La bañera de Picadores
Víctor alquiló un pisito modesto en el callejón de Picadores. Era un apartamento de la parte del centro de la ciudad que nadie quería, a pesar de estar tan céntrico, porque las casas de esa zona eran demasiado antiguas y te podías encontrar con que los techos estaban combados, las ventanas dejaban pasar el frío, las cañerías de plomo se helaban en invierno, las cerraduras no cerraban, las ventanas no ajustan y tal vez el baño estuviera fuera, en una caseta añadida al balcón.1 Aunque tenía olores indefinibles y escaleras muy estrechas y empinadas para subir, por lo menos tenía alma, energía diluida en el ambiente, restos de humanidad naufragada y trasmutada.
El apartamento estaba muy bien conservado. Parecía un milagro en el ambiente degradado de la calle. Tenía sus ventanas reformadas con doble vidrio, instalación de calefacción individual, suelos de parqué bien conservado, cocina en condiciones y todo por un precio irresistible.
Cuando consiguió las llaves se fue con El Javi a inaugurarlo y también -éste era un temor secreto motivo para la inusual invitación- por si fuera una estafa y al llegar estuviera ocupado por otros, no funcionara la llave, se hubiera arrepentido el dueño y le esperara en la puerta el señor antipático de la agencia para impedirle el paso, hubieran cortado la luz, el agua o el gas y la cosa se complicara o por si los vecinos del barrio se le encarasen como extraño o se burlasen de él.
El Javi creía que era necesario para infundir valor, incluso para algo bueno, como una cita amorosa o cobrar un dinero y siempre estaba ahí para apoyarle.
Treparon por las escaleras sin tropezón ni caída, la llave funcionó a la primera y fueron inspeccionando con sumo cuidado las estancias.
-Esta cocina está muy bien. ¿Tienes sartenes, cacerolas, cubiertos, platos, vasos…?2
Estuvieron abriendo el horno, los armarios y los cajones para ver lo qué había y no había, para hacerse una idea de qué se podía o no se podía cocinar. Averiguaron el significado de los botones de la encimera y del extractor. Pudieron conectar la nevera y descubrieron que había una lavadora detrás de un falso armario. Una silla y un taburete podría ser suficientes para empezar a organizar un comedor con algún amigo individual o posible ligue, aunque no sabía Víctor si el ligue querría traspasar el callejón de Picadores o subir los escalones cutres de la escalera.
No pudieron calcular lo larga y ancha que era la cama, si era de matrimonio holgado o de anchura de pareja escuchimizada. Acordaron conseguir un metro para resolver dudas.
El cuarto de baño requirió sesudo estudio.
Resultó que originariamente había un plato de ducha nada más entrar a la izquierda, luego un escalón y en la plataforma el váter y un lavabo lateral pequeño, delimitado por cambios de color en la baldosa. Pero los últimos inquilinos, los modernizadores del pisito, habían pensado que quedaría mucho más elegante y práctica una bañera grande, aunque lo grande, encajado en un espacio pequeño parecía deforme.
-Te has fijado en esta especie de barandilla que han puesto alrededor de la bañera para agarrarse? Es muy curiosa, nunca la había visto antes -observó El Javi-. Y la barra está algo combada, igual tienes que sujetarla con una cuerda al techo -añadió-.
-Lo que me preocupa es que si te pones en el váter, la rodilla derecha choca con la esquina de la bañera, que es demasiado grande y para acceder al lavabo has de hacer una maniobra algo peligrosa y te puedes resbalar -confesó Víctor, con aire preocupado y compungido, arrepentido de haber observado el baño con demasiada ligereza y distancia cuando se lo enseñaron, porque la impaciencia y la ansiedad le impidieron prestar atención a los detalles. Siempre le acababa pasando lo mismo. Se ponía nervioso, metía la pata y por ello más inseguro todavía se volvía la próxima vez.
-No te des mal, Victor, -le dijo El Javi, como intuyendo, adivinando u oyendo de algún modo misterioso sus preocupaciones-. Esto lo arreglamos entre los dos en un santiamén. Un fin de semana retiramos las baldosas del frente, sin romperlas, para utilizarlas para rellenar la parte de atrás. Quitamos la bañera y ponemos un plato de ducha de esos modernos con un cristal y asunto resuelto.
-Pero no será muy caro? -objetó Víctor-. Mira que mis ahorros se han ido con la fianza y el alquiler adelantado. Todavía quedan por comprar algunas cosas que faltan, como bombillas, sábanas, toallas, porta-rollo de váter, …3
-Yo conozco un almacén que nos dejará muy bien de precio el plato y el vidrio. La mano de obra nos sale gratis si lo hacemos entre los dos -propuso El Javi-.
