Lapislázuli
Representado por Fernanda Gardeñes
José Ramón estaba mirando las paradas de sellos y minerales de la plaza de San Francisco cuando1, al ir a coger una bonita pieza azul para observarla de cerca, su mano chocó con la de otra persona que justamente competía con el mismo interés. Al mirarle a la cara para parlamentar sin palabras el orden de exploración mineral, se dio cuenta que el hombre le resultaba conocido, aunque debido al efecto sorpresa no caía de qué ni de dónde.
-¡Hombre, tú por aquí, José Ramón, qué coincidencia -dijo el conocido a medias.2
La voz ayudó mucho a reconocer al topo del pueblo de su mujer, que desde que le llevara de visita por los túneles no había vuelto a ver. ¡Cómo iba a hacerlo si por definición llevaba una vida oculta!.
-Me cuesta reconocerte a la luz del día -le dijo José Ramón- más que nada porque se espera encontrar las cosas de noche, en la noche y las del día durante el día. Si se mezclan las luces y las oscuridades se pierde completamente la certeza, el que las cosas sean blancas o negras, el pan pan y el vino vino, en vez del pan bollito de leche y el vino zumo de granada.
-Veo que sigues tan acotador como siempre – le contestó el Topo.
-Sí, es que siempre es lo mismo, las pocas veces que nos hemos visto- glosó José Ramón confirmando con ello que era un apostillador empedernido.
-Pocas creo -reconoció el Topo.
-Pero profundas y laberínticas -añadió de forma inevitable José Ramón.
-Así que vives por aquí -dijo el Topo, aunque con ‘aquí’ más bien señalaba con la vista ‘allí’, mirando posibles claraboyas disimuladas de entradas a túneles.
-Sí, he venido a mirar minerales y sellos y la tiendecita de libros viejos que hay en Baltasar Gracian en frente del colegio de los Agustinianos -aclaró el zaragozano- Y tú ¿cómo es que estás FUERA?.
-Pues mira, ahora me ves porque he venido a saludar al Master Caver. Ha venido a Zaragoza a dar una charla en la Fundación Arqueológica Areces.
-¿Perdona mi ignorancia, pero quién es el Master Caver? -preguntó, sorprendido José Ramón-
-Es un topo afamado que construye túneles artísticos, con motivos geométricos decorativos que evocan la interioridad de un ser alienígena. Para mí no tiene parangón en cuanto a técnica. He aprendido mucho en cuanto a sostén de columnas, sistemas de acarreo de arena e instrumentos fraguados con aleaciones de titanio, cadmio y carbón. Pero ya me conoces, yo soy de otro palo, mis propósitos se centran en lo que llamo “la revolución invisible”, que consiste en hacer intervenciones mínimas, pero que cambien situaciones atascadas y enconadas a favor de los sujetos diana.
-¿Sujetos diana? Ni que fueran objetivos militares a liquidar -se guaseó José Ramón por la forma de expresarse tan refinada que se gastaba el topo.
-Tu ríete, pero piensa que muchas personas carecen de ángel de la guarda, protector espiritual e incluso amigo que les consuele y oriente. No tienen a nadie que les libre de las consecuencias de sus errores o de las trampas en las que han caído -objetó el topo-.
-¿Y a quién has protegido o salvado desde la última vez que nos vimos? Imagino que a Sofía. Ya la habrás conquistado, supongo -le bromeó José Ramón-.
-No te creas -respondió, poniéndose serio de golpe- Primero escribí una falsa carta al tarambana del ateneo diciendo, de parte de Sofía, que se había quedado embarazada y que tenía la ilusión de que en unas pocas semanas pudieran casarse en una boda íntima con familiares y los testigos, para que el niño, que llamarían Benito como el abuelo, naciera estando casados y felices. El efecto, como imaginarás, fue que nunca más se ha sabido de él, debe estar en otro pueblo rompiendo corazones.
