Una carta perdida
Dramatizado por Ana Solo de Zaldivar Tertre
Hay una autora japonesa que escribe libros y hace cursillos, Marie Kondo. Nos sugiere que ordenemos y eliminemos cosas inútiles porque hay veces que los mismos objetos se te apoderan y te impiden vivir con comodidad y soltura.
Ella cuenta que metódicamente se ha dedicado a la simplificación y al minimalismo útil y ha conseguido hacer de ello no solo un modo de vida sino que lo ha convertido en su profesión o suculento negocio.
A Jaime le impactó una charla que vio en TED y quiso poner en práctica las ideas sugeridas para buscar orden y paz interior. Porque a veces se encontraba agitado. Se sentía desasosegado por algún ciclo vital, premonición y signo sin identificar o comprender, de los cuales emanaba la inquietud como una excrecencia.
Empezó ordenando la casa con la caja de facturas. No sabía si guardarlas, dicen algunos que es recomendable por prudencia guardarlas todas. No tenía tantas dudas con los tiques de unos calcetines, de una radio antigua, de la maquinilla de afeitar con la garantía caducada..1 Pensó que podía tirarlo todo. Hay que tener en cuenta que si encuentras un tornillo que decidiste guardar por si un día lo necesitabas y decides tirarlo, tendrás que aceptar deportivamente que si luego lo necesitas tendrás que apañarte.2 El consuelo puede ser que uno asume que guardar es peor que solucionar.3
Siguiendo con la limpieza, también pensó tirar libros de texto de la escuela y manuales de aparatos antiguos que por la obsolescencia programada solo tenían un período corto de vida útil.4
Decidió proseguir limpiando los armarios. Encontró un gorro de Papá Noel que solo usó un día de disfraz, unos guantes agujereados por los que pasaba el frío, camisetas de otra talla, ropas que hacía cuatro o cinco años que no usaba, como unos pantalones deshilachados…en ese momento recordó a Kondo y se dijo:
-“¡Todo fuera!”.
Apareció una caja de correspondencias antiguas: había cartas del casero, del colegio y del ayuntamiento.
De repente, encontró una que le dio un pálpito. Le impactó y le hizo responder con un respingo como a un gato que se le eriza el pelo5
Esta carta era sobre una tal María en una época en la que debía tener 16 o 17 años y empezaba a fumar Celtas Cortos y LM. Para llamar la atención en vez de beber vino o cerveza bebía vodka, como diciendo “yo soy guay”, “estoy al loro”, “valgo”, “estoy en línea”. 6
María y Jaime se conocieron un año antes en el instituto, pero en esa época solo hubo miradas, sin contacto7. Cuando uno de los dos descubría que el otro le estaba observando, apartaba la mirada para no parecer grosero o impertinente. La cuestión era mirarse un segundo para no parecer pesados o inadecuados o indecentes8.
¿Sabían que se gustaban mutuamente? En ese momento estaba verde la cosa. No sabían que empezaban a sentir, ni le ponían nombre de amor.
Quiza los compañeros lo veían venir antes de que sucediera porque le decían:
-¿A tí te gusta María?
-¿María yo? Que va, qué dices -contestaba Jaime, escandalizado por la suposición.
Seguramente tenían sentimientos sin tenerlos oficialmente o estaban fraguándose como una semilla que en primavera va a crecer.
El segundo año, se sentaban el uno al lado del otro. Se rozaban, como por casualidad, un día la rodilla, otro el codo, con discreción.9Sin saber qué querían exactamente, nacía en ellos un deseo difuso, atraídos el uno por el otro, como imanes que desconocían las leyes físicas que les gobernaban, cuyo magnetismo les llevaba a unirse porque sí.
No tuvieron más remedio, a fuerza de juntarse, que reconocerse oficialmente como adjuntos condenados a rozarse, incluso un día se dieron la mano al quedarse rezagados en el parque. Empezaron a darse algunos besitos, en momentos de mucha alegría o cuando un chiste les hacía especial gracia, hasta que también lo hicieron para saludarse y despedirse.
