismo que predicaba, también contrasta con la apabullante fuerza globalizadora que deriva en uniformidad universal.
Elías tuvo interés en visitar el lugar donde fue despedazado por conchas el cuerpo de Savonarola, condenado como hereje por el papa de la casa de los Medici.
Qué bien se vivía en Florencia y en Venecia y otras ciudades de Italia volcadas en el lucrativo arte del comercio. Traían sedas, especies, joyas y productos exquisitos de oriente para venderlos a los deseosos nobles ávidos de lujo. Las costumbres medievales parecían haberse sustituido por un continuo trajín de fiestas, carnavales y representaciones de ópera. Los teatros pugnaban por crear los efectos especiales más espectaculares, tales como los mares móviles de Orlando8, los saturnales fuegos o los elegantes paisajes pintados con colorido desbordante, juegos, risas por todas partes. Hasta los papas tenían mujeres e hijos como la cosa más lógica dentro de la lógica del desorden de un renacer de los tiempos. Se derribaban palacios vetustos y se construían en su lugar edificios que emulaban una Grecia o Roma superlativas, con un lujo que ni los césares disfrutaron. Se mezclaban los dioses antiguos, las pléyades, las Gracias y las ninfas para decorar todos los edificios, incluso los Santos lugares.
El monje agustiniano Savonarola arremetió desde el púlpito de San Marcos contra las costumbres licenciosas, las irreverencias atrevidas, las ideas heréticas de Pico della Mirandola o del fino platonismo de Ficino. Llegó a soliviantar a las multitudes para que quemaran los libros que ofendían las sagradas escrituras y así se perdieron algunos ejemplares de Petrarca, el Tercer tomo de la poética de Aristóteles, que hablaba el poder curativo de la risa y del sentido del humor en la comedia, algunos capítulos de las Leyes y Economicum. También las turbas llegaron a apresar a las damas ataviadas con sedas para escarnecerlas con el desnudo público para abominar de las lujosas telas, los afeites, perfumes y joyería en connivencia con la pecaminosa artesanía judía. Con el apoyo del rey francés, que tenía intereses de herencia en la península, se mataron gentes importantes y confiscaron apetecibles bienes de los castigados. Cuando el Papa decretó excomunión y herejía contra Savoranola, pudo pararse la furia abrasadora contra la alegría, el desenfreno y la ostentación de la belleza.
Elías admiró su retrato en la iglesia de San Marcos, pero al salir, le pareció que el cobrador de tiques, era el vivo retrato de Savonarola. Este parecido sorprendente indujo una de esas rápidas preguntas con las que nuestra mente va a buscar listas de soluciones:
-Palabras que empiecen por ‘p’ 9
De la misma forma, en la mente de Elías aparecieron distintas soluciones:
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Que uno que se asemejaba a Savonarola hubiera utilizado el parecido a efectos de ventaja turística. Obsérvese que algunos fans de un artista se llegan a parecer tanto a su admirado que incluso utilizan el parecido para hacer shows televisivos haciendo imitaciones muy pormenorizadas. Cuando locutores famosos se van de vacaciones los suplen con compañeros que tengan una voz muy similar y dan el pego de que el figurón sigue trabajando.
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Que los habitantes de la zona de la iglesia de San Marcos pudieran tener un parentesco lejano, conservando cierta similitud de fisonomía . Podría ser que fuéramos a un pueblo en el que residió antiguamente un pariente y descubriéramos que tenemos un clon. ¿A quién no le han confundido con otro alguna vez? Pudiera ser que nuestros rasgos se repitieran aquí y allí más veces de las que nos parece y llegase un momento en que por azar, alguien que nos conociera creyese habernos visto en otro lado y nos reprochara no haberle saludado cuando nos miraba con simpatía o miraba a ese otro desconocido que no somos nosotros.10
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Que unos rasgos que nos impresionan nos llamen la atención y los reconozcamos entre la multitud anodina por un fenómeno de atención selectiva. Una embarazada cree que todo el barrio se ha embarazado coreando su decisión, generando un fenómeno extraño de boom de nacimientos síncronos. Si nos hemos roto un brazo o un pie, vemos que la proporción de escayolados de la población parece haber aumentado repentinamente debido a un virus de torpeza.
Vio a otro Savonarola en el camarero que le trajo un expresso, en el recepcionista del hotel, en el taxista que le llevó al aeropuerto e incluso en el funcionario que le supervisó en el Control de Pasaportes
Todo hubiera quedado ahí, en el descubrimiento de un rasgo característico de una gama de italianos. Como quien descubre los rasgos étnicos de los ghaneses, de los tunecinos, los israelitas, los mongoles, los irlandeses blancos, los mafiosos italianos, los mexicanos o los indígenas Papúa…11
Pero no, por lo visto en Zaragoza también había Savonarolas: Elías vio uno en el quiosco del paseo de Independencia, el ujier de la entrada del Palacio de Sástago, el dependiente de la ferretería del Coso.
