El copiador de personalidad
Dicen que la personalidad es el esqueleto que queda cuando te quitas la carne de las circunstancias que te toca vivir. En el caso de Javier parecía como si fuera alguien tan adaptable a su ambiente que su personalidad cambiara de sitio en sitio.
Por ejemplo, en el colegio de primaria era el tonto de la clase, el burro, el alcornoque, el chorlito1… siempre confundía la ‘b’ con la ‘v’, la ‘p’ con la ‘d’ o pronunciaba mal las palabras, pobrable por probable por ejemplo2.
Cuando tuvo 10 años recibió una beca para estudiar en un internado por medio de un conocido influyente de sus padres, pero arrancado de su origen se quedó como alelado, pasmado, vaciado de espíritu propio, por lo que se vio obligado a adaptarse rápidamente al lugar como un camaleón que cambiase de rama en la que posarse.
Era muy importante la actividad del coro, porque cantar bien abría puertas de favor para subir nota y permanecer de becario. El truco de Javier, que pasó bastante desapercibido por compañeros y profesores fue el arte de mover la boca con convicción y pasión simulando cantar sin proferir ningún sonido. Sonaba muy bien sin sonar3.
Nunca se había aficionado al fútbol, pero un día se le acercó un compañero y le dijo:
-Juegas bien? Podrías suplir a Elizalde que se ha torcido un tobillo?
Javier, por no decir ni sí ni no, palabras muy drásticas y comprometedoras, hizo caso a la invitación de meterse en el equipo y sin tocar pelota fue con todo el entusiasmo de arriba a abajo del campo, ocupando espacios algo rezagados para que no hubiera riesgo de que le pasaran la pelota. Corría, sudaba, se paraba exhausto para coger aire y daba el pego de ser un entusiasta jugador, como si hubiera nacido con un balón debajo del brazo.4
Hacia el final de un partido, hizo una carrera apasionada hacia la portería contraria para demostrar coraje y pasión, pero zigzagueaba sin mirar mucho por lo que casi chocó con el árbitro que pasaba. A fin de evitarlo, en el ultimo momento hijo un giro o pirueta sobre su pierna derecha levantando la izquierda. Justo en ese momento la pelota viajaba a toda velocidad para pasársela a un delantero esquinado y chocó con su pie izquierdo levantado desviándose por azar a la portería y metiendo un gol.
Javier no dijo nada de que había sido por chiripa y a raíz de esa gloria aguada fue convocado numerosas veces a partidos, sin que la suerte -que por eso es suerte- se repitiera. Como siempre se afanaba y hacía notorios esfuerzos -baldíos pero espectaculares- e incluso chocaba con laterales y postes de la portería en sus persecuciones imaginarias de la pelota, todos lo acabaron por aceptar como esmerado jugador.5
Se adaptó muy bien con los compañeros, procurando no sobresalir llamando la atención ni parecer un soso. El truco infalible era apostillar las frases de sus amigos con coletillas:6
-No lo dirás en serio…
-No jodas..
-!Hostia!…
-Qué guay
-Qué rollo!
También tenía la posibilidad socorrida de repetir la última parte de la frase que oía, de una forma intermitente, para evitar abusar y que alguien se diera cuenta.
-No vendría bien ganar el partido del martes -decía alguien, por ejemplo.
-O sea que el martes, no? -añadía Javier.7
Cuando comenzaron a salir a billares y a bailar en discotecas, Javier logró relacionarse en esos ambientes como pez en el agua, no tanto porque lograra experimentar el placer o entusiasmo que sus colegas parecían disfrutar sino porque podía dividir su mente en dos, Javier que baila y Javier que espía desde una cámara que filmara la escena desde un rincón y pudiera observar con detalle como se movían todos. En el sordo silencio de la observación copiaba los gestos que repetía con perfección en el bullicio.
Participaba en los entierros con aire lánguido y soltaba oportunos lagrimones que apartaba con los nudillos de la mano. Sentía la angustia de la muerte y se preparaba para el realismo de lo peor.
En las bodas sonreía, enredaba el pelo de los niños, alababa la belleza de los novios y comentaba la exquisitez de los platos. Aprendía los nombres y circunstancias de los presentes que había captado en la ronda de aperitivos y los mencionaba a los que estaban a su lado soñando por momentos con tener una familia y gozaba -si es que un placer espúreo puede considerarse tal -las conversaciones baladíes que correspondían a una vida ordinaria.
En las entrevistas de trabajo tenía toda la experiencia por la que se interesaban sus empleadores, se trata de idiomas, especialidades o competencias. Era capaz de captar con bastante exactitud el perfil de trabajador que buscaban y se identificaba con él.8 Si le cogían en renuncio seguía su personaje como un consumado actor hasta que le echaban por impostor.
En lo religioso Javier estuvo un tiempo con la logia masona de occidente. Anduvo con evangelistas y entraba en una mezquita si hacía falta.
Fue hippie y vagabundo.
Cuando acudió al psiquiatra para intentar encontrar su personalidad verdadera, gracias a sus agudas observaciones estuvo en algunas ocasiones disfrazado con bata blanca haciendo de chepa del médico, copiando a sus espaldas sus gestos e indicaciones terapéuticas. El psiquiatra notaba algo atrás, pero nunca se atrevió a mirar para no dar mal ejemplo a sus pacientes a los que aconsejaba no dar importancia a esas sensaciones de tener alguien detrás que te tocase en el hombro o pronunciase algunas frases.
Eso sí, estaba algo mosqueado porque los pacientes, al salir, le decían.
