El punto final
El
Punto Final
Publicado por Adlien Ordolean, versionado por El Encuentro
-Hey,
muchacho, ¿Estás bien? ¿Te sientes mejor ahora?
Ismael recuperaba el conocimiento cuando escuchó aquellas palabras, que
parecían haberle esperado. Abriendo lentamente los ojos, se encontró reposando
en el suelo de una habitación del hospital en el que había estado vagando. Al
ponerse inmediatamente en pie, descubrió que la habitación estaba bien cuidada
y era reducida en espacio, como planeada para una consulta; poseía un blanco radiante,
y estaba bien iluminada por la luz de que emanaba de las lámparas en el techo.
Al fijar su atención en la persona frente a él notó que era un hombre de edad,
de mirada afable y relajada, con una serie de arrugas marcadas por las sonrisas
y alegrías que debió de tener en su juventud.
Ismael escuchó aquellas palabras, pero simplemente rebotaron en su interior,
sin ser capaz de lograr comprenderlas totalmente. Esto se debía a que su
atención se enfocaba en esos momentos en el hombre que le hablaba tan
serenamente. Su apariencia se le hacía tan familiar que cuando la pregunta vino
a su mente, salió de su boca sin llegar a darle un segundo pensamiento:
-… ¿Eres Dios?
El hombre abrió los ojos, visiblemente sorprendido; pero emitió
inmediatamente una carcajada tan pacífica que Ismael no llegó a sentirse como
un tonto por haberse equivocado.
-No,
no. Creo que me confundes con alguien más… o algo. No conozco en profundidad
muchos de vuestros conceptos, aunque los haya escuchado miles de veces antes.
Yo -dijo
solemnemente-
soy un Arquitecto. No creo que tenga que entrar en más detalles al
respecto…
-¿Un… arquitecto?-Interrumpió Ismael, sin darse cuenta de que el
Arquitecto iba a continuar.
-¡Vaya!
Parece que sí necesitaras una pequeña explicación-Dijo el Arquitecto,
haciendo atención inmediata a sus palabras-: En pocas palabras, diseño y creo
realidades a voluntad. También invento y doy forma a los diversos componentes
de esas realidades, algunos se forman sólos y otros me sugieren. ¿A qué es interesante?
Cualquiera puede acceder a esas otras realidades, de manera claramente consciente o de la manera inconsciente; es lo que vosotros, los humanos, llamais “sueños”.
Aunque ninguno de vosotros ha llegado en su cuerpo a uno de mis mundos, todos pueden hacerlo a través de sus sueños, lo cual me gusta muchísimo, porque simpre hay muchas visitas.
Algunos de mis
creaciones son muy placenteras para vosotros (sueños placenteros que hayan tenido), otras no tanto (pesadillas
que hayan tenido); otras mejor olvidarlas, ¿No? Jajajaja.
Ismael escuchaba asombrado, sin llegar a creerse lo que oía.
–Yo soy
el Arquitecto de este mundo-Continuaba el anciano-, y el responsable
de este planeta, también, es mi exclusiva responsabilidad, y por eso te pido
disculpas. Afortunadamente, sin embargo, lograste salir; y por
ello, y en base a mi error responderé a cualquiera de tus dudas, exceptuando,
claro está, aquello que simplemente no comprendes ni debes comprender… aún.
Las palabras del Arquitecto despertaron en Ismael una multitud de
sentimientos, recuerdos y preguntas.
-¿Es… estoy… muerto…?
-¡Oh,
no, muchacho!-Respondió amablemente el Arquitecto, aunque luego,
como recordando algo, su voz se volvió un poco más grave y sentenciosa-. Pero tampoco
estás vivo, exactamente.
-¿A qué se refiere?-Preguntó Ismael, aún confundido.
-Pues a que estás, y estuviste, en una realidad que no es la tuya. Verás,
tú llegaste de manera involuntaria a aquel mundo diseñado por mí, y lo llenaste
de tus recuerdos y emociones más inmediatos.
Muchas cosas se
amoldaron y modificaron conforme pasabas más tiempo, ¡Y vaya que modificaste cosas! Incluso manipulabas
indirectamente aquel mundo de sueños con tu sola voluntad.
.¡¿Osea que esa cosa es creación tuya?!-Exclamó Ismael, sin dejar de sorprenderse
de lo que estaba escuchando. Tantas verdades en tan poco tiempo le estaban
pasando factura y se sentía muy excitado y confundido.
