El Meca pierde lo de Mozalbarba
El Meca y el Pecas se habían ido en un par de motos a vaciar la oficina de Ibercaja de Mozalbarba. Sabían que había recibido el furgón de reparto para el cobro de nóminas y pensiones del mes que vencía. A la Marta le dijo que se iba a cambiar una bujía de la moto para que estuviera tranquila y no le diera por sufrir, por seguridad si la cosa no saliera bien y para que no estuviera al tanto del asunto.
Allí estaban puntuales con sus recortadas. Nadie les esperaba y fue cosa de coger y volar.
La cosa prometía tomate, unos veinte mil euros a primera vista y el ojo del Meca poco fallaba en estas adivinaciones.
Salieron zumbando hacia el camino de Mozalbarba. Luego cogieron el de Alfocea por el puente del Ebro, donde tiraron las motos al agua y cogieron unas bicis amarradas que habían dejado. Pusieron los dineros en una mochila y con los cascos y gafas amarillas parecían excursionistas.
Dejaron la pista principal y se adentraron a la derecha por un senderillo que trascurría por el medio del soto. Los atravesaron sin levantar sospechas de nadie mientras comentaban tonterías sobre la comida que les iba a traer la Marta del chino y lo tonto que era ese que se empeñaba en correr como si le fuera la vida en ello, para nada..
Con tranquilidad se adentraron por la pista que iba al castillo de Miranda dejando a sus espaldas un coche patrulla que berreaba como loco tras ellos buscando humo.
Tomaron la pista hacia Juslibol. Antes de entrar al pueblo, en el recodo donde aparcaban los coches de los que iban a pasear al perro o a almorzar al parque, torcieron hacia el camino de la ribera del Ebro y pararon aparentando descansar. Estiraron los brazos hacia arriba con las manos cogidas como si se desentumecieran, vigilando un buen rato que nadie se hubiera dado cuenta de su presencia, o lo que es mejor, que siendo consumados disimuladores, de ser ciclistas amigos de la naturaleza llegaran a resultar invisibles para cualquiera que pasara por allí.
Cuando ya llevaban un par de cigarrillos fumados, el Meca le explicó al Pecas sus intenciones:
-Es mejor que enterremos el dinero aquí, por si en vez de comida china nos viene la pasma a casa. Si en un par de días la cosa está tranquila venimos a buscarlo.
– ¿Pero es seguro dejarlo aquí, ¿y si lo encuentra alguien? ¿o si se lo comen las ratas? objetó el Pecas, sin hostilidad, sabiendo de antemano que el Meca ya habría previsto todo.
– No me seas bicho de mal agüero, joder! -le contestó el Meca- Entramos allí dentro, donde está más espeso y no pasa nadie, hacemos un agujero, lo tapamos bien con hojas y ponemos una señal. El money esta envuelto en plástico y no se mojará y la mochila es a prueba de bichos. Tu tranqui que he hecho esto cientos de veces..
A fin de darle un aire exacto y científico dibujaron un triangulo entre tres arbustos, que marcaron con una navaja y en el centro enterraron la pasta.
En esas que escucharon un ruido de hojas y dieron un respingo.
El Meca, para tranquilizar al Pecas y a sí mismo comentó:
-Es sólo una rata… fíjate, hasta las ratas huyen de nosotros…
La rata en realidad era el Rissoto, el traidor señalado para liquidar por haberse ido de la banda con los ahorros de un verano. Siempre sospecharon que les podía dar el salto o chivarse a la pasma y justo cuando había pasado las pruebas de lealtad y lo iban a admitir como uno más, se ofendió y arrambló con todo lo que encontró en el almacén de Torrero.
¿Qué hacía Rissoto en ese sitio perdido de las choperas de la ribera, en medio de la espesura asilvestrada? ¿Les había seguido? ¿Sabía de ese sitio y por eso les esperaba agazapado?
Nada de eso. Era pura casualidad. Había salido a hacer sus deposiciones en un lugar alejado donde se daban una alegría con La Marta, a la que había dejado descansando encima de una manta militar en la hierba, en un claro un poco más arriba, abrigado de las miradas de los paseantes que acudían a los merenderos.
¿Qué hacían juntos La Marta, la novia del Meca y Rissoto, el enemigo number one de la banda?
Esa era otra historia paralela que se remontaba a los tiempos en los que ella consolaba a Rissoto de los feos que le hacían. Contra más informaciones aportaba sobre buenos chalés deshabitados o joyerías poco protegidas para dar golpes fáciles y jugosos, más le despreciaban o le echaban en cara la eterna duda de si había tenido que ver con la detención del Pecas o si había rajado donde no debía sobre lo que tenía que tener la boca cerrada.
Ella le consolaba a escondidas y él la abrazaba en agradecimiento. La cosa fue a más con dulzura y ritmo como en un vals, todo lo contrario al mete y saca al que le tenía acostumbrada el Meca, al que quería con locura, pero que casi siempre la dejaba a medias.
De tanto en tanto, cuando el Meca se iba a trabajar lejos y se preveía que nadie se daría cuenta, Marta le llamaba para quedar e iban a las choperas de la ribera con una fiambrera de lomo, si hacía bueno o a la Ferrovial si el tiempo no acompañaba.
¿Era posible que coincidieran una turbia aventura y un botín en que estuviesen implicadas las personas que se amaban y se odiaban al mismo tiempo?
