Aquellos tiempos no volverán

Aquellos tiempos no volverán

Juan sabía perfectamente cuál era su origen, allá en la masía de la Moreneta, pero se había empeñado tanto en huir de allí y del modo de vida que representaba que costaba recorrer a contracorriente un camino de vuelta y reconocerse como el pastorcillo que llevaba las cabras a pastar con su trozo de queso y pan en el zurrón y a veces un huevo duro que le ponía su madre por ser el benjamín mientras no estuvieran vigilando a alguno de sus siete hermanos para protestar y repartir.

El pan con miel de romero, los tomates con ajo en verano, el conejo con tomate recién cazado de los festivos señalados, las costillas en adobo de los domingos lluviosos, todo ese mundo lleno de olores, sabores y colinas agrestes quedó atrás cuando el maestro Don Agapito se lo llevó a Mas de las Matas a estudiar. Convenció a los padres de que tendría mejor futuro si desarrollaba las cualidades para los números y las ciencias, que adivinaba en su alumno predilecto.

Por lo visto pasó en un plis- plas de gorrino, inútil, torpe, zoquete y pasmado1  con que le tenían acostumbrado a calificar sus hermanos a persona con futuro letrado. Uno vale o no vale según las circunstancias.

En casa de la tía Remigia, que había perdido a sus hijos por enfermedades misteriosas de las que prefería no hablar, fue adoptado como hijo representante de los hijos ausentes, requiriendo doble, triple ración para crecer todos juntos. No le faltaban verduras, ni carnes, ni bacalaos y con tanto apoyo alimentario para el cuerpo, parecía que el alma contenida, quedó enardecida como para progresar espiritualmente en el colegio y adquirir conocimientos de electricidad que le llevaron a su primer trabajo como aprendiz en una tienda de pequeños electrodomésticos de Gandía, que pertenecía a un primo lejano.

Allí ayudaba a empaquetar y trasportar las cocinas Corcho, las estufas de butano Superser, a enseñar sin barba propia como rasuraba la Philipshave, a hacer sonar algún single de los Beatles para demostrar el buen sonido de los tocadiscos Cosmo, a sintonizar la 1 en los televisores Inter, Vanguard, o los Grunding, a demostrar que se cogían radios prohibidas en las Matroscas con onda corta e incluso hacía demostraciones con radio-casetes cuando salieron al mercado. Radiadores de aceite, ventiladores, exprimidoras, batidoras. No se paraba.2

En la tienda hubiera tenido futuro, incluso para relevar al dueño en la jubilación, pero comenzaron a pasar por Gandía, rumbo a Alicante, Ibiza, Holanda y a Katmandú grupos de Hippies con sus pelos largos, camisas floridas y pantalones vaqueros gastados. Juan se quedó prendado del aura de armonía, trascendencia y alegría apasionada que manifestaban, justo todo lo contrario de su vida, más bien apagada de recomendado.

Primero probó a llevar flequillo, luego tejanos, más tarde le pidió a su tía Remigia, en una ocasión que vino de visita a Gandía, que le cosiera unas tiras de colores en las camisas y a los pies del pantalón. Su tía, que sabía coser, se fijó en los modelos hippies que vivían como quien dice en la playa y les imitó con bastante arte y creatividad.

Su primo lo echó de la tienda y los vecinos le miraban con mala cara y a menudo le confundían con una mujer, las más de las veces a propósito para burlarse de él. Pero en cambio las chicas de la playa le acogían como un hermano más, compartiendo todo con él, bocadillos, hachís, LSD, música, durmiendo a la intemperie en sacos y pequeñas tiendas de campaña.

Érika le pidió que la acompañara a Ibiza y con los últimos ahorros se fue a la isla en busca de otro sistema de vivir, sin las necesidades ni agobios de una sociedad alienada por los falsos deseos.

En esos tiempos, Ibiza no era un lugar de turismo para la jet set y los jóvenes que buscaban un nuevo mundo creaban mercadillos, ocupaban casas destartaladas en el campo, hacían huertos y artesanía para comprar cuatro cosas para comer.

Con Érika habitaron una cueva, un pajar y una casa vieja en las afueras. Ella tocaba la guitarra y cantaba como Joan Baez y la gente los invitaba sencillamente a lo que tenían. Sin necesidad de electrodomésticos, luz , agua corriente, era bastante sencillo vivir un tiempo. Mientras se desarrollaba un fantástico proceso anímico de trasformación de todas las costumbres, de la manera de entender las relaciones humanas, la contracultura, los roles sexuales, el color y el sonido, el tiempo, la sensibilidad artística y la amistad. A veces daba la impresión de estar viviendo en una secta solar.

Érika se fue a Holanda con un compatriota. En Ibiza se edificaron hoteles, se abrieron restaurantes y se organizó el mercadillo de San Antonio. Las drogas dejaron de ser gratis y comenzaron a llegar ferrys todos los días con gente que quería pasar un tiempo en la isla camuflados con ropas blancas y cercando a los hippies como a animales de feria. Incluso la música cambió y ya no sonaban Sargent Papers, Jefferson Airplane, Pink Floid, ni Mamas & the Papas.3

Falto de medios y agotada la búsqueda de otra realidad paralela, otro mundo en el que vivir u otro imaginario posible, Juan se fue a Barcelona a buscar la paz y el sustento.