-¿Cómo… llegué hasta aquella… dimensión?
-Pues a
través de un fallo de tus funciones corporales, está claro -explicó
el Arquitecto, de una manera, tan sencilla y simple, pero tan demoledora.
Ismael comprendió: -Entonces, estoy en coma…
No
sabía cómo, ni por qué, pero ahora estaba seguro de cual era su situación; el
por qué de aquel llamado lejano y distante, de su búsqueda interminable por
encontrar sus recuerdos, a sus seres queridos, su despertar, que nunca llegó:
Un estado de sueño permanente. Todo estaba claro ahora. Eso explicaba el por
qué no podía despertar de aquel mundo y por qué podía manipularlo tan bien.
-Es, de
hecho-continuaba el Arquitecto, visiblemente emocionado-, asombroso lo que
los humanos podéis lograr en estos estados: alterar un mundo completo con sus
recuerdos, llenarlo con los seres que sus emociones buscan, crear lugares y
estructuras nuevas con tan sólo los pensamientos solidificados de su
inconsciente… pero esa es la razón misma de por qué el quedarse entre
dos mundos es tan peligroso.
Nuestros guardianes los
sacan de estos mundos cuando se encuentran en esa situación por el peligro que
acarrea el estar demasiado tiempo expuesto a la soledad y a la incoherencia del
mundo de los sueños. Es tan difícil salir y tan sencillo quedar prisionero…
Sin embargo, hay dos puertas de salida, y tú lograste salir, efectivamente.
Pero el resto…
-¿Mueren?-Preguntó Ismael, cada vez más tembloroso.
-Sí,
podríamos llamarlo así, !igual que en la tierra! Mueren… Liberan sus espíritus,
más que nada; si es que crees en esos conceptos. Debo felicitarte. Venciste ese
destino con tu fuerza de voluntad, como ningún otro antes lo había conseguido.
Y por eso puedes volver.
-“Volver”. Esa palabra golpeó con fuerza en el corazón de Ismael más que
nada de lo que antes había oído. Quería volver a ver a aquellas personas que
dejó atrás sin querer. Quería estar otra vez entre ellos. Pedir perdón.
Enmendarlo todo. Volver a ser feliz… ¡El mensaje! Aún debía entregarlo. Estaba
tan cerca ¡Al fin podría decirlo!
-¿Que necesito para volver?
-Ya casi
estás de vuelta, amigo mío. De hecho, llegaste al plano más cercano a tu mundo-Dijo
el Arquitecto, sonriente, mientras se levantaba de su asiento y le revelaba la
cama detrás de él.
Detrás del anciano aparecieron personas, muchas personas. Tenían lágrimas en
los ojos, estaban silenciosas y de pie, expectantes. En la cama había un
cuerpo, que vagamente se asemejaba al suyo; sin embargo lo reconocía como el
suyo propio pese a la cabeza rapada, la cantidad de tubos y las maquinas
cercanas a él. Se acercó lentamente.
–Te van
a desconectar-Anunció el Arquitecto.
(Ismael se asustó y se acercó rápidamente, el Arquitecto le detuvo gentilmente
con su brazo)
-Tranquilo-
Dijo-. El tiempo está parado. Sólo quiero darte una última palabra de
advertencia: No conozco el auténtico estado corporal de los humanos. Volver
tiene grandes riesgos, entre ellos volver al estado en que tu cuerpo se
encuentra. Tal vez no pueda albergar a tu alma todavía. Si vuelves, no habrá
nada que pueda hacer por tí…
(Por primera vez desde que se encontró con el anciano, era Ismael el que
sonreía)
-Salvo llevarme al otro mundo sin dolor o daño, no es mucho lo que puedas
hacer por mí.
-Tienes
razón. Aunque quería tan sólo prevenirte. Esto va a doler.
-Soy consciente de ello.
-Adiós
entonces, amigo mío – Exclamó con energía el Arquitecto, mientras se
desvanecía en la luz-… ¡Y buena suerte! Voleveremos a vernos… ¡Y
espero, de veras, que sea más tarde que temprano!
Y
mientras se despedía, el arquitecto se desvaneció en la luz.
