El hombre que camina

El hombre que camina

Subimos por Camino de las Torres y luego paseo de Cuellar hasta el canal. Nos detenemos a preguntar en la pastelería si tienen el “pan de la amistad” hogaza redonda hecha de pequeños panes pegados de distintas clases (centeno, con semillas, multicereales, etc.), pero resulta que sólo lo venden de un día para otro por encargo.

Miramos con tristeza las instalaciones del centro de kung-fu en el que tantos chavales de la zona se han entrenado y que parece ahora cerrado.

Cogemos el ramal del canal hacia el Parque Grande. Hacemos una parada ritual delante del hospital Juan de Dios en el que han fallecido o residido en momentos muy graves distintos familiares y conocidos del grupo de andarines, y les dedicamos merecido recuerdo. Al llegar a las escaleras de acceso al parque nos encontramos con esculturas hechas de piedras o troncos de forma casual, pintadas artísticamente y con sus títulos poéticos. Contribuimos con el arte en la calle con una piedrecita que nos paree que podría ser una cabeza de oveja.

Nada mas subir a la atalaya trasera del parque divisamos otro grupo alternativo de andarines que son ¡turistas chinos! Nos parece que contemplan desde ahí la ciudad de Zaragoza.

Aprovechamos para imitar a los imitadores y divisar distintas zonas que vamos enumerando (casa grande, Romareda, etc.) desde el mirador de Alfonso I el batallador.

Nos paramos a descifrar el mensaje de un grafitero críptico, diciendo cada uno su visión del significado.

Cuando vamos a bajar por las escaleras de la fuente alta principal del parque, nos detenemos un rato a contemplar los trabajos de restauración de las cañerías.

Pasamos por la librería Antígona, donde no podemos resistirnos a comprar un ejemplar de un tratado sobre El hombre que camina de Giacometti. Retratamos al vendedor cogiéndolo del escaparate.

También repasamos el meno del restaurante Boabab por si nos convencen los menús para alguna celebración futura de andarines.

Bajando por Fernando el Católico divisamos en el Huerva una redada de la policía a unos chavales.

Les hacen vaciar las mochilas en busca de drogas. Algunos compañeros no pueden evitar increpar “¡polis abusicas!”, mostrando mas solidaridad por el pícaro que por la ley.

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