María era hija de militares y como pasa a menudo en esa profesión…destinaron a su padre a otra ciudad y tuvo que desplazarse.
María le dio mil vueltas a la situación, atrapada sin poder escapar por puerta alguna y le dijo a Jaime en un arranque de desesperación:
-Nos vamos toda la familia, pero me haría ilusión que fueras tú la primera persona con la que hiciera el amor antes de irme -se atrevió a espetarle con disciplina de lógica implacable, pero acompañada de temblor de pies y manos.10
De esta forma reconocía un amor que hasta ese momento era una historia fantaseada en ensueños nocturnos. María también esperaba una especie de prueba que confirmara lo que ya sabía hacía tiempo y que surgiera de la verificación una especie de hecho que tal vez impidiera que el destino los sepultara.
Se encontraron con problemas logísticos, ¿dónde podrían hacerlo? Habían oído a compañeros que lo habían hecho en la parte de atrás de un coche, pero era poco creíble porque con 16 años no tenían coche ni carné. Todos los compañeros parecían tener más experiencia y contaban historias de cuando se iban sus padres de casa, de que lo hicieron en una alameda11…quizá todo fuera mentira. La mentira es una escuela para pensar en la verdad. La fantasía es como una lámpara, la guía para encontrar el camino cuando estás perdido y confuso.12
Pensaron en más opciones como un hotel, pero quedaba descartado, sería muy caro, les pedirían el DNI y al ver la edad les amenazarían con avisar a sus padres o la policía. En sus propias casas tampoco era una buena idea, a María le controlaban bastante sus padres y en la de Jaime que tenía muchos hermanos, no se quedaba nunca vacía.
Intentaron hablar con Roberto para que les dejara su habitación, pagándole algo por las molestias, ya que él siempre presumía de tener una, pero resultó que les puso muchas pegas “ahora no…no me va bien.. tengo ya un compromiso..13” por lo que pensaron que igual no era tan liberal ni tan buen colega como él presumía.
Encontraron la solución en un garaje en el que unos amigos iban a tocar y solían ir a escucharles. Además, el local contaba con un sofá. Les pidieron que les dejaran las llaves ya que por suerte ese día estaba libre.
Se sintieron un poco torpes. Habían tenido sus imaginaciones. Lo habían hablado, pero todo lo que sabían de sexualidad era de los libros o de oídas, pero la realidad era sorpresivamente diferente y con mucho más misterio que un manual de instrucciones.
Se habían masturbado alguna vez fantaseando que hacían esto y lo otro, pero no era lo mismo cuando tú te tocabas que cuando era otra persona quien te estimulaba. Tenían dudas sobre qué hacer y cómo recibir una relación carnal en la que los actos provenían de la libertad, la voluntad y el acierto del otro. Iban, retornaban y se mezclaban las caricias. Tenían impericia, exceso de necesidad de éxito, impresión por lo tremebundo del momento, mucho deseo, una relación de carne y hueso a través de otra persona, no con revistas ni películas de por medio.
Empezaron con un abrazo, una caricia y se fue liberando la naturaleza. Lo hicieron con mucho amor, cariño y paciencia. Fue todo mucho más muy bonito y hermoso que lo que los temores habían dibujado. Al llegar a su casa Jaime escribió una carta como quien hace un apunte en un diario.
“De aquí a 20 años cuando leas esta carta, te sentirás igual que ahora mismo. Tendrás un reencuentro a través (trabés con b se leía) de la memoria, de algo tan intenso y tan guay que no se podrá borrar. Podrás tener un reencuentro con el Jaime futuro y el de este momento sublime.
Reflexiono sobre cómo seré en el futuro: habré (abre, sin h) acabado de estudiar ¿cómo seré de aquí a 20 años? ¿tendré barba? ¿un trabajo? Aunque el mundo sea diferente y el ambiente distinto, te podrás acordar de ahora, de este preciso instante intemporal, volver aquí otra vez”.
