atrapando el tiempo

atrapando el tiempo

Cuando Javier cumplió nueve años llegó ese momento en el que los progenitores evalúan si el vástago debe seguir su senda o la que no pudieron ellos seguir a falta de oportunidades, equivocaciones, por un ideal de lo que les hubiera gustado ser. Tal vez el hijo, como prolongación sucedánea podría implementar algo diferente que alejase la maldición de la repetición y la condena. En el caso de Javier fue la posibilidad de ascenso que implicaba una educación elitista a la que podían acceder gracias a ciertas influencias y contactos.

Fue a estudiar como interno becado. Tuvo que desligarse con cierta prisa del ambiente familiar, espabilar, vivir con sus cosas para adentro, tomar sus propias elecciones de gustos -en el margen de lo que se permitía, que era poco y perfectamente reglado-, preferencias de amistad o sus propios apuros, ser uno mismo sin ruido, yo me lo guiso yo me lo como… tenerse que ganar a la gente haciendo la pelota, siendo simpático, condescendiendo y otras artes que el solitario se ve obligado a hacer para conseguir sus migajas de afecto de un exterior hostil.

En los momentos en los que se encontraba más cómodo era cuando salían los alumnos de excursión los jueves por la tarde, cuando hacía buen tiempo.

Recordaba Javier las carreras de barcos hechos con corcho cincelado con navaja y una vela fabricada con pañuelos recortados y cosidos a un palito. Las excursiones en invierno por la nieve, pasando sed y apuros, como si la memoria todavía se alegrara de haber sobrevivido a los peligros. A veces se pasan apuros,1como extraviarse en el bosque, perder un tren, te roban la cartera, te clavan una navaja, te rompes un tobillo2, y luego en vez del dolor que te causó lo cuentas como una aventura..

En una ocasión visitaron el Monasterio de Leyre, y en una especie de merendero que hay a los pies de la explanada, después de comer el bocadillo les dieron tiempo libre. Javier se sentó frente a una mata de boj que estaba al lado de la fuente y tras meditar media hora frente a la rama como si le fuera a iluminar el sentido de la vida enterró una nota envuelta en un pequeña bolsa de cierre zip hermético para que no se echara a perder con el tiempo, dos metros desde el centro de la fuente en dirección perpendicular. La nota estaba destinada a su Yo-Futuro, para que ese Yo-Futuro se acordare de éste Yo-Actual y le diera como un aire de eternidad. Por lo visto en los momentos de misticismo y elevación espiritual se piensa en estas cosas.

La nota hablaba de tú a tú al Yo-Futuro, diciéndole que:

Cuando abras esto tú seras otro pero serás yo todavía y estas palabras te harán recordar la promesa que hago hoy de volver a ser otra vez yo, revivir en ti o en mi letra o en mi evocación. Existiré una vez más aunque sea a tu costa, pero no te obligaré a dejar de ser tu mismo, sólo espero que me RE-CONOZCAS”

Pasados los años, siendo ya mayor, Javier fue de visita a Leyre con su mujer, con la intención de que la paz del lugar trajera nueva ilusión a su relación un tanto estropeada por el tiempo. Se acordó de la mata de boj que había señalado con tres marcas en forma de flecha con una navaja. Las muescas estaban muy deformadas, pero logró encontrar la mata y calculando las distancias, el sobre enterrado con la nota mística.

La verdad es que debería sentir algo, algo que se había previsto, algo que había sido, pero NO, el muy traidor Javier-Adulto estaba frío y desapegado respecto al mensaje.

Además los arbustos del jardín estaban decrépitos, la fuente seca, los piedras del merendero cuarteadas, corroídas y asaltadas por los musgos. Todo recordaba a merendero turístico, con restos discretos de latas, cáscaras de pipas, envoltorios de chocolatinas, pañuelos abandonados con sus microbios, colillas……3

El sendero de la fuente de San Virila4 seguía siendo umbrío, húmedo y lleno de recovecos y pasadizos oscuros. Cuando llegaron a la fuente la encontró un poco ridícula, con su estatuilla conmemorativa huérfana de nariz y oreja derecha. No se correspondía con las expectativas de recompensa final de camino agreste que había que escalar en algunos tramos. Se puede decir quizá que lo interesante era caminar sin saber a donde, en cambio la llegada tenía un no sé qué de moribundo.

El monasterio tenía habitaciones para dormir, supuestamente muy tranquilas en un paisaje paradisiaco, pero desgraciadamente les tocó en la habitación de al lado un hombre que roncaba con unos estertores que traspasaban la pared y penetraban los tímpanos de una forma que era imposible dormir.

Probaron con una bola hecha de papel de wáter humedecido: nada. Con un pequeño cono de miga de pan: nada. Se taparon las orejas con las fundas de la almohada: nada. Metiendo la cabeza debajo de la almohada, ahogando la cabeza con las sábanas: nada.

