La alacena

La alacena

En una ocasión en que me acerqué al rastrillo de la plaza de toros, recorrí los puestos en los que había cosas recogidas de desguaces de casas, rehabilitaciones, ventas y desahucios. Había planchas de carbón, llaves de hierro antiguas, repuestos de lagrimones de vidrio, herrajes, plumas de plumilla, figuritas de esas que se colocaban encima de la chimenea y se regalaban en bodas y bautizos, catalejos, vajillas de postín desconchadas, libros antiguos, herraduras, abrecartas para cortar hojas pegadas a octavos..1 y de pronto, semi oculta entre un sillón y un espejo, vi una pequeña alacena con celosía de madera y un cajoncito.

Me dio un vuelco el corazón como intuyendo una semejanza relativa a un objeto de valor sentimental importante para mí en otra época. A veces el corazón avisa a la razón sobre algo que no comprende todavía pero, como probablemente existe, hay que despertarla, espolearla, señalarle el objetivo para que se cerciore, descarte errores y corrobore, porque sin la aquiescencia de la razón el corazón no podría hacer nada más que arrebatarse.

Esta alacena era la misma que nos dejó en herencia la tía Marilú de Castellote. Siempre que íbamos de visita la abríamos, remirábamos y desordenábamos, en busca de algún dulce o alguna moneda escondida con la que ir a comprar cacahuetes salados al colmado de la explanada. En una ocasión nos llevó de romería a la Virgen de las Lluvias y sacó unos caramelos de miel de romero del interior del azucarero de alpaca y en las fiestas nos dio unos céntimos que guardaba en un bote junto al calcetín de hacer café.

Pero cuando hurgábamos nosotros, en la hora en la que los adultos se iban a hacer la siesta a la solana, sólo habíamos encontrado misteriosas recetas dictadas por el boticario, llenas de por cientos y nombres extraños de sustancias y bolsas con hierbas para guisos.

A base de hurgar y toquetear dimos incluso, con una pequeña tablilla que al sacarla con un alambre tenía una rebaje interior y en él había una foto desgastada y llena de doblados que borroneaban la imagen de un guardia civil de tricornio a la antigua que ella decía que era su marido asesinado en la guerra civil. Una de esas fotos con picos en vez de bordes rectos.

Mi hermano que era muy sociable y zalamero siempre se sentaba a su lado y acariciaba al gato que dormitaba en su falda mientras ella contaba a nuestros padres historias antiguas sobre Ismael, Paco el de la costanilla y los que se fueron a buscar fortuna a Teruel, Zaragoza o Barcelona, como el Remigio que se fue a Santa Coloma con la Paquita a pesar de la oposición y el disgusto de sus padres. Si pedía ayuda para algo, mi hermano se adelantaba o incluso me apartaba cogiéndome del jersey si por un casual estaba yo más cerca y me había colado antes en la carrera de ayudantes voluntarios.

Yo adoraba a mi tía Marilú, pero no lo parecía, porque por timidez o falta de espíritu competitivo le dejaba el turno de agasajador oficial a mi hermano, al que le encantaba el oficio de embaucador de personas de pro.

Cuando enfermó –y ella era de las que nunca enfermaban sino era para morirse- mi hermano se ofreció el primero. Se olvidó de avisarme para hacerme pasar por sobrino de pacotilla, en traerla a que la viera un médico de ciudad.

A los pocos días falleció y la enterraron en el cementerio junto a otros parientes con los que tenia lazos lejanos. Durante el paseíllo nos relataba un familiar indirecto hechos periclitados de las personas fotografiadas en los nichos. Enumeraba el árbol genealógico, edades, oficios, maleficios y causa de su fallecimiento.

Mi hermano y su novia se ofrecieron para avisar a los vecinos de Castellote, recoger cuatro recuerdos, entregar al cura el resto de posesiones para los menesterosos, de paso que le encargaban unas misas, recoger unos pocos dineros con los que compraron unas garrafas de aceite y arreglaron papeles en el ayuntamiento.

Como albacea oficial de la familia se adueñó de la alacena de celosía sin pensar que pudiera objetar yo nada del asunto después que se había tomado tantas molestias y encima había puesto dinero de su bolsillo para pagar misas.

Llegué a ver el mueble en una ocasión en que me invitaron a su casa de campo, donde alardeaba como de costumbre de ser magnífico anfitrión, jardinero, hortelano, cuidador de perros, experto en la carne a la parrilla y especialista donde los hubiera en cocinar caracoles a la brasa.

Desde que unos amigos le invitaron a un espectáculo porno en vivo, por lo visto, habían comenzado a practicar intercambio de parejas. Primero con aquella primera pareja pervertidora, luego con las más liberales de su entorno y algunas desconocidas que encontraban por medio de clubes y revistas especializadas. A mi siempre me pareció una forma extraña de conservar la pareja haciendo oficial la infidelidad y controlando lo pasional en forma de juego erótico2.

El caso es que uno de sus juegos acabó en vaciamiento de la casa, ya que la pareja invitada se llevó en la furgoneta los enseres que quisieron, mientras mi hermano y su mujer dormían como troncos, anestesiados con licores.

Nunca sabré si fue una venganza por algún tipo de ofensa erótica o un abuso de confianza. La realidad era que la alacena de la tía Marilú fue robada al ladrón usurpador del cariño de la tía y nunca más se supo.

