Una alfombra Carpet Vintage

Una alfombra Carpet Vintage

La exitosa empresa de alfombras de vanguardia, Carpet Vintage S.L citó para la selección de un puesto de trabajo relevante al sobradamente preparado Albert.

Cuando Albert llegó a la sede divisó a una persona de espaldas, afanada entre ovillos de lana de colores y le dijo:

-Chaval! ¿me podrías decir dónde puedo encontrar al encargado?1

Al darse la vuelta el tal ‘chaval’ resultó que era un señor de cierta edad, de esos que conservaban figura delgada y elástica, aunque la cara marcase las arrugas de la edad.

-Perdón, perdón, señor mayor -dice Albert atolondradamente.

-No tan mayor, joven -le contestó el falso mayor.

-Señor relativo, entonces -alegó Albert intentando que la cosa pareciera más un modo jovial de hacer que una pifia.

-No sé si soy relativo o fijo, pero señor sí -respondió con guasa Hugalde.

Como quiera que la conversación se mantenía en términos casi chistosos, en vez de los más serios que convenían a una primera entrevista, Albert sintió como una especie de vértigo, la sensación de que estaba metiendo la pata, y lo que es peor, que no podía hacer ya nada para arreglarlo.

Menos mal que el señor Hugalde era una persona muy sensata y encarriló la cháchara hacia el currículum laboral de Albert, por lo demás brillante. Conforme éste tenía ocasión de explicar asuntos técnicos de su experiencia laboral pudo controlar su ánimo y mostrarse natural, con desparpajo profesional, dando una imagen de trabajador competente, imaginativo y audaz en sus propuestas.

El señor Hugalde quedó seducido por lo que podía aportar su figura en la empresa, más que por su finura y lo contrató.

Tenía un compañero, Echevarría, -tal vez habría que llamarlo rival- con el que compartía el trabajo de diseño, que era bastante eficaz, inteligente y atrevido en sus propuestas.

Albert se afanaba en proponer cosas nuevas, pero resultaba del todo imposible que en tan poco tiempo pudiera competir en elegancia y pericia con Echevarría, que le llevaba diez años de ventaja.

No obstante Albert no se achicó2 y fue espabilando a gran velocidad hasta que un día propuso una idea realmente acertada que produjo un interés repentino en Echevarría.

-Podríamos hacer una alfombra con el dibujo de la clave de sol. Una alfombra que fuera sonora, agradable a la vista para los que le gusta la música, que son la mayoría de la población, de líneas estilizadas indicando modernidad y ambiente seguro, con unas reglas conocidas frente a lo desconocido, calidad de hogar frente a la selva urbana -argumentó Albert.

Echevarría se mostró sorprendido por primera vez y aceptó con agrado e incluso con halago la propuesta:

-Aunque sea idea tuya, por supuestísimo, eso quedará claro, podríamos hacer dos propuestas de alfombra, una tú y otra yo, para que el señor Hugalde decida entre las dos versiones de tu magnífica idea y no le quepa más remedio que aceptar la idea, venga de quien venga la versión elegida.

Albert aceptó de buen grado y se puso a la labor de confeccionar la alfombra. Quiso hacer algo que llamara la atención. Algo espectacular, algo notable y llamativo, algo totalmente nuevo, algo exitoso, algo espectacular3… y ese afán de complacer le llevó a colocar la clave de sol en un pentagrama curvo, dar relieve tridimensional a las líneas para hacerlas aparecer como tubos y una clave cromática.

Echevarría, cuya seguridad basada en su amplia experiencia le permitía estar más relajado, hizo quizá algo más sencillo con las líneas del pentagrama horizontales, con una escala monocroma de grises y la clave en medio, jugando en conjunto con tres colores. Su versión más sencilla daba el pego.

El señor Hugalde eligió la versión de Echevarría porque la encontró “más equilibrada”.

Albert, a pesar de las felicitaciones recibidas y de que Echevarría puso claramente de manifiesto que había sido toda una iniciativa afortunada del novato, no disfrutó de las mieles del “éxito” porque le amargó más de la cuenta no haber sido el elegido y que a pesar de su denuedo por sobresalir y demostrar su valía se hubiera preferido la versión sencilla de Echevarría.

-¿Estarás contento, no? -le dijo Echevarría con sincera sonrisa de oreja a oreja.

