la pequeña cazadora

la pequeña cazadora

Érase una vez yo, o sea, Pastora. Tenía seis años. Mi padre, que en paz descanse, en vida se llamaba Don Fernando Ncua Messi. Programó una excursión de caza conmigo, su hija amada. Era camionero pero, en su tiempo libre le gustaba cazar como ocio útil, para dar de comer a sus hijos de paso que se entretenía. Me construyó una jaula protectora para que en el momento de la caza, los animales salvajes no me llevaran. Por ejemplo los chimpancés.

Salimos hacia las cinco de la madrugada con un pícnic bien preparado para la comida y fuimos a un bosque muy profundo, metido en la espesura, a kilómetros del pueblo. Había una cabaña donde reposamos y guardamos nuestras pertenencias.

Mi padre se cambió de indumentaria, se vistió de ropa de caza y me vistió también, luego cargó la escopeta siempre con el seguro puesto. Lo sé por que todo lo que hacia, cada paso que daba me decía en que consistía y aunque era una niña pequeña me acuerdo muy bien de todo aquello.

Nos alejamos de la cabaña y nos metimos en interior del bosque. Me llevaba a cuestas ya que de pequeña pesaba poquito. Primero miramos las trampas, que estaban hechas a mano. Habían apresado ratones de bosque comestibles, puerco espines, antílopes y ardillas. Regresamos a la cabaña ya que teníamos que descansar porque él saldría de madrugada para cazar monos con escopeta, que en esta época se comían en nuestro país. Ahora ya no se comen tanto.

Me dejó durmiendo y con el desayuno preparado en la jaula y se fue a cazar al bosque, solo. Tardó unas cinco horas en regresar y trajo la cesta llena de animales. Monos de todas las especies y más puerco espines. Estuvimos en el bosque una jornada más y regresamos al día siguiente al pueblo. Todo el mundo nos esperaba. Dejamos algunos animales en el bosque porque no podíamos cargar todo. Llamamos a los tíos en el pueblo y se encargaron de traer los animales que quedaron. Los repartió entre los familiares. Otros los vendió. Fue la experiencia de caza mas grade que tuve con mi padre. La jaula donde me metió no la olvido ya que tenía colchón dentro y estaba acondicionada especialmente para mi.

En fin que comimos la carne de mono como plato especial con salsa de cacahuete y mucho picante. Toda la familia lo disfrutó. Así que todo fue estupendo. Unos años después dijo que me enseñaría a cazar con escopeta, algo que no pudo ser porque me vine a España.

Un día mi madre se fue a la finca y nos dijo que nadie saliese de casa. Yo no hice caso y me fui a jugar donde una vecina. Cuando regresé, ella se había enterado de mi fuga y me esperaba furiosa. Me castigó poniéndome picante molido en los ojos y en las partes intimas. Me arrodilló bajo el sol y con dos piedras bajo las manos. Durante más de una hora. Lo pasé muy mal y desde entonces le guardo rencor y se lo suelo reprochar. Decía que a los niños no se les mima. En fin que como es mi madre tiene derecho a hacer lo que quiera conmigo y yo siendo menor. En África no tenia más que obedecer. Que Dios la perdone.

Un día de verano organizamos una excursión de clase con los compañeros. Nos fuimos a la playa a unos 60 kilómetros de la ciudad. Allí montamos una tienda de campaña para todos los que íbamos, en total 30 alumnos.

A media mañana empezamos a darnos un baño en la playa y a disfrutar del día soleado. Hasta que de repente escuchamos unos chillidos. Eran de uno de los compañeros de clase que lloraba porque le había mordido algo. No teníamos claro qué era porque estaba bajo el agua.

Al principio pensamos que tal vez era el vigilante de seguridad. Encontró que todavía tenía el pez espada enganchado en la pierna. Conseguimos sacarle el pez y llevarle a la orilla. Tenía el pie hinchado y ensangrentado. Le aplicamos las maniobras de los primeros auxilios. Cortamos la excursión regresamos a la capital donde fue trasladado rápidamente a urgencias. El pez era venenoso. Gracias a Dios se le pudo curar con rapidez y no fue una víctima mortal.


COMENTARIOS

#violencia #dependencia

Historia guineana de P.O. En ella se evocan las relaciones idílicas y de admiración hacia el padre y rechazo a la madre por su excesiva severidad en los castigos. El hecho de ser una narración escrita por uno de los habituales participantes del grupo le otorga un valor especial de ‘socialización de la narración’, en la que la fuente de lo que se trabaja nace de un compañero.

Representamos la escena de la niña en la jaula como un símbolo de la jaula de oro, o jaula del amor. También la del castigo abusivo de la madre. La escenificación de la crueldad remueve sentimientos en parte del grupo que luego verbaliza sobre castigos recibidos y humillaciones vividas, compartiendo experiencias. Aunque algunos de los presentes han pertenecido a bandas de gamberros maltratadores en la infancia, la mayoría tiene una larga lista de agravios, familias desestructuradas, han padecido rechazo por el estigma de la enfermedad mental y por las situaciones de desarraigo social.


NOTAS TÉCNICAS

En esta actividad se ha animado y ayudado a la protagonista a encontrar anécdotas de su pasado, acontecimientos que recuerde que hubieran sucedido en su medio e incluso historias que le hubiera contado la abuela a la luz de la lumbre.

Sobre el material conseguido hacemos una selección e ilación argumental para que pueda convertirse en un cuento dramatizado. En alguna ocasión esta misma técnica ha animado al participante del grupo de narratoterapia a escribir directamente un cuento sobre un suceso o un fragmento de su vida, y después le hemos ayudado a pulirlo y elaborarlo para que pudiera ser representado de forma dinámica.

Historia guineana de P. O. auténtica para el taller.

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