-Entonces tuviste vía libre con Sofía -se adelantó a aseverar José Ramón-.
-Para nada. Por más que le puse mi foto en la mano sólo logré que interpretara el hecho como que debía ser su mejor amigo y confidente. Me limité a taparle por la noche, porque ella hora duerme muy inquieta, pegando patadas al aire, moviendo los brazos, inclinándose para un lado y el contrario como saliendo de una trampa que le intenta sujetar y atrapar, y por eso la ropa se le cae por todos los lados.
-Y nunca le has hecho algo -le dijo bromeando José Ramón.
-¿Quieres decir quitarle alguna prenda íntima como algunas que las roban para imaginar que hacen guarrerías con la persona que las lleva y la evocan por el olor o el tacto de la prenda?
-No quería decir eso precisamente -se defendió J. Ramón con la vergüenza de haber podido sugerir tal suposición.
-Por como se defiende uno se deduce en que se parece a quien ha sido acusado -sentenció, críptico, el topo.
-También podríamos pensar que el que sospecha del sospechador lo pone en su sitio -respondió con guasa José Ramón- ¿Qué pasó después con Sofía?
-En realidad, nunca le he gustado de verdad, no ha habido manera por más trucos que he intentado: notas escritas, supuestos mensajes desde su móvil, entradas de patinaje artístico que tanto le gusta. De hecho, se ha casado con un administrativo de la cooperativa, y ¿quién crees que fue el padrino de boda? Un servidor, su mejor amigo.
-Por lo que veo la actividad de topo tiene sus límites y alcance parciales, lo cual me parece justo. Sino podrías parecer como un dios haciendo y deshaciendo a capricho.
-Tienes razón en eso, José Ramón, y no te creas, ahora yo mismo me auto limito a practicar intervenciones modestas. Me conformo con pequeños cambios en vez de mi antiguo afán de cambiar el mundo.
-Qué entenderás tú por pequeñas modificaciones, miedo me da… -dudó José Ramón -.
-Por ejemplo, poner recto un cuadro. ¿Te parece algo demasiado intrusivo?
– Vaya, eso me parecería inocente, si es que un topo oscuro puede aceptar esa clase de elogio -replicó con ironía-.
-Pues ya ves. Fue suficiente con Berta. Ni siquiera lo llamaría ‘intervención’, de hecho, sólo fui a explorar el terreno. Entré a través de una antigua caballeriza inutilizada. La entrada del ramal quedó muy disimulada con una madera con tierra encima y paja en abundancia. Escuché en silencio como siempre para asegurarme que todos dormían y me introduje en la habitación de Berta. Dormitaba medio vestida, pero no te creas, en estas cosas soy muy pudoroso y respetuoso y ni siquiera aproveché para mirarla. Para que luego insinúen ciertas cosas de los topos… Observé el terreno y vi que una foto familiar en la que se veían los padres y dos hermanas de excursión en un lugar frondoso. Como estaba torcida la enderecé, es una manía que tengo. Miré si su teléfono estaba bloqueado de cara a futuras acciones y ojeé el diario abierto que tenía en la mesilla, donde parecía que le gustaba mucho un tal Jaime que le había invitado a un helado por la mañana. Son datos que voy recogiendo por si fueran necesarios para algún tipo de intervención futura. Me fui discretamente, no hice nada ese día.
-Quieres decir que no observaste ningún cambio posterior o que no se te ocurrió ningún propósito de ayuda con ella? -preguntó asombrado José Ramón ante la falta de consecuencias de tantos desvelos-.