-Sí, sí -aseguró, moviendo sin querer el entrecejo, acercando entre si las cejas como cuando mentía o guardaba rencor.

En el siguiente proyecto Albert propuso llevar a cabo una apuesta menos convencional y algo más estilizada, fría calidez de un ambiente tecnomoderno, pero sin dejar de lado un toque de misterio gótico como en las alfombras de Fortuny. Propuso jugar con la clave de Fa sobre fondos grises simulando relieves de orilla de río.

A Echevarría la idea le encantó, no disimuló su alegría ni el reconocimiento de la creatividad de su compañero. Propuso el mismo método de trabajo al dar a elegir entre dos modelos, simulando competencia y alternancia, pero partiendo de una aquiescencia inicial.

La clave de Fa de Echevarría tuvo más volumen y arabesco, por lo tanto, ligeramente más modernista. Estaba resaltada a modo de grafo gigante ocupando un hermoso conglomerado de grises con tonalidades azuladas, gránulos de lapislázuli semejando las notas en cuarta.

La de Albert esta vez, intentando corregir el fallo de desmesura, de hybris de la vez anterior, propuso la versión más común de clave enclavada en texturas de calidez otoñal.

Realmente, al ver los resultados, hasta al mismo Albert le pareció mejor la propuesta de Echevarría que la propia. Cuando expusieron los trabajos como banderas patrióticas delante de Hugarte, con humildad se la recomendó él mismo:

-Creo que la de mi compañero Echevarría está más lograda y es la que tendría que elegir -le rogó, con aparente convicción.

Aunque la nobleza de la humildad pretenda esconder bajo tierra cualquier brizna de soberbia, a veces lo que se intenta rechazar huye y escapa por otro lado imprevisto. Como los bosques hundidos bajo el mar se trasforman en petróleo, así la aparente sinceridad de Albert se convirtió poco a poco en malhumor y en sordo rencor.

Pronto la energía del resentimiento se escondió camaleónicamente bajo piel de afán de superación. Comenzó a barruntar un nuevo proyecto de patchwork confeccionado con retales de alfombras turcas inutilizadas en pruebas, emborronando el color original con nitratos y sulfuros y una vez secos volverlos a teñir en tonos verdosos vivos, simulando tonalidades de umbríos musgos de bosque.

Como en las ocasiones anteriores -los cambios a lo que se acostumbra uno derivan en costumbres y las costumbres en leyes de las que nadie recuerda su origen4– optaron por hacer cada uno una versión de la misma idea para que el señor Hugalde eligiera la más hermosa.

Cuando llegó el turno de la noche de tintado, Albert -hay que decir que había luna llena- sucumbió a una bajeza. A una fuerza oscura, porfía, ofuscamiento, resquemor o maldad hija del resentimiento que los mejores sentimientos tienen cuando se vuelven contra sí mismos, mostrando en la pirueta lo peor de nuestro yo.

A hurtadillas se acercó al bancal de teñido y añadió óxido de zinc con un pulverizador que extendió con una escobilla simulando un falso degradado para que el resultado pareciera fallo de concepción o error en el manejo de los tintes de brillo.

No estuvo bien lo que hizo e inmediatamente se arrepintió del mal paso dado, pero como era tarde, pensó que era mejor no decir nada y que las cosas siguieran su curso5.

Por suerte el aparente estropicio causado a la alfombra de Echevarría con alevosía nocturna no tuvo el efecto que debía tener para alivio de arrepentidos. Los verdes se habían potenciado de una forma insólita ofreciendo un aspecto magnífico de prado en noche transfigurada.

El señor Hugalde se decantó tras mucho dudar por la alfombra de Echevarría:

-Aunque Albert había conseguido una armonía entre modernidad y tradición y unos tonos verdosos de excelente refinamiento, siendo la alfombra tanto apta para los gustos más vanguardistas como para los amantes del confort acogedor de un hogar con chimenea. En cambio las tonalidades degradadas del verde conseguido por Echevarría tenían el poder hipnótico de una cueva primitiva, el liquen primordial de un bosque cuaternario.

-No tengo otro remedio que seleccionar la de Echevarría como la mejor -sentenció.

No obstante, Hugalde, abrumado por tanta eficiencia de sus diseñadores, los nuevos aires que estaban aportando a la empresa y la belleza magnífica de los resultados, les invitó a una celebración de equipo de trabajo en su mansión del lago.

