Consumición
Un día que había poco público, a primera hora de la mañana, cuando abría el local Don Ramiro, les pidió por favor si podía salir un momento a tomar un café mientras se colocaban en sus puestos.
Juan le siguió, sin parlamentarlo antes, ni haber la suficiente confianza como para tomarse la libertad de acompañarle. La única justificación que podía dar era que había sobrada cobertura de personal. El encargado, Don Ramiro, aunque sorprendido1 no pareció tomárselo a mal, aparentemente.
-En la esquina hay varios bares, le indicó Juan para facilitar la comunicación-.
-Vamos a ver -aceptó Don Ramiro- con camaradería algo forzada.
En la calle que hay torciendo a la izquierda descartaron un pequeño bar de aspecto lúgubre. Tampoco pareció adecuada una cafetería que todavía estaba cerrada, con la persiana a medio echar y con las sillas encima de las mesas. Cuando llegaron al alcance de la pastelería “La pepita de chocolate”, Don Ramiro se detuvo a mirar los pasteles con mucha atención, sopesando color, materia y forma, hasta que finalmente entró y le pidió a la dependienta que le acompañase hasta el escaparate, donde le indicó:
-Quiero uno de estos, y este otro… ¿por dentro qué tiene?..
-Nata con nueces -le informó ella, solícita, esperando la decisión de la voluntad áurea del cliente-.
-Ah… observó compungido Don Ramiro. … si hubiera estado relleno de crema de avellanas hubiera sido perfecto..
-No se preocupe, si espera unos veinte minutos le hacemos uno con avellanas en el obrador.
-Se lo agradecería mucho. Mientras voy a tomar un café en el bar de la esquina y vuelvo.
Juan que se había mantenido al margen de momento, por ser educado y no caer en el riesgo de parecer entrometido, inspeccionaba en el escaparate los modelos por si resultaba práctica su minuciosa observación complementaria del material.
-Ya he encargado un pastelito para mi hija, pero tengo que esperar un rato, así que tomaré algo aquí al lado -le advirtió Don Remigio, viéndole tan concienzudo y exhaustivo inspeccionando el perfecto pastel.
-¿Ha visto el pastelito con cucurucho de merengue rosado con base de bizcocho de chocolate? ¿No le gustaría?
-No, no a ella no le gusta ni el chocolate ni el merengue. -le contestó Don Ramiro, ofendido por el desatino que le proponía-.
Mientras entraba Don Ramiro en el establecimiento aledaño, Juan dio unos pasos atrás para evaluar, empecinado en ser útil, los posibles pasteles de regalo que no tuvieran chocolate o que éste se pudiera retirar por tener una función meramente decorativa.
No había pastel sin chocolate digno de interés para una niña
Cuando entró en el local en el que se había introducido Don Ramiro, se extrañó que no fuera ni un bar ni una cafetería, sino una especie de fish and chips,y que estuviera disfrutando de una ración de patatas fritas.
Le sorprendió a tal punto el peculiar tentempié elegido que al quedarse aturullado unos instantes vio que estaba delatando en exceso su pasmo frente a Don Ramiro y para compensarlo le espetó:
-¿Quiere que vaya un momento a la cafetería de al lado y le traiga un café? -se ofreció, para salir del paso-.
-En todo caso una caña pequeña -le dijo el encargado, contraatacando la oferta con una nueva demanda-.
Juan se dirigió resuelto al bar y pidió una caña al camarero.2
-¿Qué clase de caña quiere? extra cebada, Hoonecker especial o malteada, o preferiría la rubia dry,-le inquirió, solicito el barman-.
-Esta misma -le contestó Juan. apuntando a una que parecía de mayor calidad porque el grifo era bronceado con un escudo colorido grabado en el caño metálico-.
-¿Me la podría poner en vaso de plástico por un casual?
-Lo siento, sólo tenemos los vasos especiales de la marca
-Bueno… Lo necesitaba para llevarla aquí al lado y si se fiara se lo devolvería luego.. -le explicó de una manera que parecía estar mendigando-
-No hay problema -resolvió el atento camarero-.
-¿Cuánto es, por favor? -preguntó Juan cuando le hubo servido la caña.
-Tres euros
Se sorprendió de lo que costaba, pero como había elegido deliberadamente su perdición al pedir lo primero que se le había ocurrido, no tuvo otro camino que aceptar el precio con resignación.
Sacó el monedero dando por hecho que estaba lleno de monedas de euro suficientes, pero no las tenía. Las había gastado el día anterior comprando fruta, pero al haber monedas pequeñas en abundancia las sacó encima de la barra para contarlas delante del camarero y que no hubiera duda de que pagaba con exactitud y no pensaba minorar el pago ocultándolo en un montón de pequeñas monedas que por no contar las aceptara fiándose de la exactitud.