Pero finalmente, el armario deteriorado, carcomido y con algunas celosías rotas aparecía milagrosamente en el puesto del rastrillo.

-Cuánto pide por ese mueble medio roto que está detrás del espejo? –le pregunté al vendedor de melena gitana.

Él se apartó el pelo, se me quedó mirando y sin dejarse impresionar por mi treta de hacer subrayar que el mueble estaba deteriorado y no podía valer mucho, adivinó al momento que tenía mucho interés en él, mal disimulado.

-Vaya, ese ya me lo han pedido varios, porque es muy coqueto, bonito y de buena madera. Para ti ciento ochenta euros-sentenció, como si me estuviera haciendo un favor-.

-Pero tiene carcoma, está desgastado y con alguna celosía rota.. ¿no tendría que hacerme algún descuento?

-Ya, si se lo pongo barato por cómo está. Con un tratamiento anticarcoma, un barnizado.. el doble le sacaría, ¡Es una oportunidad! Una ganga, que seguro vendo antes de acabar la mañana. Porque a ver.. ¿Cuánto tenía pensado pagar? –concede como último recurso piadoso al acuerdo-.

-Menos de cien, desde luego –opiné un poco desilusionado porque la justicia me saliera tan cara…

-Vale, ni pa ti ni pa mí. Te lo dejo en ciento sesenta.. y pierdo dinero… porque como te veo tan ilusionado..

-“Debe ser que los psicópatas detectan a la primer nuestra debilidad” –pensé, pero para no discutir más le dije: -venga, me lo quedo. Voy a sacar dinero porque no pensaba comprar hoy y no llevo tanto encima.

-Ya ya vaya, que yo se lo guardo. Vaya feliz porque se lleva un tesoro a precio de patata.3

Fui a sacar el dinero del banco y me la llevé a casa envuelta en papel de diario, deseoso de sacar con una pinza el cajoncito secreto de mi tío asesinado.

Para mi sorpresa no había foto sino un papel de cuaderno cuadriculado amarilleado por el tiempo y la humedad.

Reconocí mi propia letra, la que tenía hace años cuando todavía reverenciaba la letra y la dibujaba oronda y exquisita:

-“Te quiero más que a la Virgen de las Lluvias, tía Marilú” –decía la misiva- que debía haberla enviado con pasión, sin que esa pasión dejara ninguna huella en la memoria.

Respiré hondo y de pronto pensé que mi tía me había querido más de lo que nunca había pensado a pesar que yo no hubiera sabido querer, al menos no tan exitosamente como mi hermano.

De la emoción se me cayó el mueble. Se rompió en tantos pedazos como milagros el tiempo le había concedido.

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COMENTARIOS

#sagaCastellote #rivalidad #regateo #secretos #timidez #libertinaje

Dos hermanos compiten por el afecto de su tía. El uno es zalamero y oportunista, el otro tímido y reservado, hasta parecer frío y maleducado a veces. El hermano exitoso y espabilado se lleva el gato al agua de la atención de la tía y cuando ésta fallece, además de aparentar ser el hombre capaz de la familia, se queda con la alacena donde se guardaban los tesoros de la infancia.

El hermano sociable había comenzado una serie de prácticas sexuales liberales de intercambio de pareja, que era su fórmula para hacer durar su relación. De resulta de unos de estos encuentros libertinos le robaron la alacena.

Finalmente el protagonista de la historia la encontró en un mercadillo, la compró y miró dentro de un rincón secreto a ver si estaba todavía la foto antigua de su tío guardia civil asesinado en la guerra. Con asombro constató que en vez de la foto hay una carta que ni siquiera recordaba haber escrito, en la que le manifestaba cariño a la tía y ella la había conservado en el resquicio secreto de la alhacena. Descubre a posteriori, en el mercadillo de las cosas desechadas, que su tía había sabido apreciar lo que él entonces había sido incapaz de manifestar.

Aunque disimulemos y callemos, se escapa a pesar de tanta precaución información suficiente, que incluso el intento de ocultarla realza, como para que los demás nos conozcan mejor de lo que imaginamos.

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NOTA TÉCNICA

Material adicional de la historia de Emmanuel como ejemplo de educación para el erotismo.

Una joven esposa va a reunirse con su marido, que le critica a veces por encontrarla sosa, algo provinciana y poco sofisticada. Intenta remediarlo teniendo un relación en el avión y cuando se reúne con él le presenta a una amiga con la que tiene escarceos homosexuales, luego le presenta a un gurú para que la eduque y la vuelva exquisita.

Al principio Emmanuel cree que el señor le hará cosas fantásticas, pero en vez de eso la ofrece al cochero, a uno cualquiera que pasa, la ofrece como premio de un combate y finalmente tienen una relación en la que ella piensa en todos con los que ha estado y él en sus conquistas.

Mensaje: hacer el amor pensando en otros es mejor que empobrecerse con uno. Ya esta preparada Emmanuel para entenderse con su marido diplomático.


NOTAS

1 Realizamos una ronda de contribuciones entre los presentes de objetos que aparte de los dichos se podrían encontrar en un mercadillo de cosas antiguas.

2 Insertamos brevemente la historia de Emmanuel a fin de ilustrar la fuerza de la fantasía en el caso del erotismo. Ver el fragmento al final del cuento como comentario técnico.

3 Representamos una escena similar de regateo entre dos voluntarios para sacar a la luz el arte del regateo.

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