Cuando Jaime encontró esta carta le costó recordar quién era María, su cara, su nombre. No sabía si había sido su primera novia, la segunda o la tercera. Además, se sorprendió a sí mismo ¿éste era yo? ¿con estas faltas de ortografía? Había dibujado una margarita y varios JxM que también le extrañaron “¿y estos dibujos?” Le pareció que eran ñoñerías. Se sintió ridículo, repelente y tierno a la vez. Para él estaba claro que no podía ser la misma persona. Dudó en tirarla o no. Le parecía una tontería.
Le dijo a la carta, cual Hamlet a la calavera:14
-Ahora el mundo, efectivamente, es muy distinto. Han aparecido los televisores, los móviles… pero no tuviste en cuenta que yo también podía llegar a ser otro y traicionarte.
La tiró junto con un tique capicúa que en su día decidió guardar por si le traía suerte o tenía un valor económico como rareza de coleccionista y que por lo tanto pudiera vender a buen precio.
Tuvo Jaime también un momento de filosofía Kondo por su cuenta pensando: “los sentimientos inútiles que no te sirven de nada hay que dejarlos atrás. Mejor tirarlos a la basura porque impiden sentir el presente”.
COMENTARIOS
#sagaCrecimiento #identidad #sexualidad #orden #extrañeza
Tenemos dos narraciones en una, ordenar la casa y la historia de una relación a través de una carta encontrada. Las historias encastradas son un tipo de discurso complejo que exige flexibilidad, cambio de punto de mira, suspender y reemprender trozos desordenados.
Para facilitar y estimular esta capacidad y superar la simplificación, la excesiva concreción, la literalidad plana, el oyente ha de ser capaz de tener una escucha ‘gótica’, en la que se crucen niveles discursivos distintos.
Facilitaremos los pasajes en el momento de la dramatización del cuento, trayendo una hoja que haga de carta y simularemos que la leemos, haremos un aparte o nos situaremos en otro lado de la habitación con una gestualidad -por ejemplo sentándonos provisionalmente en una mesa para narrar la historia del amor- e intercalando escenas teatralizadas oportunas.
En el momento de ‘volver’ al curso original de la narración, el ordenamiento de la casa, regresamos al sitio y al modo de narrar anterior. Mediante estos facilitadores teatrales poco a poco el oyente irá aprendiendo, como guiado de la mano, el arte de la articulación y mejorará su comprensión del discurso comunicativo.
En ciertos momentos se saca a colación la Alextimia del personaje que tiene estados de inquietud, desasosiego misterioso sin causa aparente, convertidos en ‘mala gana’ difusa, incluso en dolor equivocado (‘me duele el estómago de pronto’). El narrador ‘cura’ esa alextimia dando pistas, conceptos incluso arrancados por inercia asociativa cuando se dedica a buscar una palabra que no encuentra y confuso simula tenerla en la punta de la lengua y le pide a los oyentes que le ayuden (“como es eso cuando uno está como cabizbajo, callado, …” -se para y acercándose a alguien le pide proseguir la lista- “triste”- añade el oyente, por ejemplo, -”deprimido”- dice otro al que se acerca el narrador a continuación)
Dentro de la historia, como secreto escondido, se habla de las dificultades de contacto interpersonal pleno en la sexualidad, a diferencia de la masturbación o la prostitución. Se aprovecha a mencionar algo que le pasa al oyente, presentándolo como sucediendo a la pareja de adolescentes de la carta. Es como si la narración aceptase posibles identificaciones y de forma vicaria hablásemos del problema o de la solución en el ejemplo que puede servir como de aviso a navegantes en la realidad. Este suele ser el valor moral, el aprendizaje emocional que hacemos con ciertos cuentos que no se presentan como sermones que desoiríamos, sino como diversiones que nos fructifican.
A lo largo de la vida tenemos que olvidar casi todo lo que vivimos, para revivirlo en forma de información útil adaptada a los propósitos actuales, aunque sabemos que lo que hemos sido es parte de lo que somos, tal como ejemplifica el hecho de cómo respondemos si alguien nos pregunta cómo somos.