Al menos la suerte fue chanchipiruli para Rissoto. En cuanto vio partir a los ciclistas, bromeando contentos y ufanos, desenterró el alijo y se dirigió a donde estaba Marta, que no se había enterado de nada…
Unos dirían que fue el destino, otros el azar del caos natural de las cosas o incluso se pensaría en una maldición o la mala suerte que acompañaba a la buena suerte.
– Si que has tardado.., ¿tienes diarrea o es que te has puesto a jugar a la play entre las ramas? protestó Marta, preocupada por tanta espera-.
-Nada de eso, preciosa. No sabes lo que me tenía allí escondido entre las ramas, no te lo puedes ni imaginar.
-¿No me traerás en esa mochila un gato muerto? Puaff!! ¿No se te ocurrirá? ¿No será una pistola, no? Ya sabes que a mí las armas no me molan…
– Nada de eso, encanto. Es una sorpresa que te tenía guardada para este día especial.
– ¿Ah, sí , y qué es, si puede saberse ?-preguntó Marta intrigada.
– Un dinero para algo que te hace mucha ilusión, ¡para que puedas ponerte la peluquería!. Me ha resultado muy difícil conseguirlo. He arriesgado la vida en muchos golpes, pero al final lo he conseguido. He ido ahorrando de aquí y de allá todo para ti.
-!No fastidies! ¿Y de dónde le digo al Meca que ha salido el dinero? Como se huela algo es que me mata.
–Not problem –le respondió Rissoto, con una sonrisa angelical que hacía honor a su apodo-. Yo le digo a la Dolo, mi prima, que se encargue ella de los papeles del traspaso y tu le dices a él que has encontrado un curro y no tiene por qué sospechar nada. Con lo liado que anda y lo desatendida que te tiene, la cosa colará y podrás realizar tu ilusión. Una vez tengas agarrado tu sueño, tu vida tendrá otro sentido, y quien sabe, a lo mejor hasta querrás cambiar de novio.
Días después, cuando Marta le preguntó al Meca por qué estaba tan triste, le contestó:
-Me he tenido que cargar al Pecas porque me robó veinte mil euros del ala del golpe de Mozalbarba. Los sacó del escondite que teníamos en la ribera. No me lo quiso reconocer ni a punta de pistola y lo dejé tieso. Lo enterré ahí mismo entre los chopos. No tuve otro remedio. Primero Rissoto, ahora el Pecas, todos me fallan, solo faltaría que tú me dejaras, para rematar…
– Lo dices por la peluquería ¿o qué? ¿no volverás otra vez a darme la matraca, no?, tonto, tú sabes que nunca te traicionaría -replicó Marta, en un intento de parecer convincente.
COMENTARIOS
#sagaMeca #engaños #violencia #asocial
La banda del Meca lleva a cabo un golpe en un banco. En la huida simulan ser un grupo de ciclistas de excursión. Hacen ver que meriendan en el campo y dejan el botín enterrado entre el ramaje. Casualmente están ahí cerca El Rissoto y Marta, la novia del Meca, que se ven de tanto en tanto en secreto. Rissoto descubre el botín por casualidad y cuando se van se lo queda. Le promete a Marta ponerle una peluquería, sin confesarle el origen del dinero. El Meca cree que el que ha cogido el botín es el Pecas y le mata porque no hay manera de que confiese.
En este cuento tenemos una cadena de engaños: El Meca engaña a la policía, Rissoto a Marta y Marta al Meca. En este submundo la astucia y la trampa están a la orden del día y son vistos como sistemas de supervivencia y oportunidades que se cogen al vuelo.
Los personajes se encuentran ‘fuera’ del sistema, por lo que tampoco siguen las reglas establecidas.
En el grupo de oyentes hay muchos que han tenido estas vivencias y ahora intentan cambiar, adaptarse a una nueva situación a la que están mal preparados, en desventaja, con abundantes fracasos. En cierta forma siempre está presente el pasado ‘glorioso’, el otro-yo, el yo que se rechaza pero que está como posibilidad de retorno más real que el futuro incierto de una hipotética integración a la ‘normalidad’. En este contexto el cuento recuerda la desventaja de vivir engañando, con violencia sufrida y proporcionada, con un día a día incierto y desordenado.
NOTAS TÉCNICAS
De nuevo un relato de la saga del Meca y su banda de barriobajeros. En este caso con muchos diálogos que permiten teatralizar gran parte de la narración. Desde el atraco del principio hasta la escena final entre la pareja de novios. Participan algunos usuarios del centro con motivación por la actuación y con experiencia vital semejante al de los personajes.
Se utiliza la historia dentro de la historia a través del relato de Poe «La carta robada»1, ya empleada anteriormente en otro relato para explicar la misma idea del camuflaje a la vista. Rememorar este y otros hechos permite también hacer un ejercicio de memoria a largo plazo a los participantes.
Se reflexiona sobre asuntos como el azar, la casualidad y la maldición de la buena suerte. Al finalizar queda tiempo para rehacer la historia entre todos y reflexionar sobre la triste verdad del relato: la mentira como hilo conductor de ambas relaciones que finalmente conduce a un desenlace violento.
NOTAS
1“La carta robada” Edgar Allan Poe, Vorpal Editorial.