El concierto de Elgar.

El concierto de Elgar.

Representado por Jenifer Isla Alfonso y Alba Uson

Roberto era un hombre de mediana edad que vivía con cierta desadaptación en la vida1. Un buen día acudió al concierto de violonchelo de Edgar.

Allí entre los componentes de la orquesta descubrió a la violonchelista Rosa, de la que quedó prendado por la pasión con la que tocaba el instrumento. Se decía que era hija de Rodríguez Picó, un moderno compositor.

Roberto, encandilado por la actuación quería una grabación de la misma para poder revivir aquel momento una y otra vez2. El propósito al principio era un juego. Nació en él el capricho como una veleidad. En broma, medio en serio surgió luego una especie de apuesta por seguir hasta el final con ese deseo, empecinado en conseguir una grabación de aquel evento.

Decidió investigar acerca de Rosa, y un día se acercó al barrio donde había averiguado que vivía, alojada en las habitaciones de un hotelito o pensión…3 al que se accedía través de un bar bohemio. Unas escaleras permitían el acceso hasta este lugar, como si se tratara de un antiguo hotel del oeste. Una vez llegado al destino, Roberto se acercó a ella, que estaba rodeada de una nube de admiradores que competían por llamar su atención.

Pese a haber encontrado a su idolatrada Rosa, no se atrevía a pedirle la grabación por temor a parecer un pedigüeño molesto. Decidió limitarse a hacer algún comentario sensato sobre alguna opinión estrafalaria del resto de asistentes. Buscaba así llamar su atención, no de un modo histriónico o buscando hacerla reír con comentarios chistosos, sino ganándosela con la afilada arma de la moderación. 4

Ay Rosa, no he visto otra persona tan encantadora como tú -dijo uno de los admiradores.

El encantamiento es más propio de un cuento de hadas -objetó Roberto-.

Y la conversación siguió:

Porque si no se toca con pasión, nada merece la pena -dijo otro simpatizante al cabo de un rato-.

Puede haber bellezas frías, páramos de desolación, pedregales, lugares de confusión y cada belleza tendría su modo de admirarla. -aprovechó raudo en intervenir Roberto-.

Esta estrategia de ir picoteando aquí y allá, interviniendo ni poco ni mucho, con comentarios entre inteligentes y oportunistas fue la siembra que finalmente produjo una buena cosecha.

Mientras tanto, se habían sentado todos en un banco de piedra y Rosa se había situado junto a Roberto, aparentemente por puro azar. Ella le rozaba con espontánea naturalidad mientras la animada discusión y los piropos continuaban.

Él permanecía en silencio desde que el contacto se había producido, cuidando de no espantarla con algún comentario ‘oportuno’ o ‘sensato’ que tuviera alguna palabra que pudiera mal interpretarse o por el vértigo de haberse colado en el grupo de seguidores y ser un impostor impertinente que sólo quería una grabación. !Qué lejos le había llevado su propio deseo!

Y de repente, Rosa apoyó la cabeza en su hombro para descansar un ratito de ser el centro de atención del artisteo.

Alegó estar cansada y rápidamente se ofrecieron todos a acompañarla hasta su casa. Ante esto Roberto se mantuvo por cautela en un segundo plano, caminando más lento, unos pasos atrás respecto de los demás.

Pero Rosa, por sorpresa, atravesó la troupe, se refugió en la parte de atrás donde estaba Roberto y le cogió del brazo con desparpajo y naturalidad y también algo piripi por haber bebido alguna copa de más. Cuando parecía que nadie les estaba mirando, ella le pidió un beso para saber qué se sentía, por curiosidad.

No sé si eliges a la persona adecuada, porque yo soy un poco piltrafa y no nos conocemos de nada – le respondió Roberto, espantado -.

No importa. Solo tengo curiosidad por saber lo que siento al hacerlo.

Y así se inició el experimento que a Rosa le rondaba por la cabeza. Comenzó con una representación de una “o” en los labios que se juntaron pero continuaron con algo más sensual.

Al observarles el resto de los admiradores y ser conscientes del derrotero de los acontecimientos, se apagaron sus entusiasmos y decidieron irse en cuanto llegaron al hotel. Roberto y Rosa, que se habían rezagado, continuaron el camino distraídos con lo suyo, ajenos a la partida del resto y una vez dentro del hall se sentaron en cuclillas frente a la puerta del ascensor porque los limpiadores estaban fregando el suelo y limpiando la pared de madera.

Lo siento, no sé si molestamos sentados aquí, mirando y esperando que acabéis – se disculpó Roberto

El limpiador no pareció oír nada y actuaba obliterándoles.

Parece que somos invisibles – concluyó Roberto, con su lógica sensata.

Veo que lo has descubierto – comentó ella.