Algunos materiales del pasado quisiéramos abandonarlos, una tragedia, el origen de una enfermedad, pero no podemos dejar de pensar en ellos y en otras, no accedemos a partes enteras de acontecimientos que se mantienen en una oscuridad pétrea. La carta encontrada es el símbolo de un recuerdo en el que había interpelación al futuro como esas promesas o anhelos que se tienen, suposiciones de como seremos con el pasar del tiempo suponiendo eternidad o continuidad o mundo inmutable. Jaime en cambio sólo sentía extrañeza.
La extrañeza, es como un no reconocerse psicótico ante el espejo “¿quién es ese?” “¿quién soy yo?” De igual modo no nos reconocemos en el que escribió la carta que quedó cubierta de legajos en el fondo de un cajón.
Igual que tiramos billetes capicúas de autobús cuando ya no confiamos en su buena ventura, también podríamos tirar sentimientos. Objetos, conductas y emociones se pondrían, aún siendo diferentes categorías, en el desfiladero del mismo acto ‘tirarlos’. Resolviendo el enigma de la última frase con ayuda de los oyentes -a los que se puede preguntar incluso qué cosas, ‘rasgos’, ‘modalidades de funcionamiento’ o ‘padecimientos’ arrojarían de sus vidas, ayudamos a un tipo de ‘limpieza simbólica’.
En la terapia convencional se usa y abusa de la explicación de conveniencias o inconveniencias de las distintas actitudes de la persona o se discute con pormenor sobre la realidad o irrealidad de algo. Mediante la narración dramatizada el oyente incorpora esquemas de funcionamiento posibles sin estar en guardia o rechazando el discurso racionalista que siente como humillación -tú eres un loco que se equivoca, un inferior necesitado de ayuda y guía-.
NOTAS TÉCNICAS
1Los oyentes en este punto añaden papeles que podrían tener ellos en casa que también serían candidatos para deshacerse de ellos.
2Explicación de la conducta a través de un ejemplo concreto de guardar un tornillo, clavo o tuerca por ‘si acaso’ se necesita en otra ocasión. Esta explicación puede hacerse de forma ‘jocosa’ como llevando al absurdo la posible queja culposa de haber tirado a la basura un tornillo oxidado.
3Momento oportuno para pedir una explicación u opinión al respecto de algún oyente, a ser posible que conozcamos un grado de síndrome de Diógenes.
4Se puede preguntar en voz alta para que conteste quien quiera. ¿Cuánto os ha durado una tostadora? ¿Unos auriculares? ¿Un teléfono móvil?
5¿Os ha pasado que hayáis encontrado algo por sorpresa que no esperabais o no recordabais, como un billete en un pantalón, una nota o un objeto perdido?
6Coleccionar expresiones similares para que los oyentes se impliquen en un momento de su vida en la se dejaban llevar por las modas y costumbres del subgrupo de pares.
7Se escenifican en este punto las miradas de dos que se gustan al pasar, al sentarse cerca en un aula de forma que queda representado, incluso con los mismos participantes, el significado de gustarse sin mayores consecuencias, pero con secretas expectativas.
8O groseros, pesados, obsesos… Distintos modos de descubrir el deseo y ser rechazados por no saberlo disimular adecuadamente según reglas no escritas.
9Se escenifica esta parte con el narrador o un voluntario y un oyente, preferiblemente con temores de contacto sentados en dos sillas.
10Se puede ejecutar la frase mediante la contradicción corporal de decirla tranquilamente mientras exagera el narrador temblores de manos y pies.
11Contada esta parte con ‘retintín’ para que el oyente comprenda las mentiras que ocultan verdades, los cuentos que nos contamos a falta de otra cosa mejor.
12¿Por qué mentimos cuando mentimos? Plantea el narrador par generar un corto debate (para salir del paso, por interés, por cobardía.. dicen algunos)
13 Se le pide a los participantes que sugieran otras disculpas similares
14Efectivamente, el narrador imita al actor hamletiano utilizando la carta en vez de calavera, recitando la frase con tono especial diferente del resto.