Albert no se encontraba anímicamente preparado para disfrutar del ofrecimiento y de la intimidad compartida con aquellos a los que sus propios demonios habían ensuciado, pero aceptó ir aunque fuera para dar la impresión de agradecido con todos, cosa que aumentaba su sensación de ser un impostor.

A la fiesta acudió la mujer de Echevarría que le llamó mucho la atención a Albert porque su imagen no pegaba con la de su compañero, tan pulcro, detallista, deportivo y jovial. Ella en cambio se vestía con prendas falsamente gastadas aparentemente rotas, con el cabello aparentemente salvaje, con mohines de supuesta descarriada, aparentemente despistada y confusa, antes muerta que sencilla…

Esa parte turbia de la apariencia de Eva y la parte trágica de Albert hicieron buenas migas. Desde aquella ocasión quedaban con frecuenta en casa de uno o de otros como grandes amigos avenidos tanto por el habitual trato distendidos como tal vez por una secreta atracción que sentían Albert y Eva sin que ellos mismos fueran capaces de reconocerla, pero que era el verdadero motor de los encuentros cada vez más frecuentes del trío de almas perdidas en largas noches de charlas interminables.

Es necesario aclarar que NO puede decirse que buscaran ir más allá de una amistad. Cualquier coquetería que nacía o situación picante era rápidamente convertida en broma y descartada como absurda desviación. SI ocurría otra cosa NO ocurría.

En una ocasión Echevarría tuvo que desplazarse al extranjero a una feria de dorsos para alfombras. Albert se ofreció galantemente a hace compañía a Eva algunos ratos por la tarde para que la soledad se le hiciera menos pesada.

La confianza era tan grande entre ellos que la idea fue bien recibida y aceptada con el beneplácito agradecido de Echevarría, que poco menos que le ordenó que la cuidase los días que se iba a encontrar fuera de forma que no notara el agobio de su ausencia.

Lo que sucedió después fue fruto del caos con el que la vida derrota nuestros intentos de ordenarla a nuestro antojo y capricho cartesiano.

Hacía tiempo que la relación de la pareja se había enfriado con tanta charla y encuentro tripartito, haciendo que la búsqueda de la pasión societal en realidad enfriara la del matrimonio mediante un continuo goteo que prácticamente lo había llevado a dique seco.

Paralelamente la maravilla del descubrimiento de otra persona que nos sorprendía y emocionaba había canalizado las energías en dirección opuesta a la deseable.

Resultado: que cayeron en vergonzosa pasión, que contra más culpable, rastrera y taimada era, más tenia la virtud de exacerbarla como si un Montesco y un Capuleto estuvieran intentando en vano prohibirla.

Cuando volvió Echevarría, lejos de apaciguarle la situación por el recuerdo de las realidades y del orden racional de las cosas, siguieron viéndose en secreto y teniendo relaciones apasionadas hasta que un día Echevarría, hurgando en la alfombra del dormitorio, seguramente empujado a ello por una sospecha que no quería tener, descubrió pelos púbicos que no era suyos y que a pesar de su tamaño diminuto se clavaban como puñaladas en el corazón conforme los descubría rodeados de viscosa sustancia.

Lógicamente Echevarría le obligó a Eva a dejar la relación so pena de divorcio.

Hasta ese momento, mientras las mentiras convivían alegremente con las verdades Eva no se planteaba romper la pareja, tal vez esperando que la llama de la pasión se apagaría espontáneamente cuando se consumiera la cera, pero empujada por el ultimátum comenzó a sopesar el problema como tal y las posibles soluciones se le aparecían como imperfectas y malas.

Finalmente no tuvo más remedio que irse con Albert empujada por las exigencias impacientes de Echevarría, arrastrada por las bajas pasiones, aturullada por la confusión y tranquilizada por las promesas de solución que le ofrecía Albert -insuficientes, pero soluciones al fin y al cabo-

-Me voy para no atormentarte más -le dijo finalmente Eva a Echevarría.

-No lo mataré porque en el fondo quiero que vivas feliz, aunque sea yo el que muera -aseguró rimbombante Echevarría, sin mucho convencimiento ni de lo uno ni de lo otro.

