Los mundos de Remi

Los mundos de Remi


Representado por Ana Román y Alba Uson

Todos nos movemos en el mundo a partir de pequeños “submundos” que son los que rodean nuestras aficiones, ocupaciones, relaciones circunscritas a un espacio o un tiempo ajustados a nuestra capacidad de accion.

Uno de los mundos a los que Remi cuando era un niño pequeño estaba muy vinculado era el religioso, en buena parte debido al ambiente de la época en el que estaba plenamente imbuida su familia.

Por ello no es extraño que Remi jugara en ese tiempo beato a recrear misas. En sus simulaciones virtuales decía palabras inconexas en latín, jugaba a hacer misteriosas ceremonias sagradas con las que hacía diversos milagros: que le crecieran dos colas a un gato, que los tendidos eléctricos se partieran y crearan arcos fotovoltaicos, que los muebles cambiaran de sitio cada vez que alguien traspasara la habitación, que las gentes a su paso se arrodillaran para adorarle como un rey mago, a curar las enfermedades de la sala de los hospitales y a hacer manar de la fuente de la plazoleta zumo de naranja1.

Su madre, que estaba muy contenta de que Remi se desarrollara tan cerca de los caminos de la salvación, le regaló miniaturas relacionadas con la misa: dos candelabros, un libro sagrado minúsculo, un cáliz y un altar.

Remi disfrutó mucho jugando con las artes sagradas, aunque se cansó pronto y también se aficionó a entrar en otros mundos de juego: policías y ladrones, indios y chaquetas azules, papás y mamás, oficios de tendero, carnicero o bombero…2 y a través de de la fantasía incluía la realidad de una cierta manera, entrenándose a ser un adulto, pero sin perder los privilegios de niño.

Cuando creció abandonó los placeres de la imaginación para pasar a los deportivos y lúdicos de los mayores. Lo único que quedó del antiguo mundo de maravillas y poderes extraordinarios fue una curiosa costumbre de resolver sus problemas mediante muñequitos de papel que dibujaba, recortaba y los asimilaba a personas reales, el profesor de matemáticas, su amigo Albero, el conserje, Garcés, Nuño,..3 Cada vez que tenía dudas o necesitaba resolver los conflictos de su edad sacaba de la caja secreta de monigotes las figuras correspondientes y las hacía moverse, agarrándolas por el hombro, hablar y comportarse explorando soluciones.

Así, jugando, se dio cuenta de que a partir de estos munditos de papel, podía participar en el mundo real y empezó a creer que podía intervenir en los asuntos que quisiera desde su habitación y podría transformar el mundo a distancia.

Conforme pasaban los años, Remi crecía y ya no practicaba el vudú con las figuras porque tenia que dedicar tiempo a estudiar matemáticas, inglés, lenguaje, naturales…4

Un día se enteró de que su amigo Roberto estaba enamorado de Laura, pero ésta no sentía lo mismo. Remi decidió utilizar los figurines para ayudar a su amigo. Se sintió en la obligación de intervenir.

Cogió su muñeco de Roberto que utilizó como Idolon (ειδώλιο) y hizo que la figura de Laura, después de unos requiebros preliminares, se acercara a Roberto y les mandó tener una relación. Una vez producido el contacto de piezas representadas, las personas reales no tenían otro remedio que repetir lo que habían hecho los Idolon de papel. 5 Así que Roberto y Laura comenzaron a salir juntos.

Como siempre, cuando mientes o fuerzas una situación para gustar a alguien, acaba apareciendo un movimiento pendular contrario6, es decir, si decimos a una chica que nos encanta David Bisbal o que hacemos la mejor pizza del mundo sólo con el fin de halagar sus oídos para enamorarla, al final cuando nos pida que le hagamos una pizza o que le cantemos una canción de su ídolo, se dará cuenta de que le habíamos mentido y las consecuencias serán peores que si desde el principio hubiésemos seducido con la verdad.7

En la relación de Roberto y Laura pasó lo mismo. Laura se enamoró de otro chico. Lo dejaron y Roberto se quedo destrozado.

Remi pensó que a lo mejor habría sido menos doloroso si él no hubiese intervenido, ya que Roberto habría encontrado a otra persona que le quisiera de verdad y ahora no estaría así. Se preguntaba ¿hasta que punto esto de intervenir, de usar unos poderes, puede tener un buen final, aunque proceda con buena voluntad?

Escarmentado por el desastre que había contribuido a fraguar a pesar de sus excelsas intenciones, decidió abandonar su poder, guardó el relicario de hombrecitos en el fondo de una caja de zapatos y procuró dejarse llevar por el curso natural o sinuoso del río de la vida.

Remi acabó sus estudios y empezó a trabajar como administrativo interino en el ministerio de Hacienda.