-¿Pero tu sabes montar un plato y un vidrio? -pregunto extrañado Victor-.
-Más o menos, no es tan difícil -aseguró con radiante optimismo El Javi-.
Cuando se pusieron a desmontar la bañera, las baldosas salieron bien, pero la barra parecía soldada a la bañera y las puntas empotradas en la pared. Tuvieron que agujerear dos paredes, que quedaron con sus boquetes y finalmente desencajaron la bañera.
No habían previsto que el peso era considerable, por lo que tuvieron que invitar a comer a cambio de ayuda a Albero y a Pedro Javier para levantar la bañera, girarla de pie e intentar bajarla por las escaleras.
El primer tramo, a trancas y barrancas, fue bien. La levantaron a pulso, dos arriba y dos abajo, sin pasar por el recodo. Pero luego la estrechez de la escala les obligo a bajarla en vertical al llegar al segundo, en que la escalerilla era más irregular. Era un misterio el por qué de esta anormalidad arquitectónica, pero tal vez las casas en Picadores tenían otras normas de juego ajenas a la arquitectura racional.4
-Empujad fuerte y pasará -ordenó El Javi-.
Además de romperse una parte de escayola del techo, la bañera quedó trabada con un trozo de tubo incrustado en los altos de la escalera y el tubo de abajo trabado en la barandilla se metió no se sabe cómo en la clave de sol del hierro.
-¿Podrían dejarme pasar? -les decía, enfadada, una vecina del tercero que por lo visto tenía mucha prisa.
-!No se por qué se ponen a mover una bañera que no cabe por las escaleras! -les espetó el vecino del cuarto-.
-Pues si entró tendrá que salir -argumentaba El Javi, intentando curar el caos con la luz de la razón-.
-Pero la habrán subido con poleas por la fachada del edificio, que para eso está la carraca exterior -les replicó el del cuarto-.
Tuvieron que esperar todos en la escalera, más los curiosos que se fueron añadiendo por arriba y por abajo “como se les ocurre” “desde luego qué estupidez” “¿Pero no visteis que no pasaba”.. y así todos contribuían a hacer de lo malo algo horrible.
La niñita de coletas que vivía en el primero les ofreció agua a Abero y a Pedro Javier, lo que influyó considerablemente en que no salieran huyendo hasta que acudieron los bomberos al socorro.
El equipo de bomberos no tuvo inconveniente en realizar una acción contundente sin miramiento alguno: dieron un martillazo al techo para arrancar el tubo superior de la escayola, serraron en un plisplas el inferior, agujerearon la bañera, pusieron un cable y la bajaron por el hueco de la escalera.
Al ver la maldita pieza en la calle, Víctor se atrevió a preguntar, con humildad:
-¿Y no se llevan la bañera?
-No, no, esto corre por su cuenta y piense que es ilegal tenerla aquí abandonada. Le pueden poner una multa. Hable con el ayuntamiento o llévesela con una furgoneta a un punto limpio. Y ahora fírmeme aquí, la factura de los gastos del servicio.
-¿Pero los bomberos no son gratis? -preguntó Víctor con una voz que temblaba por el camino-.
-No esta clase de salidas. Ya le notificarán los cargos. Ah, y no se olvide de retirar la bañera.
Victor tuvo que invitar a unas bebidas a sus compañeros de fatigas, que tanta buena voluntad habían puesto en el asunto hasta el límite de sus fuerzas.
-Ya continuaremos con la bañera el próximo fin de semana -se despidió, resoplando El Javi, y añadió -aunque no se si podremos subir el vidrio y el plato por las escaleras. Tendrás que pensar en refuerzos.
-Si nos invitas… -contestaron los refuerzos-.
Victor tenía la esperanza de que alguien por la noche se llevara la bañera de hierro para revenderla como material, ya que agujereada no servía de repuesto. Recogió algunos cascotes de resultas de los afanes, pero no se atrevió a bajarlos y dejarlos dentro por si la multa se multiplicaba.
Se estaba agobiando al pensar que estaría una semana o más sin poderse duchar. Cómo podría pagar a los bomberos, tal vez a plazos pidiendo un crédito. Cómo comería el resto del mes si daba al Javi todo el dinero ahorrado para que comprara los materiales.
Al final, el agotamiento fue más fuerte que la angustia y pudo conciliar el sueño, si es que descansar vestido, en una nueva cama y con olores húmedos de nueva casa puede decirse que sea realmente dormir en el sentido de bienestar reparador.