Consiguió un trabajo en Miró, una cadena de electrodomésticos con mucho éxito, gracias sobre todo a los televisores y música hifi. Un día que iba por la calle Tuset conoció a Susana, la fan de los Beatles, a Eva y a Marina con las que tuvo sus devaneos y fiestas de perdición, hasta que Marina quedó embarazada por un descuido y decidieron con entusiasmo naïf que sería muy hermoso vivir juntos en un piso antiguo de la calle Avinyó, e iniciar una aventura, no sé si llamarla de pareja o de alguna otra cosa que no tiene traducción moderna.4

Cuando pudieron comprar un 127 se fueron a Paterna para recordar los tiempos de la infancia y enseñarles a los niños, tres tenía ya por entonces, la masía, que Felipe, el mayor, que sabía pintar le dibujó más tarde al oleo para ponerla en el comedor.

Desde luego, ya no quería nadie vivir apartado en la vaguada y aunque los campos sí que tenían plantados garbanzos y cebadas de secano, la casa tenía los techos hundidos y las paredes rotas. No había ni huerto, ni estaba la parra de la entrada y el pozo estaba cerrado. El único placer que se pudo conseguir fue que un sobrino, hijo de su hermano Silvestre, paseara en burro a los niños por el camino del viejo colegio hasta Mas de Las Matas para comer un conejo de caza con tomate, que se parecía algo pero que no lograba ser el que le hacía su madre ya fallecida ,dios la conserve en su gloria5. Los niños encima del jamelgo hacían juegos de palabras y se balanceaban como bailarines, ajenos al paisaje que devoraba Juan, buscando algún indicio de su ser perdido en un mundo cambiado, alguna eternidad en medio del caos de su vida.6

Dicen que en la juventud hay mucha gente idealista que quiere cambiar el mundo a mejor, que antes de ser aplastados por la fuerza de la sociedad establecida tienen fe y entusiasmo al punto de inventar nuevas formas de vivir o entender el amor, la amistad, la autoridad o las reglas de juego. Luego, cuando son derrotados, se trasforman en yuppies o pobres desarraigados y frustrados. Pero también es cierto, que antes de sucumbir dejan alguna huella, como un hijo al que educan de otra manera, en unos gustos diferentes, aunque luego se comercialicen y encaucen su fuerza revolucionaria o unas ideas que a pesar de todo se impondrán y se aceptarán.

Aún en modo silencio el enemigo establecido los oye.7


COMENTARIOS

#identidad #juventud #adaptación #nostalgia

En este cuento los oyentes a modo de Juan toman conciencia de distintas fases de la vida, reviviendo etapas en las que ejercía otro ‘yo que era’. Había entusiasmo, músicas, olores y sabores, pero con el paso del tiempo dejamos de ser ese para ser otro más, tal vez mejor, tal vez peor.

Hay momentos en los que, al igual que los oyentes, el protagonista ha conectado con las músicas de moda, que luego tal vez se han convertido en rígidas preferencias o definiciones de ‘cómo soy yo’.

En momentos de búsqueda de identidad se han explorado caminos, hippies en el caso del cuento, pero pueden ser sectas, tribus urbanas, radicalismos políticos, en los cuales el protagonista ha podido quedar ‘colgado’ o ha ‘evolucionado’.

En el camino han quedado numerosas cosas en estado de deshecho, objetos que nos acompañaron, modas y relaciones ocasionales.

Visto con perspectiva muchas relaciones y acontecimientos fueron frutos del azar y uno hizo lo que pudo o supo, no lo que hubiese preferido o ensoñado.

Los fracasos forman parte de nuestra historia. Nos han hecho crecer. Nos han hecho detener. No somos nada después de determinada muerte, divorcio o cambio.


NOTAS TÉCNICAS

1 Aquí se les pide a los oyentes que sugieran distintos sinónimos que reflejen parálisis o bloqueo mental. En esta ocasión fruto del maltrato de los demás que produce una reacción de estar ‘herido hacia adentro’.

2 Los oyentes pueden colaborar poblando de aparatos y marcas antiguos que recuerden para que el mundo vintage se manifieste.

3 Se involucran musicalmente los oyentes para incardinarse en la historia

4Pasaje del idealismo al realismo, ¿En qué momento sentamos la cabeza o nos doblegamos a las necesidades de sobrevivencia? ¿Cuándo has tenido o crees que tendrás ese pasaje?.

5Como en un aparte, con énfasis, para capturar más la atención de los oyentes.

6Dependiendo del tiempo se puede representar el juego de unos, haciendo de caballo y otros, saltando encima diciendo ‘churro, media manga, manga entera’.

7Acertijo final, síntesis del cuento que para resolverse se necesita haber comprendido los detalles de lo narrado. Fase meta-creativa o no literal de la narración. Se pide a los presentes que deduzcan del contexto de la narración el significado de la frase enigmática, mantra o aforismo.

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