En la oficina estaba bajo las órdenes del Inspector Huget, que era un borde, antipático. Siempre estaba de mal humor, era agresivo y todo el mundo le tenia miedo y le evitaba.8

A Remi la creó mucho stress laboral la relación con su jefe, que no paraba de humillarle por los fallos que tenía, que muchas veces los cometía por miedo a equivocarse y que Huget le reprendiera de forma salvaje.9

Tal era el grado de agobio que se le ocurrió utilizar sus poderes para intentar corregir el carácter de Huget para arreglar su defecto y que la gente no le rehuyera como si fuera contagioso y él pudiera trabajar tranquilo hasta que terminara su suplencia.

Cayó en la tentación que había superado durante años. Hizo un recortable de Huget y le hizo comportarse de una forma bondadosa, amable, comprensiva…10

El cambio en la manera de conducirse de Huget no tardó muchos días en manifestarse. Se volvió un pedazo de pan. Incluso, como pasa en muchas ocasiones, la gente empezó a aprovecharse de la bondad de Huget, como se suele decir, das la mano y te cogen el brazo o de bueno, tonto11.

Pasado un tiempo, Remi que trabajaba por entonces en la fábrica Roca, encendió la televisión al llegar a su casa después de una jornada polvorienta de trabajo y al poner el informativo vio que habían encarcelado al inspector Huget porque había perdonado impuestos a unos clientes de grandes cuentas y se creía que recibía suculentos porcentajes.

Remi se quedó destrozado y se dio cuenta de que incluso intentando hacer el bien, las cosas salían mal. Por lo que decidió ir al psiquiatra a pedir ayuda, desbordado por una angustia culposa.

Cuando llegó a la sala de espera, vio que todo el mundo estaba en silencio como si fueran al matadero. Cuando le tocó entrar, le contó a la psiquiatra todo lo que le había ocurrido, sus poderes y su preocupación porque se creía responsable por haber jugado con muñecos de papel a los que hacía arreglar desaguisados locales o internacionales, de todo lo malo que pasaba en el mundo, de las catástrofes naturales, de los accidentes, de las muertes truculentas…

La psiquiatra le explicó, que a veces desear mucho una cosa puede hacer que se cumpla, por ejemplo si deseo tener nuevos amigos y esas ganas me llevan a ser más receptivo, abierto y sociable, de esta forma acabo por conseguir lo que deseaba gracias a la actitud firme y positiva. Pero en otras muchas ocasiones no se cumple la ley del deseo: quiero que me toque la lotería y nada, ni la devolución. No puede ser que todo lo que ocurra sea por nuestra culpa, a lo sumo, en vez de todo, alguna cosa y el resto debido a la intervención del resto de la humanidad. A su parecer, basado en la experiencia profesional, la única medida a tomar era vigilar los impulsos por si se cumplían los deseos acompañados de daños colaterales sin haberlos previsto o reflexionado antes.

Remi se dio cuenta de que la psiquiatra no se creía que él tuviese poderes, así que dibujó a los pacientes que estaban pacíficamente en la habitación de fuera en un folio, los recortó y moviéndolos revolucionó toda la sala de espera, revistas volando por los aires, guerras de cojines, plantas arrancadas de las macetas, cortinajes cayendo sobre estatuas de sabios12. La psiquiatra asustada y preocupada por su reputación, le arrancó los muñecos de las manos y le exigió que parase y devolviera las cosas a su curso clínico.

Tras calmar a toda la sala de espera, la psiquiatra guardó rápidamente los papelitos en una caja de caudales que tenía en un cajón del escritorio sin estar en absoluto dispuesta a admitir sus poderes ya que en manos de la ciencia el fenómeno observable se podría clasificar como un epifenómeno de sincronicidad aleatoria. Le recetó unos fármacos y le indicó que ya continuarían hablando en unos meses, que no podía ser antes porque su agenda estaba muy repleta de citas.


COMENTARIOS

#sagaRemi #poderes #responsabilidad #culpa

El cuento arranca de la fantasía quimérica infantil, creadora de maravillas que se pueden mezclar con la realidad sin dificultad ontológica. No requieren de la prueba de la verdad, ni siguiera de los límites de lo verosímil ni de la coherencia de un imposible que siguiera al menos unas reglas de juego. El deseo infantil genera visiones alucinadas en las que se cree y no se cree al mismo tiempo como si se trataran del gato de Schrödinger.

Le sigue como propuesta el juego, la simulación imaginaria de ser otro, policía, apache, tendero, para explorar desde un sujeto virtual el sentido de una acción como atrapar ladrones, vender y comprar, encarnada en sus gestos claves, en su esquema desnudo acompañado con la decoración de la personalidad propia. En este momento Remi hace como un pre-escolar de lo que será la sociedad adulta, que juega “en serio”.

Cuando llega a la adolescencia tan sólo participa en los juegos “oficiales”, las cartas, el fútbol, las damas y en los momentos lúdicos que se permiten y premian en sociedad, bailar, beber, ir a la montaña. Pero mantiene un núcleo infantil vivo, el del niño que llevamos dentro, en el que todavía hace ejercicio de una fantasía creadora que se mezcla con el ensayo de ser adulto, muñecos de papel a los que les dicta la lección para que la repitan, con los que hace teatrillos en los que habla de opiniones y propuestas a los amigos y adultos).

