Gamberro por equivocación
Representado por Julia Palacino y Alba Uson
El entretenimiento de El Flix con sus amigos hasta entonces había sido hacer cabañas, guerras de bandas, cosechar frutas robadas, tocar timbres de las comunidades, estudiar la vida secreta de los gatos, las canicas, las carreras de chapas, el media manga manga entera, el reparto de tierras a navaja. Era aceptar ser uno más o no ser nadie.1
Le habían hablado de que había un grupo de niños que hacía guiñoles y se reunía en el jardín de Petronila, que tenía ventanucos en un muro de la zona pública que hacían de proscenio. El Quique le había dicho que hablara de su parte con el “El Pecas”. Con esa presentación con toda seguridad le apuntarían.
Cuando El Flix preguntó a un grupillo con más pintas de gamberros que de artistas, apalancados en la puerta, le dijeron que allí no había nadie llamado “Pecas”, pero que sí podía encontrar al “Meca” . El Flix supuso -es lo malo que tiene suponer en vez de indagar- que al ser un nombre parecido, o bien el Meca era Pecas o el Pecas Meca
Cuando El Flix fue encarado por “El Meca” y le dijo que venía recomendado por Quique, él le dijo que no conocía a ningún Quique pero si a un “Enrique el Tufo”, por lo que se produjo una confusión mutua de la que nadie al parecer quería salir porque la conversación era un tanto brusca y las frases del Meca bastante bordes, por no decir que eran como estiletes que se clavaban en el pie en vez de en la tierra.
A partir de ahí, El Flix empezó a dejarse llevar por la presión del grupo con la idea irreal, parecida a los sueños de guiñol que dulcifican nuestras vidas, de tener amigos para los que era alguien importante.
Entre las trastadas o heroicidades, según el punto de vista que se utilice, destacaba la de entrar en el jardín prohibido de Doña Petronila y hacer sus necesidades entre las flores más preciosas.2
Resultaba algo insultante la nueva instalación de vidrios que había colocado en la cresta de la pared, intentando marcar con sangre un concepto de propiedad privada que el Meca no alcanzaba a entender.
Cuando le tocó el turno de defecar a El Flix pasó bastantes apuros por su pudor y el secreto temor que había adquirido un día que fue a hacer pipí y vino su padre a compartir el retrete con un sentido de la confianza nacido del que engendra sobre el engendrado. Él lo trataba con la confianza de quien está con un corderito que ha criado, pero El Flix se agobiaba comparando lo que le parecía enorme miembro con su pequeña pirula, adquiriendo el convencimiento de ser inferior y poco viril.
La banda quizá no esperaba juzgar su pito, sino la magnitud del cagarro, pero es sabido que lo que miran, piensan e interpretan los demás es algo muy equívoco y teñido de las propias expectativas.
También pasó apuros robando y haciendo gamberradas en los trasteros. Unas veces tenían que hacer muros con los ladrillos y los restos de yeso o cemento que encontraban haciendo una especie de pared anti paso o anti división o anti tragaluz3. En otras ocasiones hacían una especie de pasadizos volantes, formando como un laberinto, con cuerdas, tablas y los clavos que encontraban.
La diversión estaba en imaginarse qué se iba a encontrar el dueño cuando entrara por la puerta. Un espectáculo que no vivirían, pero que la imaginación basada en los objetos que formaban parte del escenario les permitía la misma o mayor fruición que si estuvieran realmente presentes. La culpa le impedía a El Flix disfrutar de esta suerte de intrincado placer.
Pero la mayor trastada, fue cuando El Flix, inducido por la banda, escribió una declaración de amor a Enrique el Tufo en la que firmaba como Lola:
Por favor, después de leer esta carta, por favor, rómpela.
Sólo quiero decirte que desde que te conocí me enamoré de tí.
Por favor, solo quiero que lo sepas, destruye esta carta nada mas leerla y no hables del asunto con nadie.
Parece ser que la falsa declaración de amor provocó amor verdadero gracias a obedecer las instrucciones de la misiva, no desvelando su naturaleza confidencial. Enrique el Tufo adquirió una osadía, basada en una falsa seguridad de ser amado en secreto, que realmente sedujo con su persistencia y descaro a Lola.
Años después los amigos de Enrique se reunieron en una fiesta de parejas. Escuchaban música y bebían 4. Cuando la cosa languidecía a las tantas, alguien propuso el juego de la verdad por si robaba algún beso prohibido. Las instrucciones eran contar una cosa que nunca habían dicho. Entonces Quique confesó que se había enamorado de Lola, gracias a una carta de amor que ella le había escrito años atrás.
Lola lo miró asombrada e incrédula. No se podía saber si por turnura etílica, porque entera se gastaba bastantes malas pulgas, por asombro de la osadía de Enrique o simplemente por haber olvidado completamente qué hizo que se enamorara de él.
COMENTARIOS
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El Flix se siente atraído por la banda del Meca, que practica cierto grado de violencia social (anti-muros y laberintos que construyen en los sótanos para trabar el paso a los dueños, cagarse en las flores del jardín de Petronila).
El Flix se ve inducido a hacer cosas moralmente cuestionables llevado por la presión de la banda del Meca. Como condición para ser aceptado y convertirse en un miembro más de la banda tiene que llevar a cabo ‘heroicidades’ por las que resultar valioso, y situarse en el lado anti-social del reparto de papeles en la ‘obra de guiñol’.
De una broma cruel, una falsa nota de amor escrita a Enrique, surge un amor verdadero. La seducción es perfectamente compatible con la falsedad.
Años más tarde, en una fiesta en la que se juega a decir la verdad cuando el cuello de la botella apunta al participante, Enrique revela que se enamoró de Lola el día que le escribió una nota de amor. La revelación de la verdad puede cuestionar en retrospectiva las creencias o el ‘mito’ del inicio de la pareja. Lola se queda asombrada al mencionar Enrique que recibió una carta suya de amor, sin recordar la carta que se suponía que había escrito.
El espectador sabe que el autor secreto fué El Flix, y contempla a Lola y Enrique como engañados que se quieren a pesar de que sus razones de inicio fueran falsas. Las rígidas categorías de verdadero y falso; heroicidad y gamberrismo; humor y crueldad quedan en entredicho, difuminadas.
NOTAS TÉCNICAS
1 El público participa en este punto añadiendo juegos de infancia que recuerdan.
2 Preguntamos sobre qué otras travesuras o gamberradas podría hacer la banda del Meca.
3 Practicamos con los presentes jugar con el prefijo ‘anti’ seguido de distintas ocurrencias (“anti-todo”, “anti-puerta” ..)
4 Pedimos colaboración para averiguar qué tipo de cosas se hacen en las fiestas con amigos.