-50 mas 50 hacen un euro, 20,20,20, uno sesenta, 10,10,10,10, dos euros, 5.. -aquí Juan ya iba a cámara lenta porque con lo que quedaba ya era obvio que no llegaba-. … 5. …. 2…
1….1… 2,14… lo siento, ve -y volvió a contar no fuera que cupiera duda- lo ve, no llega, tendré que darle un billete.
-No importa, señor, tengo cambio, -le dijo el camarero, tranquilizador-.
Juan se fue a palpar el bolsillo izquierdo de la chaqueta para sacar la cartera, pero se tocó el lugar, incrédulo y asombrado, sin querer aceptar el desastre, pero al final la evidencia se impuso y tuvo que aceptar la realidad: no llevaba la chaqueta.
-Si que lo siento -le digo compungido – resulta que no he cogido la chaqueta al salir porque hacía buen tiempo y llevaba ahí la cartera. Lo siento mucho porque le he hecho servir la cerveza y no puedo pagarla…
-No se preocupe. Eso le puede pasar a cualquiera -le contesta conciliador el camarero-. A mi mismo me ha pasado alguna vez. A ver, cuanto decíamos que tenía… 2 euros…
Dudó unos instantes el barman como si dirimiera entre sentenciar un perdón benévolo o darle un micro préstamo pagadero a corto o a largo plazo, pero finalmente se iluminó su cara con una alternativa nueva que se le ocurrió milagrosamente.
-Coja las monedas y le dejo la cerveza a deber para cuando quiera, pero le quería pedir a cambio un favor.
-Muchas gracias. Por supuesto, si está en mi mano hacerlo.
-Salga a la calle, mire frente a las mesas de las terrazas del callejón de al lado y luego sencillamente me dice lo que le ha llamado la atención.
Juan, pensando que se trataba de una colaboración en una prospectiva de mercado, para analizar el tipo de cliente que frecuentaba el local o lo que consumían en los locales exitosos de la competencia se prestó con agrado al experimento3.
Se coloco en medio del callejón como pensando sesudamente un asunto privado o estudiando sin mayor interés a qué bar aposentarse como quien se moja un dedo para dejarse llevar por el primer viento que lo sienta secar y miraba a unos y otros, sin molestar con su mirar sin mirar.
Vio a una madre que se miraba el maquillaje de la cara con un espejito mientras su hijo devoraba unos bollos con un zumo de naranja. Vio a dos mujeres que se besaban, mas parecían amantes que amigas. Vio a dos obreros con monos azules almorzando tortilla de patatas con un vaso de vino, vio…4
Cuando ya había recogido una información suficiente volvió al bar para darle parte de sus pesquisas al camarero.
-Antes de nada escríbame en este libreta su nombre, DNI, teléfono y dirección -le pidió casi con dulzura el camarero-.
Juan aceptó sin rechistar dar sus datos de buen grado, pensando que se merecía toda la colaboración del mundo una persona que se mostraba a la vez generosa y cuidadosa de los asuntos de su negocio.
-¿Ha visto con detalle el ambiente del callejón como le rogué? -le pregunto, como dándole la libertad de pasar sucintamente por el reporte o bien colaborar de forma exhaustiva-.
Juan le iba dando detalles de lo contemplado en las distintas mesas, y el camarero satisfecho de la exactitud del relato, se tomaba la molestia de hacer anotaciones en el cuaderno e iba haciendo algunas preguntas aclaratorias.
-¿Y el niño qué edad parecía tener? ¿Y las mujeres supuestamente amantes cómo iban vestidas y qué clase de bolso tenían encima de la mesa? ¿y el mono de los obreros estaba limpio o tenía manchas como si estuvieran en una pausa de un trabajo duro y sucio?. .5
Como había pasado bastante tiempo entre una cosa y otra, Don Remigio ya se había comido las patatas, había cogido su pastel de avellanas y había vuelto al trabajo en vistas de que Juan no cumplía con lo prometido o se había vuelto al trabajo por un aviso urgente.6
Juan no sabia qué hacer con la caña de cerveza, así que, resignado, la tiró por un desagüe de la calle y le fue a devolver el baso de luxe al bar, despidiéndose del camarero de una forma efusiva, como si fruto de un pequeño encuentro casual hubiera nacido una posible amistad.
Al cabo de unos meses recibió una carta de citación como testigo para el juzgado de instrucción de la familia nº 2.7
-Soy el abogado de Casimiro Rodríguez Pavía y le llamaba para la citación de parte en el jugado de instrucción para el día veintitrés.
