El hombre cosificado

El hombre cosificado

Representado por Luz Moreno

Roberto provenía de una familia humilde, y como sucede en estos casos, experimentaba desde pequeño las situaciones más surrealistas a causa de la necesidad. Un día le tocaba repartir un muslo para cuatro, otro heredaba la ropa del hermano mayor, estuviese como estuviese… Por ello cuando llegaba la navidad había que saber elegir sabiamente el único regalo que podían permitirse en casa, sobre todo para poder darle usos múltiples al juguete. De esta manera, un fuerte de indios y vaqueros, podía ser una granja, un parque de atracciones o un campo de fútbol, echándole un poco de imaginación.

Roberto hizo la primera comunión y como la ocasión lo merecía, recibió dos regalos especiales, un reloj de los que no hacía falta darles cuerda, ya que se cargaban con el movimiento y una pluma Parker.

Estaba muy contento con sus dos obsequios pero como había conocido recientemente la experiencia de la muerte de su yaya, empezó a tener pesadillas de que él mismo moría y no podía disfrutar de esos regalos tan ansiados y preciados. De niños la muerte se ve como algo lejano, ajeno y que se dispone de tiempo para todo: caer y levantarse; enriquecerse y empobrecerse; amar y odiar; ir y volver..1

El padre de Roberto tenía varios trabajos para sostener la maltrecha economía familiar por lo que apenas le veía y su madre estaba tan atareada con las faenas domésticas, tan duras en aquella época, lavando kilos de ropa a mano, haciendo conservas, limpiando…2 que no le prestaba tampoco mucha atención. Y mientras Roberto se atormentaba con los pensamientos mortuorios: “si fallezco ahora no podré disfrutar de mis tesoros, con lo que he tardado en tenerlos… casi no los he disfrutado, no puedo morir ahora!”. Y el pobre se angustiaba con estas fúnebres ideas. Así que comenzó a ponerse el reloj muy apretado en la muñeca pensando que así, si moría, estaría más cerca de la preciada posesión. Para poder llevar siempre la pluma cerca de sí, cosió pequeños bolsillos por dentro a toda su ropa. Con el paso de los días la presión y el contacto continuo hicieron que el reloj se fuera insertando en la piel hasta llegar a ser realmente parte de su brazo. Era todo un reto ducharse sin mojarlo tapándose el brazo con bolsas de plástico.

A partir de entonces comenzó un apego a los objetos que iba recolectando de distintas experiencias. Por ejemplo tuvo su primera cita con una chica y guardó como un tesoro aquel chicle que le pasó en un beso nada casto, pegándolo muy fuerte cerca del cuello. Lo cubrió con un plástico y pasado el tiempo le fue creciendo piel alrededor. En otra ocasión su tío de Barcelona le regaló un plumier con sus compartimentos para guardar lápices, tajador, goma…3 tan precioso que Roberto lo colgó de su cuerpo con una bandolera e incluso de casado seguía llevándolo, aunque le dificultaba bastante a la hora de acostarse con su mujer. Resultaba incómodo la verdad. Fue pegando a su piel distintos objetos significativos para él: la entrada de cine de la primera cita con la que fuera su futura esposa, un botoncillo del pelele de su hijo recién nacido, una de las herramientas de su primer trabajo como calderero, una moneda de su primer sueldo, el billete de avión de aquel viaje a Mallorca, su carné de afiliado al sindicato… Tuvo suerte en su matrimonio porque él era un poco alelado, atontadico…4 y lo que no trajo él lo trajo su mujer, una familia normal, un grupo de amigos y con ellos reuniones, cenas, partidas de cartas con los primos y cuñados… También se guardó y pegó al cuerpo un as de copas de aquella partida en la que ganó a todos con un golpe de suerte.

Así iba acumulando en su anatomía objetos, cosas importantes por el momento que simbolizaban, ya que de esa forma creía poder revivir siempre aquellos minutos de felicidad.

Llegó un momento en el cada centímetro de su piel estaba ocupado por una cosa. La higiene era imposible y su mujer le recriminaba aquella costumbre:

– Pero hombre, no ves que esto no es higiénico. Vas hecho un guarro, pareces un álbum de cromos. Así no puedes seguir…,

Acabó por hartarse y separarse de él llevándose consigo a su hijo. En su trabajo sucedió algo parecido, ya que tenía que desplazarse a otras empresas y daba muy mala imagen, por lo que sus jefes decidieron despedirle por impresentable.

Así, abandonado por todos, Roberto cayó en una depresión y terminó viviendo en la calle, mendigando para poder comer.

Suele pasar que la gente que echa dinero selecciona a los receptores según la pena que proporcionan. Algunos tienen más suerte porque dan más pena o saben como hacer para darla. Otros no. Era el caso de Roberto, que seguía siendo poco espabilado también en estos menesteres. Por supuesto, guardó entre los nidos del pelo de su barba la primera moneda que le dieron, como símbolo de la bondad humana.

Un día se quedó sin aire. Alguien avisó a una ambulancia y terminó ingresado en el hospital. Cuando preguntó al médico por qué se había desmayado, el doctor le respondió:

-Hombre! por la piel también se respira y usted se ha convertido en un ser subcutáneo, tiene toda la piel cubierta de cosas, así no se puede vivir. Tendrá que someterse a una operación para quitarlos y con la técnica de Howard Green podremos cultivar piel a partir de la suya para reponer toda la que quitaremos junto con los objetos. La recuperación será larga pero es la única solución si quiere vivir. De lo contrario volverá a asfixiarse.