Lo que era peor. Cuando fue a visitar al psiquiatra también era Savonarola. Se supone que el psiquiatra es un tipo de persona que no conoces de nada, pero por razón de su prestigio curativo, le confías los más profundos secretos a un perfecto desconocido. Pero la confianza es una cosa que nunca es del todo completa porque si no nos guardásemos algo, por pequeño que fuera, o por los motivos inconfesables o vergonzosos que fuesen, perderíamos la identidad al ser tan transparentes al otro que viera hasta lo que nosotros mismos no vemos en nosotros. Parece que para ser uno mismo uno tiene que confiar, sí, pero en cierto modo solamente, por ejemplo cada quince días, lo los días pares, o cuando no llueve..12
-Doctor -le dijo Remigo, acongojado, veo Savonarolas por todas partes.
-Aunque los vea parecidos da igual. No se preocupe que no pueden ser los MISMOS -le contestó el psiquiatra con un aplomo que más confundía que aclaraba.
-Ya, así que da igual tanto Savonarola .. pues vaya… entonces no puedo salir de lo mismo, gracias Doctor Savonarola por haberme aclarado en qué puedo confiar y en qué desconfiar -contestó Elías aparentemente iluminado y satisfecho de haber dejado salir el impulso espontáneo de decir “Doctor Savonarola…”.
Puede ser que en los tiempos que corren, unos y otros no sepamos quienes somos, fruto del progreso que nos ha dejado tan empequeñecidos que nuestra existencia se haya vuelto fragmentaria, líquida, llena de imágenes e ideas populares que se repitan incansables como logos, anuncios y hashtag. hasta agotarnos, atontarnos y sólo ver la misma cara en todos los sitios.
COMENTARIOS
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La narración tiene un preámbulo que evoca al individuo sumergido en la inmensidad. El gigantismo del mundo, en la era de los descubrimientos, la extensión de la civilidad y las reglas sociales que limitan al individuo a un espacio de lo correcto.
Elías viaja a Italia, patria original del movimiento humanista que exalta al Yo creativo frente al Yo colectivizado, y en un museo contempla el cuadro del adalid justiciero Savonarola, castigo y azote de las veleidades individualistas.
A partir de ese momento Elías ve la cara de Savonarola en todas partes.
De las posibles teorías que explicarían el fenómeno de creer ver reflejada la misma cara que nos ha impresionado de un cuadro (show turístico, parecido genético local, atención selectiva) queda ‘excluída’ pero insinuada, la de que una cara se vuelve un icono reproducido hasta la saciedad como las caras del Che Guevara reproducidas en las camisetas o los rostros de Marilyn Monroe del cuadro de Andy Wharhol litografiado y expuesto en serie en la cabecera de múltiples dormitorios a modo de elemento decorativo de moda, o no digamos los logos de las marcas comerciales, como los de la Cocacola.
En esta narración vemos la forma de introducir elaboraciones vicarias sobre el reconocimiento de caras conocidas o falsas imágenes que pueden interferir en nuestra confianza o inducirnos a interpretaciones distorsionadas. El mismo psiquiatra puede estar implicado en la serie delirante de rostros.
Tratamos también el mecanismo de la mente que nos responde a lo que preguntamos, por más absurdo que sea (¿Qué cara de las presentes podría ser Savonarola? Se convierte en una pregunta similar a ¿Qué palabras se me ocurren que empiecen por ‘p’).
Exploramos también el nexo entre reducción del yo y engrandecimiento de los otros o del mundo social.
La cantidad gigantesca de información, la globalización de la economía y el control de las estructuras sociales pueden hacer que el individuo empequeñezca y acabe consistiendo en ‘uno más’, insignificante, igualado a otros por la moda, los programas de televisión y las agencias de noticias.
En el caso de nuestra narración, Savonarola es un personaje fallecido en la época del renacimiento, y ‘verlo’ retratado en muchos sitios, como indica el psiquiatra, no significa que pueda ser el ‘mismo’ personaje que hubiese cobrado vida y se desplazara siguiendo los pasos de Elías. La cara se impone como una marca de significado que trasforma al que usurpa en persona de ‘poca confianza’.
NOTAS TÉCNICAS
1 “Gargantúa y Pantagruel”, François Rabelais, Ed. Acantilado
2 Cada uno de los presentes juegan a añadir un plato para el desayuno, para practicar el gigantismo mencionado.
3 Continua el juego mencionando material de limpieza u olores necesarias en la macro operación.
4 Mencionan los oyentes alimentos importados de América que conozcan.
5 Continua la ronda jocosa de platos de comida con la participación de los oyentes.
6 “Blouvard y Pecuchet”, Gustave Flaubert, Ediciones de Bolsillo.
7 Aprovechamos para realizar una ronda de ‘frases hechas’ (“que buen tiempo hace hoy”, “mas vale tarde que nunca” …)
8 “Orlando furioso”, Ludovico Ariosto, ed. Biblioteca Calvino.
9 El narrador lleva a cabo un experimento de la productividad de preguntar cosas al cerebro como si estuviéramos en Google. Palabras que empiezan por ‘p’. Qué ideas se os ocurren para celebrar una fiesta el domingo. A quién podrías pedir prestados 2€.
10 Recordar el cuento “El clon capgrás”
11 El narrador pide más etnias a los presentes.
12 Son convocados los oyentes a lanzar hipótesis sobre en qué ocasiones se experimenta un cambio de tesitura (por ejemplo cada regla, cada disgusto..)