-Pero si no conozco de nada a esa persona que me ha citado -objeto Juan..
-Hace dos meses no fue usted a pedir una cerveza al bar que esta en la calle Pavía. cerca de su lugar de trabajo?
Juan recordó de pronto el suceso de los pasteles para el cumpleaños de la hija de Don Ramiro, que provocaron bronca y por lo tanto distanciamiento con el encargado y se le vinieron a la mente las acusaciones de acoso laboral que alguna vez salen por la prensa y preguntó:
-¿Pero se trata de una denuncia por bulling laboral?
-No, no, para nada, nadie le acusa a usted de nada -le tranquilizó el abogado- usted no viene como acusado sino como testigo a favor de Casimiro Rodríguez.
Tampoco entendía Juan de qué podía ser testigo para alguien al que no conocía, pero de pronto se acordó, asociando ideas y datos que todavía no había pagado la cerveza al amable camarero que se la cedió a cuenta. Le había dado los datos personales y ahora quizá lo denunciaba por no haber pagado.
-¿No se tratará de una denuncia por no haber pagado una consumición, verdad? Porque entonces podría ir corriendo a liquidar la deuda de la que me había olvidado completamente. -se ofreció solícito para intentar zanjar el asunto y evitar el engorro de acudir al juzgado-
-Ya le he dicho que usted no es el acusado sino el testigo del señor Casimiro, que es el camarero que le atendió y que le pidió que observara la escena de los hechos y tomaron unas anotaciones que tengo aquí delante y quería comprobar qué detalles recuerda todavía. Dígame por favor las personas que usted recuerde haber visto ese día..
-Una madre con su hijo, unos operarios, dos mujeres tomando café…
-¿Las mujeres cómo iban vestidas?
-Una con una chaqueta rosa y la otra con un vestido azul, creo
-¿Recuerda si encima de la mesa había algún complemento femenino?
-Vagamente, creo que la mujer de rosa tenía un bolso marrón claro con un colgante dorado de Alicia en el país de las maravillas y la del vestido un bolso pequeño de cuero azul con unos ribetes marrones y se besaron.
-¿Un beso de despedida?
-En la boca, parecía mas bien un beso amoroso.
-Bueno, veo que usted tiene buena memoria de lo sucedido ese día, así que no se preocupe para nada, limítese a responder a las preguntas tal como usted ha hecho conmigo ahora, manifestando con sinceridad y sin adorno lo que recuerde, y lo que no recuerde diga que no lo recuerda o no lo sabe, si le piden deducciones o suposiciones. Usted no corre ningún peligro de ser acusado ni de bulling, ni de impago de cerveza ni de nada malo, sólo contribuye a la justicia como testigo de una escena, así que no hay nada que temer.
Tanto le calmaron las palabras halagüeñas del abogado que Juan se relajó seducido por el runrún positivo de las promesas, tanto que hasta se le fueron las ganas de hacer preguntas de cuánto duraría la toma de declaración, y en qué consistía la causa de Casimiro el camarero. Decidió olvidarlo todo hasta el día veintitrés para el que tuvo que pedir permiso a Don Ramiro que le puso cara de asco como pensando “otra vez este tarado haciendo una de sus rarezas”.
El abogado no quiso prevenirle ni informarle de nada. Sólo le pidió que contestara con honestidad a las preguntas que se le hicieran.
En el juicio vio al camarero, que le miró con simpatía, y también estaba la señora del bolso marrón claro, de la terraza del callejón de Pavía.8
Cuando le interrogaron no lo tenía claro y al mirar al camarero, vestido con traje, muy peripuesto, no lo parecía, advirtió que le indicaba con cara de borrego, ·”habla, pero te lo suplico, no metas la pata, ya que te invité a una cerveza, así que cuando llegó al punto que le preguntaron:
-Reconoce a la Señora del banco de la izquierda?
-Si, hace un tiempo la vi en las terrazas de la calle Pavía tomando café con una amiga.
-Describa usted la escena, le pidió no sabía si el fiscal, el abogado o algún ayudante de practicas.
-Tomaban café, charlaban con normalidad, nada más.
-¿Nada más, seguro? -pregunto incisivo y amenazante el togado.
-Nada más dijo con satisfacción Juan con el deber cumplido de hacerle un favor o al menos complacer la petición del camarero con aspecto de cordero.
Al salir de la sala por haber cumplido su deber como testigo se acercó al camarero amigable y le dijo:
-Ya me pasaré a pagarle la cerveza que le debo un día de estos…
-La cerveza te la pones donde te quepa, tarado traidor!
