El grito del existencialista

El grito del existencialista

Representado por Fernanda Gardeñes

Elías, con diecisiete años recién cumplidos vagaba por la solitaria zona del parque de las pajaritas. Había jugado con los amigos entre los matorrales de la entrada norte e imaginado que atravesaba selvas peligrosas. Espiaba a las parejas en el paseo de los enamorados o en la rosaleda con el pretexto de buscar tesoros. Había simulado discursos de guasa en la rotonda de la música, jugado a mojarse y a tirar piedras en todos los estanques. Pero esa zona de las pajaritas, excepto cuando se instalaba el teatro de guiñol en fiestas, no tenía ningún atractivo, con su cuadrícula apartada y seca, por lo que ni la alegría de la infancia, ni la efervescencia del amor, ni la melancolía de la vejez, ni el aburrimiento ni la frustración por los sinsabores de la vida encontraban representación vegetal en el lugar. No obstante Elías, necesitado de un alma nueva, del paso de la inmanencia a la trascendencia, lo encontró adecuado por primera vez.

Sentado en un banco estaba el francés, al que había visto alguna vez leyendo en el paseo del quiosco. Le habían dicho que era hijo del director del Banco de Bilbao y que había estudiado en la Sorbona en París. Pero acostumbrado a la verborrea de su madre cuando le explicaba vida y milagros de todos los que saludaba en el camino y a mirar a la lejanía sin ver para no oír la cercanía, no había retenido la información sobre el francés como algo digno de ser comprendido.

“Es muy tímido”, “es muy reservado”, “ha salido muy serio, no como su hermano que es más vivaracho” había diagnosticado su madre, aunque él no se sentía ni ser ni no ser, lo que se decía que era.

Se paró delante del francés atraído por no se sabe qué misteriosa y silenciosa motivación producía su imagen de pelo largo, vestidos negros y cara cadavérica. Como estaba ahí pasmado el francés le dijo:1

-Quieres mierda?

-Qué? Yo no,..? –balbuceó Elías, sorprendido sin entender pero sin querer aparecer como un pazguato frente al de la Sorbona.

-Marihuana, hachís, costo, un porro….2

-Bueno –se vio obligado a contestar Elías para no parecer tonto de remate por no entender ninguno de los sinónimos-.

Fumando y tosiendo le estuvo explicando algo sobre las raíces de los árboles, que las tocas, creyendo que las tocas, pero en realidad te tocan ellas a ti provocando una especie de náusea de existencia.

Este incidente tuvo su influencia más inmediata en aceptar la invitación que le hizo por tercera vez Cárdenas, su amigo, de irse de aventura a conocer París en su dos caballos. Él tenía ya carné de conducir, coche y dinero por ser hijo del dueño de la calderería. Aunque era dos años mayor, se había creado una especie de relación de protección y sabiduría recibida por acólito que volvía maestro al áureo consejero, vínculo sagrado que daba sentido tanto al desorientado como al orientador. La camaradería era asimétrica pero los distintos pesos, con la adecuada distancia y respeto, mantenían el balancín en el equilibrio.

El viaje no se hizo largo. Todo llevaba a fruición y a un gozar estético que devoraba el tiempo y el aburrimiento. Los prados eran verdes, las casas tenían contraventanas de madera y dinteles azules, los techos inclinados con pizarra, los caminos con frondosos árboles, los cigarrillos Galoise, el pan era baguette y los croissants con mantequilla, los bocadillos sabían a quesos inefables3 y los francos eran unas veces nuevos y otras viejos.

Se alojaron en un camping de los bosques de Boulogne e iban a almorzar a los comedores estudiantiles, en los que servían platos exquisitos como pollo con salsa de puerros o guisantes con mantequilla a la menta.

Como buen iniciador, Cárdenas le llevó a visitar Pigalle aparentando ir por esos lares todas las semanas y le enseñaba quién era quién por el barrio:

-Esa que está inclinada en la pared como esperando, busca un cliente y ese de ahí debe ser su chulo y aquellos de allí , a pesar de ser jóvenes están para lo que están y ese que disimula debe ser policía secreta.

Elías aprendía atento a descubrir el mundo de las esencias detrás de las apariencias.

En un momento dado, llevado por un afán paternal, le añadió:

-Elías, te pago un prostituta para que aprendas a ser un hombre de verdad –le propuso, sabiendo de sobras la inexperiencia perturbada de su pupilo-amigo.

-Sí.. bueno… –aceptó Elías simulando una osadía adelantada en prestado con la confianza de poderla materializar.

En la habitación la chica elegida por su aparente sonrisa de simpatía le pidió el dinero.

-Pour moi c’est la premiere fois, je vous allez paye pendant une demi- heure –le dijo Elías, pensando que media hora sería un tiempo adecuado para su estreno.4

-No entendió muy bien que la sugerencia de que se limpiarse en el bidé, ni menos todavía la pregunta sobre qué prefería hacer. Y tras insistirle que era novato procedió ella a masturbarle e intentar una penetración, que duro un suspiro.