-Sí ocurrió algo, esta vez sin que yo me lo hubiese propuesto. Por lo visto la foto inclinada era lo acostumbrado, en cambio rectificada llamó su atención, se fijó en ella y fue el momento en el que pensó que ya llevaba demasiado tiempo enfadada con su hermana desde que le robara el novio. Comprendió de pronto, por qué con los años trascurridos había madurado, que en realidad nunca hubiera salido con ella, por encontrarla demasiado pequeña, y que por eso había preferido ir con su hermana mayor. Decidió llamarla esa misma tarde, para quedar a tomar algo después del trabajo. Desde entonces han vuelto a tratarse con regularidad. Ya ves: mucho cambio por un simple toque casual de una foto. Pero ten en cuenta que la enderecé yo, y que, sin el gesto, ese reencuentro no se habría producido tan pronto. Fui mano providencial, mano de topo. Se mereció que le ayudara con ese Jaime que le gustaba.
-¿Has logrado avances con el Carderola y su padre? -preguntó, para cambiar de tema y enterarse de las nuevas estrategias del topo-.
-Desde que le dio un jamacuco ha dejado de beber, por fin, y ha vuelto a salir con los amigos, entre los que a veces me incluyo, y viene al grupo su antigua novia incluso, la que le abandonó cuando tuvo el accidente, y ahora que la han dejado a ella se consuelan mutuamente. Su padre va con una negrita que conoció en un bar de vida alegre y que está sacándole los dineros. Suele dejarse el móvil cuando sale, que es casi todas las noches, y siempre que puedo cojo el teléfono y envío un mensaje al hijo diciendo “te he dejado algo de comer en la nevera. Tqm” (te quiero mucho) o algo similar dependiendo de las circunstancias, y luego lo borro para que no haya huella.
-Pero si ahora tiene ya personas que le quieren, ¿por qué le le añades un plus de amor falso?
-Porque el que esta ciego o está resentido aprecia más lo verdadero de lo falso y le parece falsete lo verdadero.
-Eso debe ser porque los topos a veces ven lo que nadie puede ver -comenta con sorna José Ramón.
-La que me lleva por la calle de la amargura es Dolores -asegura el topo, serio y preocupado por la dificultad del asunto – Resulta que hace unos años entré por el gallinero abandonado un mediodía que estaba el matrimonio fuera. Don Luis Genaro se hallaba tomando un vermut y ella de compras en el super. Una vez dentro de la casa vacía me permití el lujo de beber un vaso de agua y comerme una magdalena de la despensa y luego les puse a las patas del somier un par de guatas de esas que se ponen para que las sillas no hagan ruido al arrastrarse. De esta forma se elevó el lateral del lado de ella casi medio centímetro, una inclinación de unos 4 grados suficiente para provocar cambio de postura de Dolores, que se inclinaba hacia el Sr. Genaro, que la recogía con amoroso abrazo. Por la mañana la Dolores descubría la cuña y pensaba que había sido treta de su marido, la retiraba, porque ella era muy pulcra y no podía soportar la vista de los trozos negros que habían estado tal vez en contacto con algún sulfato agrario o veneno para ratas -se imaginaba con horror- pero le complacía que su marido todavía la deseara y se inclinaba a prepararle de comer conejo con caracoles o chuleticas en adobe que le encantaban y le hablaba con una dulzura muy alejada de las agrias acusaciones de ‘sucio alparcero’ o ‘cofrade de la virgen del puño’ que acostumbraba a espetarle.
-Y el Sr. Genaro nunca vio las calzas y se pensó que ella las ponía para tener un pretexto para inclinarla contra él por la noche? -objetó José Ramón al escuchar el relato, y añadió -y que así la quería más de lo que aparentaba..
-¡No! ¡no!, ¡él es muy Señor y nunca mira al suelo!.. Así que, ¿te parece una intervención sutil, no invasiva?.
-Tengo que reconocer que es realmente modesta y tierna a la vez -aseguró complacido José Ramón-
-Por cierto, me quedo yo con el mineral azul, si no te importa. Ah bueno, sí, la Dolores, una catástrofe. Resulta que ese día o el siguiente, no lo puedo asegurar, quedó embarazada de su tercera hija…
-Eso no es una catástrofe, será en todo caso una bendición..