A estas alturas Roberto ya conversaba con sus objetos y a través de ellos con las personas que representaban.

-Ay hijo mío-, decía mirando al botoncillo del pelele-. Cómo lamento no haberte podido cuidar como hubiese querido. Cómo vas a quererme con la vida que llevo ahora, convertido en un vagabundo sin esperanza…”, o,

-Amada mujer, por qué me dejaste. Mira en lo que me he convertido sin ti…-, mientras acariciaba la piel bajo la que yacía aquella entrada de cine de la primera cita.

El doctor le explicó que la técnica consistía, básicamente, en quitar los trozos de piel libres para cultivarlos, hacerlos más grandes y disponer así de piel suficiente para restituir la que faltaba en los lugares donde estaban integradas sus cosas. Después de injertar la nueva piel tendría que estar unos meses ingresado para dar tiempo a que su organismo aceptara su propia piel “nueva”.

Pese a la reticencia de Roberto a deshacerse de sus “tesoros” acabó convenciéndose con el psiquiatra, que argumentó que el ahogo se debía a que llevaba una carga muy pesada – sus objetos- que le impedía respirar.

-Pero cada cosa tiene una importancia vital, un sentido para mí… si me quitan eso me quedaré vacío.

-Bueno, no hay que poner el alma en cada cosa que poseemos, en lo exterior, sino en uno mismo. Como el que cree que le dará buena o mala suerte un objeto, una piedrecilla, una cola de conejo…5” Y terminó convenciéndole. Roberto pasó por todo el proceso de preoperatorio, extracción e inserción de su piel nueva. Y al cabo de un tiempo le dieron el alta del hospital.

A pesar de que se le procuró una vivienda y unos ingresos para vivir, incluso acudía a un centro en el que se le daba apoyo, él iba vagando por la calle como un zombie, aturullado, atontado…6 por lo que decidió volver al psiquiatra. Al entrar en su despacho lo primero que divisó fue una mesa llena de sus objetos personales, los que le habían extraído en la operación. Roberto suspiraba sin poder quitarles ojo. El psiquiatra le explicó entonces:

-Ha llegado el momento de que usted camine sólo, sin muletas. Esos objetos eran como su sostén pero ya no los necesita, así que ahora “levántese y ande”. Haga muchas cosas, macramé, meditación, clases de idiomas…7 No importa qué, pruebe cosas nuevas, variopintas, no le importe que sean raras. Al final algo habrá que le gustará. Camine sin preocuparse donde ir, a donde llegará, por donde se perderá, que poco a poco encontrará su camino, ya sabe, se hace camino al andar…

-Procuraré doctor-, decía Roberto sin dejar de suspirar mirando la mesa.

-Y ahora, despídase de sus cosas Roberto. Las vamos a destruir como prueba de que comienza de nuevo su andadura.

Se fue despidiendo de cada objeto querido, desde cierta distancia ya que no le dejaron acercarse a tocarlas, diciendo

-Adiós hijo mío, adiós esposa, adiós trabajo mío, familia, amigos…-. Y se las llevaron.

Terminó diciendo al psiquiatra:

-A veces ir bien es quedarse sin alma


COMENTARIOS

#sagaRoberto #apego #diogenes #psiquiatra

Los objetos pegados a la piel de Roberto son las capas de de objetos que simbolizan las relaciones que ha tenido y de alguna manera retener el significante, acaba anulando al significado, porque su mujer y sus jefes en el trabajo, rechazan el foco de interés desplazado que destruye la relación de medios y fines.

Ha sido el temor a la muerte lo que indujo al principio el interés por conservar los objetos de valor, morir sin el reloj nuevo, luego son los objetos literales que han entrado en contacto con las relaciones significativas los que se “hacen cuerpo” para eternizarlas. Pero esta operación acaba impidiendo que Roberto respire, tapada toda la piel por ese deseo de inmortalizarlo todo y no estar dispuesto en el transcurso del tiempo a abandonar las cosas que fueron importantes en el camino.

Los médicos intentan salvarle quitándole todas las excrecencias que le cubren, pero una vez salvado su cuerpo su alma se apaga. El psiquiatra le propicia una ceremonia de despedida de los objetos que destruirá. Después de ella estará ‘curado’, pero para Roberto estar bien es perder su idiosincrasia, lo que le hacía sentir auténtico aunque ‘impresentable’ a los demás.

Lo creativo y lo destructivo de la enfermedad queda en cierto modo invertido mostrando que el drama del que cae en ella es que le destruye, al final acaba sólo, obligado a la mendicidad, pero conservando su piel florida, sus peculiaridades y la salud repara su piel, volviéndola humana a cambio de renunciar a la peculiaridad caprichosa que le era característica.


NOTAS TÉCNICAS

1Se realiza una ronda de pares de conceptos opuestos de un continuo semántico.

2Recordamos actividades del hogar, especialmente si eran duran antiguamente.

3Enumeramos cosas que se podrían encontrar en un plumier.

4Recolectamos características similares que afearan el valor o iniciativa de un marido.

5Objetos que los presentes pueden considerar amules de buena suerte.

6Realizamos un bis de estas apariencias.

7Mencionamos aquí las actividades de ocio y rehabilitación que se nos ocurren.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Si continuas utilizando este sitio aceptas el uso de cookies. más información

Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar