El hijo de Eva
Cuento Original de Blas Hernandez, dramatizado.
El narrador dramatiza el cuento -que usamos como material elaborativo vicario- convocando la atención y colaboración de los presentes sentados en círculo moviéndose de un lado a otro, interpelando a cualquiera según el tema que se trata y, en distintas situaciones para invitarles a calificar comportamientos con sus palabras (simulando no encontrar la adecuada) por ejemplo: “ligar”, “seducir”, “entrar”, “insinuarse”, “coquetear”, o permitiendo comentarios al filo de lo que sucede (tener hijos solteros, relaciones sexuales sin orgasmo, ligarse a uno porque tiene medios económicos).
Introducimos elementos metalingüísticos para salir de lo conceptos concretos (ironías, formas de hablar paradojales, el humor, representaciones jocosas (abrazar un columna para explicar como fue el abrazo de las amigas).
Estudiante de practicas prepara una lista de preguntas con trampa, llevadas al absurdo, de formulación negativa o irónica, pero con la historia que se acaba de dramatizar son capaces de resolver con ese nivel metalingüístico.
Eva era una mujer de impulsos, tan pronto le daba la ventolera de Reishi, de la protectora de animales como se hacía vegetariana.
Eva trabajaba en una tienda de ropa con su jefa Cristina, aunque no se les podía considerar solo jefa y empleada pues eran más que eso, madre e hija, hermanas, compañeras de ligue, pero sobre todo eran amigas, amigas íntimas.
Cuando Eva le contó a Cristina su plan de ser madre, ésta intentó por todos los medios que lo recapacitase, pues estaba convencida de que era otro simple arrebato y de que no sería capaz de criar a un bebé. Sin embargo, Eva seguía en sus trece. Decía Eva que se había desencantado de los hombres, que ya no había (al menos lo que una ve en las películas románticas), y que mentían, eran sucios, cobardes, egoistas e inmaduros y que salvo la figura de su Abuelo, que para Eva representaba la prueba misma de que el amor existe, hacía tiempo que se imaginaba (a falta de realidad posible) una relación de amor con un hijo, que había pensado en ello constantemente, como quien sueña qué haría en caso de que tocara la lotería, fantaseando con tiernas escenas de cuidado, de descubrimiento de la vida, de compartir momentos íntimos con su hijito. Había alimentado a tal punto el deseo con la leña de la quimera que estaba decidida a tener un hijo por su cuenta, con un hombre que hiciera puramente de «semental» y que no supiera siquiera que era padre.
En vano Cristina le intento convencer de que la idea era una barbaridad, esgrimiendo problemas económicos sin fin, cambios físicos del embarazo, la carga y responsabilidad, la dificultad para seguir trabajando, la paciencia para encontrar el amor de su vida porque todavía era joven y bonita: nada, no hubo manera, y como comenzaba a contestar con rabia y se empecinaba todavía más en su propósito, prefirió dejarla en paz, pensando que como las otras veces la fuerza de la ola del deseo se convertiría en la espuma del capricho abandonado.
Una noche Eva se arregló todo lo que pudo y fue a un club de su ciudad al que acudía la gente de bien, y donde estaba convencida de que podría encontrar a un buen «ejemplar» para dejarla embarazada.
Mientras tomaba las primeras copas sola, vio en la barra a un hombre guapo y fornido, esculpido en horas de gimnasio y deportes al aire libre, que le pareció el ideal. Intentó acercarse a él, pero al escucharle hablar con su amigo de temas que parecían realmente complejos (El G7 implementa un sistema de conductividad inverso que expansiona la rotación del eje, por lo visto), decidió esperar su oportunidad mientras continuaba bebiendo.
Cuando al fin Borja, que es como se llamaba aquel fornido hombre, se quedó solo, Eva no lo dudó y se acercó a él para pedirle que le invitase a una copa. Borja no sé negó aunque él no bebía alcohol y tampoco fumaba (lo que todavía convenció más a Eva de que él era su «semental»).
Después de la copa, Eva le pidió a irse a su casa, y aunque aquello le pareció demasiado directo y algo brusco, finalmente aceptó y se pusieron en marcha. Se fueron en el coche de él, un buen BMW, a su mansión, un buen chalet en una muy buena urbanización. Eva cada vez estaba más convencida: él era el indicado.
