Contracorriente
El gran amor de Roberto fue Gina. Los tres primeros años fueron intensos y le dieron tanta dosis de atención, cuidado, fe inquebrantable, apoyo moral y sexo que la felicidad pareció que se instalaba en una unión destinada a permanecer para siempre.
Roberto conoció a Gina en una sesión de jazz. En esa época tocaba el saxofón en un cuarteto y escribía junto a Jaime sus propios arreglos. Gina se había colocado en primera fila del café-teatro y parecía moverse y sonreír al unísono de cada zapatilla que se tapaba y destapaba del saxo. El flechazo surgió ese día y el entusiasmo subió como la espuma, como nubes de algodón o burbujas de champán. El cuarteto era cosa semi profesional, porque Roberto trabajaba por las mañanas en la empresa familiar dedicada a la forja artística. La relación con su padre no era muy buena porque le exigía más que a cualquier otro trabajador. Debía dar ejemplo y con ello, hacer que los operarios se esmeraran, aunque a la hora de pagar se le trataba como hijo al que se le da propina para tabaco y se le compra ropa cuando la necesita
En cuanto Gina quiso tener su nido de amor, alquilando un pequeño loft para poder estar juntos más tiempo, tener su independencia y un adecuado escenario para la pasión comenzaron a surgir las pegas.
-Pídele a tu padre un sueldo –le insistía Gina-, o al menos busca más contratos para el grupo
Roberto no creía que la música “minoritaria, ojo, que no elitista” que tocaban diera para muchos beneficios y cada vez que intentaba hablar del tema del sueldo con su padre se negaba en redondo a poner en peligro el negocio familiar. Que no era el momento, que no entendía por qué quería cambiar las cosas y si iba a darle la espalda a la familia por una mujer ligera de la farándula.
Gina, con la misma facilidad con la que se había prendido de él, se fue desprendiendo ante las contrariedades e injusticias de la vida y se volvió a enamorar de otro, porque ella solo entendía de amor sublime y no el de la persona que provisionalmente lo representaba.
Roberto no comprendía como Gina que hacía tan solo unos días le decía lo mucho muchísimo muchísimo que lo quería e incluso habían hecho el amor apasionadamente en el sofá, ahora no sentía lo que se supone que debería y además deseaba alejarse de él, en vez de recuperar la memoria juntos
-Me asfixio –había dicho como única explicación, pero a Roberto no le parecía ni comprensible ni lógico-.
Durante los meses siguientes el saxo sonó lánguido, desviado hacia tonalidades oscuras y abismales, desgarrándose y ahogándose en lamentos. A Jaime le resultaba muy difícil seguir tan bajo y tirado, por lo que, agotado, intentó reanimar la llorosa melodía, arrancando una especie de salida a la luz, pero Roberto la cazaba al vuelo y la tiraba al suelo otra vez.
La melancolía musical ahuyentaba clientes. Jaime pensó contratar una bailarina de jazz, Joana, para que animase la cosa aunque fuera por la parte visual más que auditiva.
La idea fue buena porque Roberto, al ver a Joana contornearse al son del saxo no tuvo más remedio que esforzarse en moverla, retorcerla, refrescarla, alargarla y hacerla volar. La cosa tuvo magia y desde entonces comenzaron a salir, con sus recelos, cautelas, idas y venidas, requiebros y vehemencias de seres rotos por el dolor que intentaban revivir el amor sin estar ellos totalmente vivos.
Hicieron planes de irse a vivir juntos, pero entonces volvió a surgir de nuevo el problema del sueldo, más bien la falta de sueldo que tenía en el negocio familiar. No hubo manera de que el padre de Roberto se aviniera a cambiar su ambivalencia de bueno para trabajar, malo para cobrar, por lo que, a fin de satisfacer a Joana, decidió emplearse como obrero metalúrgico en la cadena de una fábrica.
Los turnos cambiaban cada semana y dificultaban mucho su convivencia, aunque por suerte no estaban totalmente liquidados a falta de hijos. A cambio podían permitirse un hogar propio, decorado con fotos de escenas de baile y luces indirectas que les hacían sentir como en un teatro en el que los actores brillaban de talento más que de pasión amatoria.
Mientras la vida de Roberto se hacia monótona, pobre y agotadora, la de Joana era mucho más variada y entretenida. Además del baile, los bolos y actuaciones ocasionales en escenografías de cantantes famosos, había comenzado a estudiar Filología apoyada por Roberto en esta ilusión. Lo utilizaba muchas veces para leerle los trabajos:
-A ver Roberto, qué te parece esto: Ante la doble articulación del lenguaje, del significante y del significado, el componente semántico quedó estructurado de forma tan interdependiente como la estructura de sonidos en los fonemas. ¿Te parece bien?
