Aquella historia de Pilares.

Aquella historia de Pilares.

Érase una vez, en una ciudad no muy lejana, un grupo de conocidos que se disponía a celebrar una gran fiesta, y no sólo ellos, sino toda la ciudad. En esos días la ciudad estaba alborotada, todo patas arriba y los sitios más familiares en ese momento estaban todos abarrotados de puestos, músicas y olores totalmente nuevos y desconocidos.

En este grupo de amigos cada cual tenía su forma peculiar de celebrar las fiestas. Unos preferían irse al pueblo en esos días de tanto trajín, para pasar unos días tranquilos y rodeados de la familia, pero celebrando allí las fiestas con comidas especiales, buenas comilonas y mejores sobremesas con el café. otros mno hacía nanda especial, no consideraban que fueran fiestas, ya que cuando querían fiesta ellos mismos se la montaban.

En años anteriores uno de estos habitantes se pasaba todas las fiestas por la calle, acompañando a las peñas, comiendo en las peñas y aprovechando las barras libres que en estas había, eso sí todo por las buenas relaciones que tenía con los peñistas y sin él serlo. Se pasaba solo por casa para ducharse y cambiarse de ropa y el resto del día siempre de fiesta, ayudado por algo que le daba » mucha marcha». Y no era el único que casi no paraba en casa, porque otro amigo de esta gran cuadrilla se pasaba las fiestas acopañado con su gran cuadrilla de 40 amigos con los que iba siempre de juerga, acompañado de las cervedes por el día y los whiskitos por la noche. Pero sin llegar a acabar como alguno de sus conocidos que fueron a la oktoberfest. A esta gran fiesta «alemana» fueron dos de nuestros conocidos. Uno se dedico durante toda la noche a beber de esas jarrras de cerveza alemana que alli sirven, junto con su cuadrilla de 14 amigos, bebiendo la cerveza de todos ellos como si de agua se tratase,  y claro, ya os podeis imaginar como acabo… Tuvieron que sacarlo sus amigos como una carretilla y meterlo en un taxi para que llegase sano y salvo a casa… el otro fue invitado por un amigo, el cual era como su banco personal, ya que durante todas las fiestas le invitaba a todo( ya entendemos como pudo ser que le gustara tanto la oktoberfest… aunque acabó muy bien, mejor que el otro), y cuando digo a todo es a todo, INCLUSO A IR A LAS VAQUILLAS.

Hablando de vaquillas… hubo una vez que a uno de nuestros conocidos cuando era joven se decidio a ir a las vaquillas… Y ya se sabe que la juventud a veces poco de alcohol y pequeñas pullas de los amigos, se lanzó al ruedo con la confianza de que nada le pasaría y la seguridad de que su orgullo no se vería herido. Peor resulto que la vaquilla llevaba otros planes y cuando vio la oportunidad le dio un «pequeño revolcón» que solo le dejo unos cuantos moratones y su virilidad algo tocada, además de una historia para contar durante muchas otras fiestas…

Pero no era el único que tenía anécdotas de juventud. Una de nuestras conocidas iba mucho por el ferial, pero cuando el ferial estaba al final de Miguel Servet… y allí lo que más le gustaba era ir por las casetas de tiro donde era toda una experta. AL principio conseguía estos peluches pequeños que dan cuando consigues romper unos cuantos palillos, pero despues de siete partidas, y casi llevarse medio chiringuito, el feriante al final le dijo que no podía seguir jugando, pero ella ya estaba contenta con lo que se había llevado y tampoco podía cargar con mucho más hasta su casa…

Y con tanta actividad y jolgorio no hay que olvidarse que un día en concreto es la fie4sta grande, ese día en el que muchÍisma gente se viste de baturra y va a la ofrenda de flores, y en semejante día siempre hay anectodas que contar. Como lo que le paso a una de nuestras conocidas cuando tenía ocho años, que mientras iba a la ofrenda se le cago una paloma en el vestido… Ella se paso el resto de la ofrenda llorando porque se lke había manchado el vestido y no se acuerda de si entrego las flores o que paso al final, pero siempre se acordara de la cagada de paloma. Otros pasan la ofrenda con la familia sin mayor incidente, ya que deciden que mejor que pasar por dentro la prefieren ver sentados tranquilamente en una terraza mientras se toman un buen bermut.  Y en semejante día ¿quién no se va a celebrarlo con los seres más queridos, y si puede ser con una comilona? Unos se van a comer a mesa puesta en casa de alguien que les invita, y casi es menú de boda… que si entremeses, que si carne, y además pescado y para acabar tarta y café… Y hay otros que para celebrarlo por todo lo alto y hacerle un detalle a esa Pilar ( a ver, ¿quien no conoce a alguien que se llame Pilar en Zaragoza?). Detalle que si  no has pobrado a hacer antes a lo mejor te deja sin comer… como le paso a una de nuestras conocidas. Decidio hacer un pastel, que es algo que nunca había hecho y cuando le puso el bicarbonato para que creciera, se le fue un poco la mano… ( para aquellos que cocinan un poco o entienden algo de repostería, sólo decir que hecho 3 CUCHARADAS SOPERAS  DE BICARBONATO).

Claro el bizcocho creció, pero cuando lo probo antes de sacarlo a la mesa, tuvo que ir corriendo al cubo de la basura para poder escupirlo porque eso SABÍA A FAIRY.

Y mientras unos prefieren el día grande, hay otrosa que prefieren ir el día de despues, cuando hay algo menos de gente. Prefieren ver cuando esta ya la virgen con todo su manto de flores, y la plaza entera huele como si fuera primavera ( pobrecicos los alergicos), dar una vuelta tranquilamente por la noche y de camino a casa parar a tomar algo calentito.

Hay otros que vienen a Zaragoza cuando son ya mayores y recuerdan sus primeros pìlares como algo maravilloso, lleno de fiesta, amigos, diversión, ruido, y muchos colores. Y mientras unos vienen otros se van de Zaragoza y no han venido casi nunca a pasar las fiestas en casa… asçi ue las fiestas de ahora las viven como han hecho durante toda su vida, con la más completa de las normalidades…

Todas estas formas de entender y vivir las fiestas, son las que hacen que sean fiestas únicas… únicas porque cada uno va creando sus recuerdos y las vive de la forma que más le gusta.

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