-No, no la conoces, era lo último que quería, odia a los bebés y la guerra que dan. Estaba tan enfadada que desde entonces la relación con su marido se ha vuelto más fría que nunca. Duermen en habitaciones separadas, y eso que alguna vez he hundido los somieres de una u otra habitación para que se rejuntaran, pero nada. Me da mucha tristeza ver a la niña, como intenta ganarse a la madre con alegría y buen comportamiento y con qué rigidez y distancia la trata ella. Me siento culpable del destino, que me temo será aciago, de esa niña tan poco querida. De vez en cuando le dejo algún osito de felpa en la camita, pero eso no sé si la perjudica, porque se imagina que su mamá la quiere más de lo que parece.
-Sí, creo que te lo dije alguna vez, cuando se intervine se altera el orden natural de las cosas, amigo topo, tu injerencia puede perjudicar en vez de favorecer -objetó José Ramón -.
-Ya, pero ten en cuenta, eso es al menos lo que puedo decir en mi descargo, que cuando la intervención es mínima como la que suelo hacer desde los túneles, en realidad altero las cosas menos que un vecino o un compañero de trabajo o una película y no digamos una crisis económica.
-No te discutiré este punto ni el que te quedes con el lapislázuli que había visto yo primero -le dijo en plan de broma chusca José Ramón – Y a mis cuñados, ¿los has ayudado alguna vez? Me intriga si es el caso.
-Bueno, bueno, como a casi todo el pueblo. Creo que a tu cuñado en una ocasión le cambié las semillas de melón, porque las que había elegido eran de mala calidad y pudo ese año presumir por fin en las reuniones familiares con los suegros de tener el mejor melón, cosa que le ayudó a ser respetado como agricultor de primera en vez de como el chulito que se había casado con su hija. También le puse en el buzón una circular recomendando sulfatar para prevenir la mosca blanca del maíz que estaba malmetiendo esa temporada. Ah, y le dejé termitas en el suelo del piso para que se apercibiera de la plaga que estaba asaltando a la hilera de casas construidas encima de los antiguos túneles de la guerra civil por los que circulaba un riachuelo de agua que más de una vez me había dejado perdido.
-¿Y con tanta contrariedad, no te desanimas y decides abandonar la vida nocturna, descansar de los desvelos arrastrando arena y poniendo puntales y evitar los gastos que acarrean tus ‘intervenciones mínimas’? -le sugirió José Ramón -.
-Nada es peor que la vida superficial para el que esta habituado a vivir en el mundo subterráneo de los pasadizos. En la luz todo es claro y unívoco, en la oscuridad las cosas se pueden trasformar en silencio, sin ser juzgadas, fluye la emoción libremente sin los límites de las obligaciones diurnas. Si saliera de la sepultura bajo tierra moriría llevando una existencia anodina y rutinaria. Para mi la pasión es oscura, Vivo en el túnel, actúo, tengo una personalidad cuando salgo como aparecido en las habitaciones de la gente, me late el corazón por si soy descubierto, en una palabra, me siento vivo en la oscuridad. En cambio, a la luz del día no soy nadie, soy ninguno o uno más del montón.
Ya se hacía tarde, José Ramón debía volver a sus obligaciones ‘mortecinas’, el topo tenía que coger el autobús para el pueblo. El mineral azul se quedó en su caja guarnecido por las piritas del puesto de venta.
Mientras volvía a su casa José Ramón tuvo una fantasía como otras veces que ensoñaba con lo posible para aterrizar luego en la cruda realidad. Pensó que podía coger la entrada de la arboleda de los abedules hasta del ramal del túnel del Salado e ir de día hasta el cuarto de topo, durmiendo a esas horas y dejarle encima de la mesilla una hermosa pieza de lapislázuli.
Pero las ideas absurdas son flatus vocis, tonterías que explora la mente para apartarlas de inmediato y poder regodearse en lo sensato apartando la insensatez como si de una mosca cojonera se tratara.