Y Roberto accedía no se sabe si para rellenar con amabilidad lo que faltaba de interés o para que no se hiciera patente su falta. Pero no tenía más remedio que salir del paso con evasivas:
-Sí, sí lo entiendo vagamente, pero suena fa bemol.
Con Jaime se veían de tanto en tanto. Había dejado también el jazz para dedicarse al negocio de la venta por convocatorias. Su labia, ocurrencias y número de anécdotas lo volvían ameno comensal y Roberto lo utilizaba, en cierto modo, como pareja sustituta para entretener a Joana con su cháchara mientras él podía descansar en silencio mirando a no se sabe que lejanía misteriosa.
-Quédate un poco más, aunque me tenga que ir al turno de tarde para no dejar sola a la pobre Joana y así le haces compañía hasta la hora del ensayo.
Un día en que Jaime se había quedado y estaba más zalamero que de costumbre le decía lindezas tales como que, tus ojos iluminan más que los luceros del alba, tienes ese encanto que te hace irresistible, hoy no sé que tienes que parece que te rodea un halo de belleza..1
-Eso es que me quieres bien o quieres que te invite a una copita más.. -decía Joana entre apaciguadora de entusiasmos y halagada.
Estaba pletórico como siempre que las ventas en el hotel habían ido bien, incontinente verbal y se movía como una fiera paseando su botín agarrado a sus fauces. Joana fue a pasar. En ese momento Jaime cogió una oliva de la mesa y Joana se contorsionó y giró sobre sus pies en una maniobra rápida de bailarina grácil que transformó una caída en una pirueta artística. Jaime se levantó, por si acaso, tenía que cogerla o salvar una oliva que volase por los aires. Las caras se aproximaron y se besaron para acabar algo. Porque sí, sin saber por qué.
Que luego el beso durara un poco más de lo debido por azar. Puede ser por todo un poco, por la alegría que en ese momento había, por quitarse de encima la frustración, por los horarios infernales de Roberto, la vena vital y pasional de una artista, lo poco que hacían ahora el amor, el éxito radiante de Jaime que invitaba a compartir o sin ir tan lejos, la fuerza de los instintos que se niegan a la domesticación.
Intentaron quedar como pudieron.
–A las doce, después de la clase de Historia de la Lengua, podíamos quedar en El Praga? –le sugirió Joana.
-Uy, a esa hora tendría que estar en la carretera si quiero llegar a Albacete a tiempo. –No podrías pasado mañana a eso de las cuatro y media? –Le propuso Jaime.
-Esta semana Roberto va de mañanas y no puede ser. A no ser que pudieras a eso de las 11 de la noche, que hacemos en el Refugio del Crápula un descanso de media hora.
Los encuentros furtivos, a salto de mata parecían intentos desesperados de salvarse de un peligro que no era otro que el de vivir al filo del precipicio.
Parece ser que finalmente Jaime y Joana se fueron a vivir juntos. No se sabe si porque era la mejor manera, una vez pillados, de salir honrosamente de su traición o si fue Roberto, en cierta manera, no oficial, quien decidió dar por inviable su pareja y con su resignada pasividad facilitó que se liaran.
Volvió a sonar de nuevo el saxo de forma desgarradora, saliendo de ultratumba. No había acuerdo. Unos decían que tocaba de día, pero otros afirmaban oírle tocar bien tarde a las tantas de la noche. Los más proclives a la fantasía aseguraban que se había levantado una especie de aurora boreal sonora que envolvía determinadas zonas de la ciudad atenazando el alma de sus habitantes.
COMENTARIOS
#sagaCrecimiento #afición #trabajo #pareja #infidelidad #separación
El cuento muestra la dinámica entre las pasiones y las ocupaciones, unas veces incompatibles entre sí, otras formando sinergia.
El amor surge a raíz de las pasiones (conciertos de jazz) y genera un interés basado en compartir aficiones o admiración.
La ocupación de Roberto en la empresa familiar es una esclavitud en la que esta atrapado. Su pareja le hace exigencias que conllevan la muerte de la relación que pretenden salvar (el trabajo en cadena en turnos mata la relación de pareja que exigía ingresos económicos estables).
A causa de la infidelidad los amantes devienen nueva pareja lo que contrasta con el inicio romántico de Gina bailando al ritmo del saxo de Roberto. En la senda de la vida los sonidos oscuros suenan en la noche, de las rupturas y fracasos de los ideales.
Representamos momentos especiales:
Las piruetas de la bailarina que llevan a un beso casual.
La manipulación del padre para que el hijo no deje la empresa familiar
Hacemos una breve representación de cómo es la venta en un hotel de productos increíbles atrayendo a la gente con regalos para asistir y utilizando tácticas varias de vendedores de grupos.
1 Pedimos a los presentes que prosiguieran con zalamerías que se les ocurriesen.