-¿Vous avez déjà finí ou n’a pas encore commencé? -indagó ella solicita.5

Se fue apesadumbrado escaleras abajo de la pensión, acongojado por la penosa situación vivida, lleno de dudas que no se atrevería a formular siquiera a Cárdenas.

La amistad hace que te guste la música que complace a tu amigo, sus preferencias y su identidad en cierto modo robada, pero un fallo esencial te vuelve un impostor que no se merece lo que se le da a uno sin conocimiento de causa.

El callejón del lupanar daba a la calle principal que en esos momentos estaba en plena efervescencia de Mayo del 686. Por lo visto la cantidad de gentes que concurrían a la zona eran manifestantes y no había tanto tráfico venéreo como Cárdenas había supuesto.. policía por un lado y jóvenes melenudos rebeldes por otro. La tensión se palpaba en el ambiente, acentuada por una especie de anómalo silencio.

En ese momento, arrastrado por las aguas subterráneas de su fiasco sexual, de su porvenir oscuro como inepto, las inexactitudes apreciativas de Cárdenas, su influencia que en esos momentos le parecía odiosa, las absurdas confrontaciones de existencialistas cadavéricos contra policías que por extranjeros parecerían de opereta le hizo surgir una voz bronca que más que salir se disparó:

-Cabrones! Qué pasa aquí!

Pero las huestes rebeldes lo interpretaron como

-Allons frapper! tous ici!

El grito, aunque malinterpretado, quedaba bien encajado en el contexto y rompió el silencio. Fue como una señal de inicio de lo inevitable, mayo del 68 y se desencadenó una monumental reyerta, azuzados los ánimos por la voz de disparo, cosa que quedó inmortalizada por las cámaras de los periodistas que lograron captar el momento.

Al día siguiente apareció la foto de Elías, llamando a la acción a las masas revolucionarias, en todos los periódicos más importantes del mundo con leyendas parecidas a “ la revuelta contra el sistema, la juventud airada pide lo imposible”.

Por la calle unos le miraban como un héroe y otros como un peligroso Rasputín, y cuando intenta dar una explicación le rehuían con sagrado temor.

Días más tarde, en el parque de las pajaritas el francés, hijo del director del Bilbao, le dijo con admiración:

-No sabía que estabas metido en el corazón de la razón

Elías no quiso desilusionarle de esa repentina imagen que lavaba de forma providencial sus verdaderas inseguridades y su fama de revolucionario mal merecida la prefirió en adelante a no merecer la atención o al despreció que suponía que los demás sentirían por él si supieran la verdad, en el supuesto de que la sucia verdad no se hubiera limpiado precisamente por la falsa.


COMENTARIOS

#sagaElias #impostura #dependencia

En esta narración hablamos de las influencias recibidas. Lo que hacemos guiados por buenos o malos amigos, las relaciones asimétricas y cómo nuestras primeras experiencias fallidas nos hacen ir por caminos insospechados.

El cuento comienza con la descripción de un paisaje yermo que refiere a un momento de vacío o indefinición existencial de Elías, que inicia su andadura en la búsqueda de su identidad.

Incitado por la figura de “existencialista”, que le provoca deseos de ir a París y tener nuevas experiencias y anhelos, acepta viajar con Cárdenas, el amigo que le había propuesto varias veces ir a la capital de la luz. La relación con su amigo es asimétrica, pero ambos obtienen aquello que les mantiene unidos, apoyo y admiración.

El viaje iniciático tropieza por azar con el mayo del 68 francés, y un grito de angustia, que lanza por experiencias insatisfactorias en Pigalle, se confunde fonéticamente con un grito de guerra en el que se enfrentan los manifestantes contra la policía.

Un fotógrafo inmortaliza el momento y se convierte en un famoso ‘revolucionario’. Los medios de comunicación se muestran exagerando, mintiendo y manipulando para decir la verdad (es decir, volviéndola espectáculo), como si fueran incapaces de mostrarla con sencillez, pureza y exactitud.

Elias, complacido con la suposición de ser un héroe rebelde, no la desmiente, arañando de esta forma una importancia y una fama, sin merecerlas, por lo tanto sin poderlas disfrutar del todo. De esta forma la iniciación acaba por así decirlo en una impostura, en aprender a mentir utilizando las apariencias y las suposiciones de los demás.


NOTAS TÉCNICAS

1 Esta escena la representamos de forma libre. Con dos sillas, en una lee el Francés. Elías pasa, mira, sigue, se da la vuelta, se sienta en una esquina del banco, mira al cielo, a los zapatos. El Francés le mira y le pregunta ¿quieres mierda?… y sigue la conversación .

2 Pedimos a los oyentes sinónimos que conozcan de la jerga de la calle.

3 Los voluntarios aportan platos culinarios de la órbita francesa.

4 Preguntamos si entre los presentes hay algún traductor de francés que nos explique el significado de la frase, y de paso que nos comente a su aire cómo le podía pedir el servicio a una prostituta un primerizo.

5 Volvemos a preguntar a los traductores por el significado de la frase, evidentemente para crear un momento jocoso y distendido.

6 Pedimos a un colaborador que nos explique las características del Mayo del 68 para estar al tanto de la narración. Indagamos si alguien conoce algunas frases famosas como “pidamos lo imposible”.

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