COMENTARIOS
#sagaTopo #intervención #consecuencias
Se encuentra José Ramón de nuevo al topo, pero esta vez en Zaragoza, donde ha acudido a un congreso sobre técnicas de cavado de túneles. El topo se ha refinado y ha aprendido con el tiempo a realizar pequeñas actuaciones, poco intrusivas, pero que tengan un efecto trasformador o desbloqueador de situaciones. Parece que en esta etapa es partidario de pequeñas alteraciones para generar pequeños cambios.
Se apercibe José Ramón que está mas humilde que cuando lo conoció antaño. Reconoce haber fallado en la consecución del amor de Sofía y que si una persona no siente en verdad amor o predisposición, no hay forma de forzar las cosas.
Con Berta simplemente ha enderezado un cuadro, ni siquiera lo ha hecho con intención de crear un efecto posterior, pero sin ser consciente de ello, pasivamente podríamos decir, hizo que Berta se fijara en la foto de su hermana, y ese estímulo le hizo reflexionar que debía perdonarla. Esta forma ‘existir sin intención de alteración’ no excluye que en realidad estemos influyendo sin saberlo.
En el caso de Dolores el topo se limita a subir el lateral del somier para que la inclinación favorezca que el matrimonio se acerque físicamente. Lo que no había calculado es que quedaría embarazada, pero esto, para Dolores, fue una gran desgracia. Todavía lleva ositos a la niña que nació llevado por sentimientos de culpa de haber favorecido su concepción y que se criara en un ambiente de frialdad. De un supuesto bien ha surgido algo horrible.
Preguntado por el cuñado de José Ramón nos apercibimos que le ha avisado de la llegada de la araña blanca, de que tenía termitas y le ha facilitado semillas de melón de calidad. Muchos habitantes del pueblo han recibido de su mano este tipo de ayudas ‘providenciales’. Este modus operandi podría ser perfectamente equiparable a las cosas que se pueden mejorar gracias al conocimiento.
Actuando en la sombra subterránea de la noche el topo se siente feliz de hacer algo por la sociedad, mientras que de día se siente ‘uno del montón’. La luz atonta y ciega, la oscuridad ilumina: esta es la paradoja del topo que le lleva a vivir en paralelo al mundo establecido.
El topo opina que sus intervenciones son perfectamente comparables a cualquier otra que podemos recibir en la sociedad (que intentan manipular nuestros deseos y decisiones), lo que nos lleva a deducir que todas las influencias tienen consecuencias: las cosas pequeñas que hacemos cada día, las interrelaciones que tenemos con los demás, nada queda aislado en una burbuja. En la medida que somos más atrevidos (ponemos más ramales a los túneles de acceso de las personas, tenemos relaciones más significativas) los cambios son más notorios al punto que con nuestros hechos y socializando nuestro conocimiento los que nos rodean consiguen mejores melones, descubren que tienen araña blanca o termitas para que puedan combatirlas.
José Ramón aporta otra clase distinta de intervención, la de la fantasía, la del desiderativo (haría, me gustaría, tendría que hacer, ojala…). Es poética y tiene sensibilidad íntima, pero no altera el exterior (el topo no encuentra nada en su mesilla).
NOTAS TÉCNICAS
1 El encuentro se representa con mímica. Los dos personajes van paseando por la Plaza San Francisco, miran los minerales, tocan alguno para mirar el precio, y finalmente chocan al intentar observar el mineral azul. Se miran a cámara lenta.
2 El resto del diálogo, hasta el final, es representado por el narrador (Punto de vista de José Ramón y del desarrollo en tercera persona) y un auxiliar (topo). En la escena no es necesario reproducir los diálogos literalmente, basta con recoger lo esencial y sacrificar si es necesario el aspecto literario. Si los narradores se empapan del texto y lo preparan funciona mejor improvisar el conjunto. Por esta razón solemos diferenciar al cuento escrito al contado.