Una vez en el dormitorio hicieron el amor, pero esa parte la tuvo que realizar Eva de memoria, recordando escenas vividas con otros cuerpos que le permitían fingir la pasion para evitar preguntas engorrosas que sabia ella que los hombres inseguros solian hacer. Al acabar, Borja le preguntó a Eva si le había gustado, y como ella contestó que si, para que nadie quedara mal, que fantástico, lo volvieron a hacer una y otra vez, porque Borja creía haber entrado en la mejor experiencia sexual de su vida.
Al terminar, Eva -agotada- se fue de allí a toda prisa denegando que le llevara de vuelta en el coche o le pidiera un taxi. Le tuvo que dar un teléfono falso al pobre Borja mintiendo en los dos últimos numeros para que nunca la pudiera encontrar. Borja se había quedado trastornado con tanta vitalidad salvaje y deseoso de repetir al día sigujiente.
Tras ese encuentro sexual, como era la «semana de la fertilidad» , a la noche siguiente Eva decidió ir a otro club menos lujoso, donde iban los trabajadores y camioneros de la ciudad. Allí conoció a otros hombres y se acostó con más desenvoltura en este ambiente eligiendo, eso si, a los de mejor aspecto.
Unas semanas después acudió a la tienda donde trabajaba con una gran noticia que contarle a Cristina… ¡Estaba embarazada!
Cristina no daba crédito a lo que escuchaba y le preguntó quién era el padre, a lo que Eva no supo contestar. A pesar de todo, Cristina le dio todo su apoyo económico, como cuidadora o madre sustituta y le dijo que le ayudaría con su hijo todo lo que hiciera falta.
Unos meses después, entró a la tienda Borja, quien había estado buscando a Eva por todos lados pero no esperaba encontrarla allí y mucho menos con su barriga de embarazada. Por los meses que le dijo Eva, él pensó que podría ser el padre, aunque ella se lo negó rotundamente. De nuevo le pidió el numero de teléfono, cambiado esta vez en segunda y en penúltima posición.
-Toma mi tarjeta de abogado por si quieres llamarme -le dijo, en un tono que quería decir, !llama esta noche!-.
Cuando volvió a visitar la tienda en busca de Eva, ya estaba avizor y al verle venir se escondió en la trastienda. Con lo poco que le gustaba a Cristrina, le obligó a mentir:
-Ya no trabaja aquí, se fué sin dejar sus señas, si que lo siento…
Borja se dio por aludido que l a pasión vivida fue fruto de un día en vez de una eternidad y cejó en su búsqueda.
Cristina y Eva, una y carte, hermanitas del alma, amigas incondicionales, llevaran juntas la crianza del bebé, sustituyendose mutuamente, engañando a las nominas con una contabilidad irreal, desatendiendo el negocio en el momento en que la economía general se replegaba. Las almas gemelas crearon una especie de madre bífida, de forma que no sabían los conocidos quien era la verdadera madre.
Pero un dia Cristina le dijo a Eva:
-Lo siento pero hoy es el ultimo día de la tienda, estamos arruinadas y hay que dejar el local mañana.
Se abrazaron largamente y se prometieron suerte en la búsquda de un nuevo trabajo y continuidad de apoyo.
Eva solicito que le dieran el paro de una vez pretextando intenciones de abrir un negocio, pero lo que hizo en realidad es darle un año sabático de amor pleno a su hijito, al que compró ropitas de moda muy cucas, alimentos proteinicos y ambiente agradable en un pisito soleado de una zona tranquila de la ciudad.
Cuando se acabó el dinero comenzó la desesperación y las citas a las trabajoras sociales, que encontraban siempre peros y trabas a las ayudas que requerian tramites subsidirarios y requisitos previos interminables. Le ofrecían en ocasiones retirarle el hijo y dejarlo en un hogar de acogida o darlo en adopción, cosa que le producía escalofríos. Finalmente, llegando al fondo del abismo, se acordó de la tarjeta del abogado y le llamó:
-¿Borja? Soy Eva
-¿Que Eva?
-Recuerdas que hace unos dos años tuvimos un rollo en tu chalet muy apasionado?
-Si, si … pero hace mucho tiempo de eso, intente contactar contigo pero no pude o no querías…
-Quería decirte que tengo un hijo tuyo.
-¿Estas segura? Te lo pregunté y me dijiste que no…
-Si estoy segura, eres tu el padre.