El remanso se convirtió en infierno.

Para colmo de males por la mañana a primera hora visitó la iglesia en la que cantaban los monjes gregoriano con tan mala suerte que se quedó dormido mientras recitaban salmodias. Cerraron los portalones con llaves y se quedó dentro, atrapado, un un triste caramelo de menta como único alimento hasta bien entrada la tarde.

Su mujer se había ido en el coche, pensando que se había dado a la fuga camuflado en un autobús de excursionistas que habían aparcado para comer en el restaurante de la hospedería. Luego supo que en realidad ella se había ido para siempre alegando que él no era él, al menos el mismo del que se había enamorado.

Lo peor fue la llamada del hospital avisando de un grave accidente que había tenido su hijo con la moto.

Estaba viajando en un vehículo que le había recogido haciendo auto-stop5 hasta Sangüesa con la intención de viajar desde ahí hasta Zaragoza.

-¿Se quiere bajar aquí o quiere que le lleve hasta Pamplona? -le dijo el benefactor.

Se quedó tan pasmado, tan abstraído, tan estupefacto, tan ido….6 Que debió decir “no no” “sí sí” a las preguntas del conductor, sin enterarse por su estado de shock qué le estaban preguntando. El caso es que fue a parar a Pamplona. De ahí tuvo que esperar un autocar que salía por la tarde a Zaragoza. Cuando llegó a urgencias su hijo ya había muerto.

Derrumbado en una silla cochambre de la sala para informar a familiares sacó el pañuelo para secarse las lágrimas y le salió la nota sacada del sobre guardado bajo el boj de las tres muescas.

existiré aunque a tu costa..”, leyó por encima.

Una voz ¿dentro? , ¿fuera? de su cabeza le decía de forma áspera:

-¡Cabrón!, que te costaba ser yo aunque fuera un minuto, así tu hijo no habría muerto, ni tu mujer te abría abandonado.

En las voces se cree o no se cree, pero siempre te dejan descompuesto.

Tenía esperanzas de que su mujer acudiera al entierro y deshacer malos entendidos, pero no hubo forma de localizarla, ni en casa de sus padres ni en el trabajo, tenía el móvil apagado. Luego ya fue tarde.


COMENTARIOS

#sagaJavier #tiempo #reconocimiento #crisis #voces

Javier se educa en un colegio prestigioso en régimen de interno debido a las ideas que los padres tienen sobre lo que interesa a los hijos, que tal vez sea en realidad algo relativo a las frustraciones o ambiciones de ellos.

De la época del colegio Javier recuerda hacer barquitos de corcho y las excursiones a la sierra de Leyre en la que se pasaban apuros con la nieve y los momentos en los que se perdía por un camino. Lo sufrido se convierte por el alambique de la memoria en anécdotas aventureras divertidas. En una visita a Leyre escribe una nota que entierra llamando al Yo-futuro que un día la volverá a encontrar y hará revivir al Yo-antiguo otra vez.

Pasado el tiempo acude con su mujer de visita turística y recupera la nota con cierta frialdad y desinterés, reflejo de un ‘apagamiento vital’ . Se queda encerrado en la iglesia por dormirse escuchando los maitines, y su mujer se va pensado que él ha huido dejándola sola. Su mujer está cansada de no encontrarlo, de que no sea quien era antes, cuando estaban enamorados.

Haciendo auto-stop recibe la noticia de un accidente que ha tenido su hijo, pero está tan afectado que tarda demasiado en volver a Zaragoza y ya es tarde para despedirse, pierde el tren de los vínculos significativos.

La narración va colocando uno detrás de otro los vaivenes del tiempo que nos despersonalizan: Tu serás yo, yo no soy tú, tú no eres tú.

De resultas del proceso de degradación comienza a oír voces que le reprochan lo que podía haber hecho para evitar la debacle.


NOTAS TÉCNICAS

1 Añade el narrador de cara al publico ¿os ha pasado alguna vez?

2El narrador insinúa con gestos, similares a otras sesiones, para que quien se anime añada algún ‘percance’ glorioso que se le ocurra.

3 Damos pie a la imaginación de los presentes que quieran colaborar aportando nombre de objetos que se pueden encontrar en el monte debido a la conducta humana.

4Repasamos a modo de inciso la historia del abad que se perdió durante años escuchando un ruiseñor en la fuente y al volver al monasterio no le reconocían porque habían pasado 300 años. Dios le dio la oportunidad de vislumbrar lo que podría ser la eternidad.

5 El narrador explica de forma cómica cómo se hace auto-stop. Cuenta alguna anécdota al respecto.

6Bis de ‘estupefacto’ (“absorto”, “ido”..)

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