Al día siguiente se encontró una pegatina amarilla en la bañera. Se ruega a Víctor tal y tal, Picadores 13, 5º, que retire los escombros en plazo de 24 horas bajo multa por insalubridad pública.5
Efectivamente la bañera se había llenado misteriosamente de sacos de escombros que no eran suyos, tal vez de unos vecinos que estaban esperando la ocasión para deshacerse gratis de los cascotes de alguna obra ilegal.
No tuvo más remedio que pedir prestado para poder alquilar una furgoneta y pagar una comida a Pedro Javier, que era el único del grupo de amigos que tenía carné de conducir vigente, para que le ayudara a tirar todo antes de ser multado.
Al volver de nuevo a casa tras la operación ‘punto limpio’ se encontró un saco de escombros huérfano con otra notita amarilla intimidante.
Se le ocurrió escribir con un rotulador en la nota: “Mis escombros ya los he retirado, estos no son míos”.
Pero luego, al salir a por pan, vio que se habían acumulado ocho o nueve sacos más, que sepultaban el papel conminativo y encima se coronaba el desastre urbanístico con una taza de váter rota y que tal vez todos los vecinos de Picadores estaban esperando un pardillo para liberarse de la basura.
Nadie sabe donde está Víctor ahora, perseguido por notificaciones de multas con recargo y amigos vueltos enemigos que le reclaman préstamos bajo amenaza, impagos, listas de morosos y embargo de nóminas. La dirección de Picadores ya no está vigente, por lo visto dejó el piso y la escalera hecha un desastre como si hubiera acaecido un terremoto. Alguien dijo que lo había visto zarrapastroso y mendigando por Don Jaime, pero no puede ser.
COMENTARIOS
#sagaCasas #improvisación #impulsividad #terquedad #amistad
En este cuento presentamos una situación de estar atascados por nuestra propia impulsividad o por errores de cálculo. En el cuento este hecho se representa por no haber inspeccionado el baño al alquilar el piso, precipitarse a hacer obras sin estudiar el paso de la bañera, dejar los escombros demasiado tiempo.
Soportamos presiones que resultan difíciles de manejar y finalmente tenemos que recurrir a soluciones expeditivas que pueden conllevar consecuencias de impacto negativo. El protagonista parece dejarse llevar por lo inmediato sin calcular de ante-mano las posibles consecuencias a corto plazo.
En el atasco de la escalera la vecindad se ve implicada, unos de forma solidaria (dan ideas, proporcionan un baso de agua) otros con recriminaciones sobre lo que ‘debería haberse hecho’.
Una vez la bañera es sacada expeditivamente por los bomberos y dejada en la calle comienzan los problemas en cascada: pagos del servicio, recogida de escombros, amenazas de multa, falta de dinero para asumir las obras.
Aun recogida la bañera los vecinos siguen dejando sus escombros haciendo ver que son suyos. Este aprovechamiento forma parte de una tensión social en la que el débil es comido por el fuerte. En cualquier momento de nuestras vidas podemos ser una cosa u otra.
Las relaciones de amistad tienen un matiz de ‘favores comprados’ que las aparta del modelo de ‘generosidad compartida’. Incluso el mismo protagonista ejerce ciertos abusos (peticiones al Javi), por lo que participa del sistema de ‘amistad con impurezas’.
Finalmente los errores encadenados producen una catástrofe por la proliferación de deudas, multas, impagos y ruina debidas a las consecuencias imprevistas de chocar contra las normas, sus equivocaciones y la falta de respuestas acertadas.
NOTAS TÉCNICAS
Añadimos al cuento el relato situaciones compartidas en las que somos un “pringado” y los demás se aprovechan de nuestra debilidad.
1 El narrador pregunta si alguien sabe de algún inconveniente que haya sabido que tiene una casa antigua.
2Aprovechamos para hacer una lista de las cosas que se pueden encontrar en una cocina con la colaboración de los presentes.
3 Hacemos entre todos un ejercicio lúdico de confeccionar una lista de las cosas que hay que comprar cuando se alquila un piso nuevo.
4 Colocamos las sillas de la sala formando un pasillo en forma de ‘s’. El momento del atasco lo representamos con los oyentes, unos están arriba y otros abajo y murmuran, protestan, azuzan de forma improvisada. Algunos tienen consigna de ser solidarios (ofrecen ayuda, ánimos, pacificación, agua, etc.).
5 Un voluntario lee en voz alta la nota amarilla