Al comenzar su vida laboral abandona totalmente al niño-fantasioso para adaptarse a la cruda realidad. Pero no obstante algunos acontecimientos “abren la puerta” de un pasillo que da a la antigua modalidad de ser-en-el-mundo. En un caso es la piedad por su amigo Roberto, que no consigue que la chica de sus sueños le corresponda. No es por egoísmo propio, sino por generosidad con su amigo que acepta realizar maniobras con las figuras de papel de nuevo. En el caso del Inspector Huget la motivación ya es personal, dejar de sentirse agobiado y maltratado y la trasformación del inspector de paso es beneficiosa para los demás y para el propio Huget. La tentación de recurrir a la magia se hace progresiva como un virus infeccioso.

El resultado de estas incursiones en lo maravilloso es doble: confirmar ya como adulto que la manipulación a distancia existe y en segundo lugar que no siempre el buen resultado es durable, ya que no tarda en volverse en contra del que se benefició de la trampa, que acaba padeciendo mayores inconvenientes que ventajas le proporcionó. Se compara este hecho a las desventajas de la mentira, seducir con triquiñuelas y falsedades, por ejemplo.

Cuando se apercibe del destino del inspector Huget entra en crisis: se da cuenta o explora la posibilitad de ser culpable de muchos males locales e internaciones por el uso y abuso de la fantasía que hizo en el pasado, sin ser consciente de las consecuencias que los “cambios inducidos” pudieran tener en la humanidad.

La angustia por tener que estudiar detrás de cada desastre, hecatombe o desgracia su posible implicación indirecta le lleva a buscar alivio al psiquiatra.

El mensaje del médico es que cada miembro de la humanidad provoca consecuencias con sus actos y la responsabilidad de cada uno sólo puede ser proporcional. En vez de sentirse culpable por los posibles errores cometidos es preferible que saque la sabia conclusión de que es mejor no ser impulsivo y meditar antes de actuar sobre las posibles consecuencias de sus decisiones.

Este discurso del psiquiatra a Remi le parece que significa que no cree en sus poderes y a fin de demostrarle la verdad o para castigarle por su incredulidad profesional decide hacer una exhibición de su poderío moviendo los dibujos de los que esperan en la sala para que el barullo que provocan sean prueba de su alcance.

El psiquiatra le arranca los papeles para “restaurar la paz”, tal vez porque Remi se los toma demasiado en serio o por si pudiera tener razón. Un científico debe ser capaz de reconocer que puede equivocarse y debe aceptar los hechos empíricos. En todo caso la respuesta oficial a esta ambigüedad es que se trata de un “epifenómeno de sincronicidad”, o sea, la terminología médica que intenta cosificar lo ambiguo en un diagnóstico objetivo.

Tome una medicación y en unos meses le llamaremos”: tratamiento para salir del paso, ésta es la ayuda que recibe Remi, escéptico de que le libere de su responsabilidad.

Nuestros oyentes comprenden perfectamente el conflicto que hay entre sus delirios y el reconocimiento de la enfermedad mental.


NOTAS TÉCNICAS

1 ¿Algún otro milagro infantil, divertido o entrañable se os ocurre? -pregunta el narrador.

2 Participan los oyentes aportando a la lista de posibles juegos algunos que ellos practicaron.

3 Nombres de personas significativas que recordemos de nuestra adolescencia.

4 Ocasión para traer a colación áreas de estudio que conozcan los oyentes.

5Con figuras de dedo hacer un representación de aproximarse, tener vergüenza, acercarse, alejarse, y aproximarse a cámara lenta, luego besarse compulsivamente el uno al otro.

6Referencia al cuento “La alfombra perfecta” (pág. 132), lo que sucedió con Milanar.

7Comentario en otra clave modal simulando que estuviéramos fuera de la narración comentando ese fenómeno psicológico, aunque en realidad estamos dentro del cuento (algo parecido a soñar que estamos soñando algo).

8Con guiñoles de dedo se dan algunos ejemplos: “Tiene prisa? Consideración es lo que tendría que tener!” “Remi, tráigame de una vez el informe de Ramírez, que tendría que estar aquí ayer”

9Otra vez se ha olvidado del informe!! Qué incompetencia!! Es más inútil que llenar un caldero agujerado!

10Con muñecos de dedo se recrean algunas situaciones amables del supuesto Huget (“¿Tiene prisa? No se preocupe, aunque tenga que hacer horas extras me volcaré en su asunto.” “Remi, no le importaría acercarme la ficha de Ramírez si no tiene otra cosa entre manos. Se lo agradecería en el alma”)

11¿Se os ocurre una expresión similar? -pregunta el narrador al grupo.

12Se les permite a los presentes ejercer un caos similar mientras el narrador agita un fajo de figuras, tirando papeles, moviendo sillas, internando que el jaleo que se produce no afecte demasiado a los más sensibles.

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