Ismael dió los últimos pasos que le separaban de su cuerpo: Su conexión de regreso
al mundo de los vivos. Había pasado ya demasiado tiempo entre los perdidos y
era hora de finalmente regresar a casa. Inspiró profundamente y pensó realmente
en su decisión y en las consecuencias que esto llevaría. Era, tal vez,
un desafío aún mayor al que tuvo que enfrentar en el camino que dejó atrás.
Ante aquella última duda recordó la fortaleza en la oscuridad y su memoria le
trajo a todos aquellos hombres y mujeres que ya no podrían volver. Y todavía
estaba el mensaje. No dudó un segundo más.
-Estoy aquí.
Cuando abrió sus ojos, todos se sobresaltaron cuando vieron que, a segundos
de apagar las máquinas, aquel hombre destrozado volvía a la vida. Llamaron
inmediatamente a los médicos y a las enfermeras para que le asistieran,
mientras los familiares y amigos de Ismael entraban en una sorpresa emocional
arrasadora. El júbilo, el llanto, la confusión y la sorpresa se habían
esparcido entre los presentes, al punto de que estaban todos dándose abrazos,
gritando a vivo pulmón y aplaudiendo.
Pese a esta algarabía, no había nadie más feliz que el mismo Ismael: Lo
había conseguido. El dolor era indecible, pero estaba de regreso y eso
importaba más que todo lo demás.Frente
a él, al lado de la cama, estaba Belén. Era ella, podía reconocer y recordar su
rostro, y veía en él lágrimas que le enternecían enormemente. ¡Cuántas noches
habría pasado aquella mujer valiente a su lado, hablándole al oído,
inspirándole valor! Sus recuerdos le decían que sí se había casado con ella y
que no había cometido el error de haberla abandonado. Hizo un esfuerzo por
levantar su mano y estrechar la suya, acariciarla, llevarla a su pecho, tocar
sus labios…
Pero no pudo.
Algo estaba fallando. Su cuerpo no estaba respondiendo como él quería. Era lo
que el Arquitecto le había advertido. Su cuerpo no estaba listo. Llegaron los
médicos, los paramédicos y las enfermeras, intentaban reanimarlo; pero en un súbito
control de su cuerpo levantó su mano.
-¡¡Alto!!-gritó con todas sus fuerzas.
Todos le miraban, asombrado.
-Belén.
-¿Sí… cariño?- se acerca
-No sabes por lo que he pasado para verte de nuevo: Quería decirte que te
quiero, una vez más. Te doy las gracias… por todo…
Ella entendió a lo que se refería y trató de hablarle, convencerle, animarle,
pero él levantó firmemente su mano una vez más y ella guardó silencio,
obediente. Las lágrimas volvieron a salir de sus ojos. Esta vez cargadas de
amargura.
-Amigos míos… os pido perdón. A quienes ofendí… les pido perdón… a quienes
insulté… les pido perdón… a quienes traté mal… les pido perdón. A quienes
ignoré… les pido… perdón…
(se escuchan pequeños sollozos)
-Os quiero… os quiero a todos… a todos… a todos vosortros… así que… no
lloreis… idiotas…-jadeaba, con una sonrisa burlona, mientras su vida
comenzaba a extinguirse.
(todos, en ese momento de dolor, le rodean)
-No lloreis… no lloreis… no… lloreis… no… ll…or…eis…-insistió
angustiado, hasta que se le había acabado la energía para articular una palabra
más.
(sus hijos toman una de sus manos, Belén
la otra… y entonces, inesperadamente, su hijo se puso a cantarle:
-Cuando un sueño se te muera… o entre en coma una ilusión… – se escucha
cantar a la hija…
¡Era Mago de Oz! ¡”Hoy toca ser feliz”! Pudo haber sido cualquier canción…
¡Pero era esa, precisamente! Era su canción favorita y no podía encontrar una
mejor para aquel momento final. Era como cerrar una película, un libro; la
última pincelada del cuadro. En cosa de segundos, todos los que conocían la
canción habían empezado a cantar, y sus lágrimas corrían libremente, sin dolor.
Todo aquello parecía demasiado perfecto; un sueño… Pero, ¿Qué es la vida
misma, sino un sueño elaborado que puede torcerse a voluntad?
Con lo último de sus fuerzas, juntó una gran sonrisa, con la que partió, al
fin, hacia lo desconocido. Había sido una larga batalla…
Finalmente, tras todos sus sufrimientos, Ismael había triunfado.