Como no se esperaba exabruptos en vez de ceremonias verbales y gestuales de agradecimiento, salió espantado de la sala, tropezando tontamente un par de veces con los bancos.
COMENTARIOS
#personalidad #complacer #engaño
En este cuento aparece el personaje de Juan intentando complacer, ser útil, esmerarse en ayudar servicialmente, invitando a cervezas especiales, favorecer con testimonios a la justicia y a las personas como el camarero que le ha condonado deudas.
Todos estos intentos de integración, de solvencia, de ser “persona de primera” resultan fallidos por inoportunos, descabellados, basados en suposiciones y error de cálculo, como si la complejidad de la vida le acabara pillando en renuncio.
Son acciones de un “Yo debilitado” frente a un otro potente que le desborda. El Encargado que le rechaza, el camarero que le perdona un pago de consumición, que le capta como testigo de una infidelidad. Mete la pata por sistema, casi siempre por culpa de sus buenas intenciones, a las que no sabe dar el impulso y forma necesaria para que lleguen a destino.
El camarero al que quería ayudar con un testimonio verdadero necesitaba otro que intuyera los datos esenciales necesitados (el beso) y Juan en vez obtener agradecimiento sólo consigue disgustarlo. Es como si Juan no pudiera captar las indicaciones referenciales del lenguaje, y las que “se supone” que debe saber las ignora, lo que le lleva a un desvío patético unas veces, cómico otras y decepcionante la mayor parte del tiempo.
Le falta la astucia y la picardía necesarias para el juego social del decir una cosa queriendo decir otra y que por no tomarse lo dicho al pie de la letra todos son capaces de adivinar.
Es la misma falta que nos lleva a no captar el sentido del humor o la ironía.
El cuento pretende guiarnos en el arte de conocer los secretos que todos saben, que al Encargado no le interesa la compañía de Juan, que para el camarero Juan es un pardillo, que por tres euros que cuesta la cerveza tiene que testimoniar en contra de su mujer que le engaña con otra. Descomponemos y componemos una y otra vez, mediante ejemplos, cómo funciona la maquinaria del lenguaje, el que usamos para reflexionar sobre nosotros mismos, el que usamos para dar pistas y para captarlas y jugar con la referencia hasta ser comprendidos.
NOTAS TÉCNICAS
1A partir de este punto la narración se realiza de forma teatralizada, narrando los trozos que sitúan el contexto. La escena en la pepita de chocolate requiere de tres personajes, pero pueden hacerse entre dos, o incluso por el narrador mismo que se va colocando delante o detrás según qué personaje hable.
2Escena con el camarero para dos actores que la representen. Las explicaciones del párrafo “Sacó el monedero..” es mejor actuarlas directamente utilizando un puñado de monedas pequeñas.
3 Aquí pasamos a modalidad recitativo.
4 Se pide que algunos de los oyentes inventen personas que pudieran haber visto en una terraza, especificando algo que toman o hacen (ejemplo: dos amigos chocan sus jarras de cerveza celebrando una buena noticia.) Acabada esta tarea de observar socializada se vuelve a la modalidad teatralizada con actores.
5En este punto se hacen preguntas basadas en las aportaciones anteriores del público.
6Presentada esta situación en forma de representación Don Remigio mira el reloj, resopla, mira hacia la puerta, hace gestos de sentirse defraudado, en la puerta mira a derecha e izquierda esperando y mirando el reloj hasta que decide marcharse. La narración se suspende mientras el foco de la atención está sobre él. Cuando se ha ido Remigio viene Juan como con prisas, haciendo equilibrios con la caña de cerveza para que no se caiga mientras hace eses por la habitación simulando la carrera. Llega al local de fish and chips y no está, no sabe qué hacer con la cerveza, se bebe un traguito, sale a la calle y la vacía en el desagüe de la calle. Se despide del camarero (puede ser de cualquier oyente de los presentes al que se toma por asalto tratándolo como camarero, dándole pomposas gracias, chocándole la mano con efusión, abrazándolo incluso (“gracias, gracias por todo, no hay gente tan generosa y persona como usted..”)
7 Se anuncia y se representa la escena
8 Escena del juicio. El centro de la cuestión es que en esta ocasión Juan elude de su testimonio el beso amoroso entre las dos mujeres, cosa que los usuarios saben que estaban relatados en los dos anteriores ocasiones que se menciona, por lo que han de marcarse de forma especial en la representación para que estén en la memoria del oyente (haciendo pausas y titubeos como si se tuviera pudor al decirlo (por ejemplo: “bueno, si… una cosa… esto… les vi… es que no sé… bueno el caso es que las vi besándose.. ejem”)