Rosa disfrutaba de la felicidad del anonimato sugiriendo a Roberto que el vivir alejado de la fama y de la visibilidad muchas veces era lo mejor.

– Qué agradable es ser feliz en la vida real, sin ser prejuzgada por los que me conocen, ni adulada o admirada, ni tener que ofrecer una imagen para que los demás estén satisfechos con sus expectativas – le dijo a Roberto, abrazándolo como si ese bienestar se lo regalara él-.

Aunque no lo habían hablado antes, parece ser que los hechos consumados fueron que subieron a la buhardilla del hotel donde ella tenía alquilado un loft5.

Roberto recordaba su objetivo, su capricho de conseguir una grabación del concierto que tanto le gustó o que le hizo sentir cosas extraordinarias a su través, porque el espíritu dormido se escapaba por cualquier agujero, pero tal como se iban desarrollando los acontecimientos con la chelista talentosa, que desoía sus pegas de que no se conocían de nada, que se encontraba azorado y poco proclive para aventuras imposibles, notaba que iba cediendo, perfectamente complacido, a la tentación carnal.

Pero aquí estás conmigo, besándonos y abrazándonos. -le animaba Rosa -. Esta es la segunda vez que me pasa que me dejo llevar y no soy tan selectiva como acostumbro, ni tan recelosa, porque he tenido muchas decepciones por cómo y por qué se acercan a mí, por apariencias, por figureo. La primera vez que me entregué a un desconocido fue con diecisiete años en la playa, con un chico que se sentó al lado y nos sentimos atraídos sin más, puras hormonas y la segunda, eres tú.

Pero… igual soy tan miserable como tu grupo de admiradores – le previno Roberto -.

A lo que Rosa decidida y con firmeza le respondió:

No importa mientras seamos invisibles y podamos hacer lo que queramos como almas perdidas en la nada.


COMENTARIOS

#sagaRoberto #obsesión #seducción

Partimos del punto en el que Roberto está desadaptado, esto es, funciona como zombie o como robot, porque le falta el entusiasmo que hubiera provenido de que las cosas le hubieran ido mejor, se hubieran cumplido sus ensueños juveniles. El concierto de alguna forma ha abierto una ventana a la esperanza de vida pasional y persigue un método de conservación, obtener una copia ‘enlatada’ que perdure en el tiempo, de esa agradable sensación.

Su deseo empecinado de obtener una grabación del concierto parece, como obsesión, que le hace estar en vilo, entrando sin pretenderlo en la disyuntiva dramática de que “solo” consiguiéndolo será feliz, por lo que dudosamente logrará salvarse de la la amargura de su “fracaso vital”.

La dinámica del deseo imposible o irracional le moviliza cerca de la chelista, siempre rodeada de admiradores y su propia estrategia de “anti-seducción” es la que consigue seducirla sin él pretenderlo por considerarse pareja inadecuada para la gran chelista.

Roberto se deja arrastrar por la situación, de igual modo que Rosa se deja llevar por sus instintos y no por la necesidad de mantener una imagen brillante. Finalmente sucumbe a la tentación olvidándose de la copia del concierto que supuestamente le iba a dar una fácil pasión provisional, abandonándose a la nada, a la invisibilidad, al anonimato y dejando de lado los ideales. ¿encontrará claudicando la intensidad que buscaba o la muerte de los ilusos entusiasmos?

Intentamos exteriorizar la mecánica íntima del desarraigo y de la aspiración al cambio, más fantasioso cuanto más destruida está la persona, al punto de parecer un esperpento si aspira a glorias que supuestamente no se merece.


NOTAS TÉCNICAS

1Se explica este fenómeno como no tener el trabajo, la pareja (por ejemplo no según sus cánones ideales), el tipo de relación con los hijos (son egoístas, poco afectivos) o los amigos que se hubiera querido (son traidores, van a lo suyo) en épocas de ensueño juvenil.

2Es un buscador de satisfacciones, y cuando encuentra una se agarra como el bebé a la teta de la madre.. El empeño que tiene por obtener una grabación se lo toma como si la vida le fuera en ello. !Qué feliz sería si la tuviera!, es un reto en el cual si la encuentra será feliz y si no desgraciado.

3Lugares en los que pernoctar: buscar entre todos un nombre para ese lugar (posada, habitación, apartamento…)

4Hay una ironía en el hecho de que quiera llamar la atención sin llamar la atención (siendo moderado). Es el momento para comprender esta parte mediante ejemplos en los que el narrador introduce una frase extrema (por arriba o por abajo) y los oyentes deben encontrar una opción intermedia.

5Término actual para un espacio diáfano que en este caso puede referirse tanto a un desván desvencijado como a un apartamento de lujo. El narrador se entretiene un rato con esta disquisición que comparte con los presentes para consultarles su opinión.

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