-No hace falta que muera nadie, sino que vivamos todos, aunque en cierto modo todo muera -le consoló Eva, llorando.

Albert intentó convencerse de que todo había ocurrido “porque se amaban”, y que habiendo hecho tanto daño innecesario a su amigo traicionado, a la amistad burlada y la nobleza estafada, el ruido de la culpa quedaba amortiguado por los gruesos muros del amor.

La verdad fue que los acontecimientos también le arrastraron a Albert a una situación no querida. La enemistad de su compañero y rival, el cisma en el trabajo, separando al personal en grupos de influencia los avangard y los clasical los llamaban, la precipitación de una nueva pareja sin los prolegómenos de un romance, pasando de lujuriosos a enamorados saltando el vacío intermedio.

Lo cierto es que los traidores se vieron convertidos en dos simuladores del amor y tanto empeño se tomaron para que lo falso fuese verdadero que al final lograron encontrar sentido al sinsentido.

Por fin Hugalde prefirió la alfombra trinono de Albert, con franjas de fondo submarino con corales, mar con bancada de peces y cielo con gaviotas, con una especie de tridente difuminado en la zona de agua. El de Echevarría eran dos franjas degradadas simulando un mar oscuro y un cielo estrellado.


COMENTARIOS

#competitividad #creatividad #rivalidad #traición

Hugalde contrata a Abert en su empresa para que aporte aires frescos de renovación y nuevas ideas, a pesar de que a su talante le falta algo de ‘finura’. El equivalente sería adquirir en una cuadra un pura sangre que cocea.

Se comienza con la costumbre de que Albert proponga una idea, pero realicen dos versiones de la misma, una hecha por Echevarría, el principal trabajador, experimentado y competente y por el nuevo, Albert, la otra. Aunque la idea siempre es aceptable, en cambio la ejecución final siempre resulta mejor la de Echevarría. Hay una contraposición entre proponer y resolver. Esta última actividad requiere un ajuste inteligente a la realidad que gana con la experiencia.

Albert acumula un cierto rencor y acritud, a pesar de ser aceptado, porque nunca lo es del todo. La necesidad de valía le empuja a ser original y en cierto modo lo logra, aunque de modo insuficiente, porque no domina todavía otros parámetros complejos como serían el equilibrio, la sencillez, la oportunidad y los gustos de los clientes. Esta contraposición se da a menudo entre el ‘idealismo’ y el ‘realismo’.

Echevarría le invita a su casa, la presenta a su hermosa mujer Eva e intenta acogerlo y darle amistad. En cambio Albert cada vez se prenda más de Eva, al punto que una ocasión tienen un lance pasional, que se va repitiendo en veces posteriores. Un día descubre Echevarría unas huellas en la alfombra del affaire y da un ultimatunm a Eva, que al final se va con Albert forzada por las circunstancias. Parece que lo que NO debería pasar, por ser prohibido, desleal y destructor de relaciones, se convierte en el principal acicate. Es la fuerza de lo prohibido, como por ejemplo el inicio juvenil en las drogas.

La nueva pareja intenta tirar adelante, pero en el trabajo se crea un cisma entre los partidarios de Albert y Echevarría. Por primera vez Albert logra que su propuesta salga aceptada por Hugalde en la ejecución de un tema marino. Esta nueva situación señala la evolución dinámica de los grupos y los subgrupos, que de forma espontánea tienden a auto posicionarse como células en proceso de división.


NOTAS TÉCNICAS

1 Si ves a alguien por detrás con el pelo largo, confundes chico con chica, niño con niña o un amigo con un descocido.

2 El narrador busca palabras que peguen con lo que quiere decir, que no encuentra y las tiene en ‘la punta de la lengua’ y va descartando algunas “amedrantó”, no se “empequeñeció”, no se “amilanó”, no se “encogió”, no se “apocó” en vistas a que el público le presente la palabra que encaja mejor.

3 Momento para volver a solicitar ayuda semántica.

4 Mencionamos costumbres que han devenido ‘ley’ al cabo del tiempo: “los días de fiesta”, “circular por la derecha”, “saludarse dándose la mano”…

5 Ponemos como ejemplo alternativo: Una madre rompe al salir del aparcamiento un retrovisor del vecino y dice “como lo sentimos… le dejaremos los trozos rotos encima del capó para que los vea.. niños, vámonos de vuelta..”

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