-Doctor, usted sí que tiene mano para la terapia!
No sabía bien si desconfiar o aceptar esos halagos.
Se le había visto haciendo de sombra, siguiendo a gente con acusada expresividad que reflejaba interesante personalidad imitando sus gestos, manera de moverse o de quedarse pensativos con la finalidad de robarles momentáneamente un ser provisional con total impunidad.
En una ocasión le aplaudieron como ponente en un congreso sobre Rasputín. “Demostró” enseñando papeles, que a distancia nadie podía comprobar, que en la investigación sobre su muerte los que intentaron envenenar al Cristi sin éxito y dispararle cuando salía a la nieve, no fueron los verdaderos causantes de su muerte. Sus testimonios no coincidían, enseñaba un supuesto papel amarillento en hipotético ruso, demostrándolo, con los informes de la autopsia. Indicaban que había recibido una bala no por la espalda como indicaban los asesinos confesos, sino en la frente y aún así la verdadera muerte había sido por ahogamiento cuando le tiraron al río, previsiblemente unos espías ingleses que se alojaban a unos pasos, enseñando recibos y notas de pasaporte. Murió intentando romper el hielo para salir a respirar.
-Inglaterra -aseguró Javier- tenía mucho interés en matar a Rasputin sabiendo que había convencido a la Zarina de firmar la paz con Prusia. Es sabido que El Cristi había vaticinado que si no le hacían caso, la dinastía Romanov sucumbiría en una gran revolución del populacho.
La sala aplaudió y Javier sintió, aunque de forma aguada y diluida por la impostura, lo que debía sentir una persona con méritos y reconocimiento.
Cuidad si alguna vez veis la mesa de un administrativo de hospital o empresa vacía porque el operario se ha ido al lavabo o a tomar café, porque Javier solía aprovechar para suplantarlo y lo hacía tan bien que parecía que había resuelto los trámites y en cambio había dado soluciones aberrantes al tuntún dejando pruebas falsas con membretes oficiales, citas concertadas y pedidos absurdos.
COMENTARIOS
#sagaJavier #personalidad #simulación #impostura #profesionalidad
El cuento presenta a un Javier sin personalidad propia que imita la de otros según las circunstancias con la finalidad de integrarse y que nadie se de cuenta de que es un ‘impostor’ que sería rechazado si los demás supieran la verdad.
Sus esfuerzos personales no van dirigidos a adquirir una identidad propia, sino a ser consumado ‘ladrón de personalidades’, un adaptativo patológico, valga la licencia.
Habla sin aportar nada, sólo utiliza frases hechas como Bouvard y Patuchet9. Imita las modas mayoritarias. Es uno más, sin llamar la atención para no correr el peligro de ser descubierto. Adquiere el arte consumado de decir lo que los demás quieren oír, como si fuera un eco o un espejo.
Cuando visita al psiquiatra hace luego de psiquiatra, imitándole. Cuando va un congreso, simula ser un experto, inventándose suposiciones.
Al final la narración nos hace sospechar de los falsos profesionales, que puede que sean Javier simulando ser funcionarios que nos marean o expertos que nos toman el pelo para sacarnos el dinero.
El humor y la derivación al absurdo son técnicas que nos hacen reflexionar sobre el modo de vincularnos con los demás. Si es de un modo significativo, superficial o circunstancial.
NOTAS TÉCNICAS
1 Hacemos con los oyentes una lista de calificativos a una persona que falla en su aprendizaje (“torpe”,”duro de mollera”.”más basto que un arado”..)
2 Pedimos a los presentes si nos podrían ilustrar con algún ejemplo de su cosecha (“pedricar en vez de predicar” “rintintin por retintín”…)
3 Practicamos el arte del simulador poniendo a tres voluntarios a cantar una canción conocida. El del medio abre la boca pero no canta. Se pregunta al público cual de los tres hace trampas.
4Aprovechamos la ocasión para comentar el fenómeno del ‘activismo’ contra la productividad. Ponemos ejemplos de uno que se mueve mucho, pero alza medio metro de un muro, mientras otro que trabaja con calma, se toma un descanso, pero levanta un metro.
5 Chocar con el palo de la portería, agotarse en un carrera se simulan en el centro de la sala por el narrador.
6 Cuatro voluntarios hablan entre sí de un tema, el narrador hace de quinto elemento. Se sienta un poco más atrás para señalar su papel diferencial y va comentando con las frases hechas como si participara, poniendo cara de circunstancias para que el público no se confunda con que está participando como un más.
7 En la representación en cambio repite un parte de la frase que dice uno cualquiera de los cuatro voluntarios.
8 Representamos este sketch a modo de ejemplo del arte de decir lo que los demás quieren oír.
9 “Bouvard y Pécuchet”, G Flaubert, Ed. MaxiTursquets. Ver el análisis de este fenómeno en “El idiota de la familia”, J.P. Sartre, Ed Tiempo Contemporaneo
Hemos reforzado la historia con diferentes elementos:
Introducción en la que explicamos las diferencias entre el cuerpo con su carne y su esqueleto y la personalidad con lo externo de las circunstancias que la rodean. (Apoyo visual con dibujo en la pizarra)
Fomentar en el grupo enumeraciones de adjetivos relacionados con aspectos emocionales – ampliar vocabulario emocional
Utilizar el humor para representar situaciones exageradas y absurdas que evoquen o sugieran.
Dramatizar las situaciones para generar más impacto y representar de forma visual y vivida la escena.
Al final del relato han surgido ideas, como comentarios a modo de conclusión que se han compartido y debatido.