Hemofiltro en Proa

Hemofiltro en Proa

El grupo de compañeros de trabajo de Remi se enteraron de que en Proa daban gratis u curso de fin de semana y preguntaron quiénes querían ir. Es sabido que lo gratuito tiene cierto encanto y poder persuasivo.1 Averiguaron que estarían interesadas en inscribirse siete personas. Quedaron para ir a matricularse.

Cogieron un tren el jueves y al llegar a la ciudad preguntaron a los viandantes por la dirección de Proa. Por lo visto la institución era demasiado moderna o ajena a la vida común como para que la gente supiese situarla. Unos aseveraban que estaba pasado el puente Fidelio, otros en la circunvalación del oeste, otros que si detrás del hospital, pasada la rotonda norte.

Como nadie lo sabía, miraron en google “hemofiltro proa”, pero los tablet y smartphone estaban tontos o el dedo nervioso y resultó que al introducir la pregunta, por alguna razón tecnológica extraña, no funcionaba.

Cuando finalmente llegaron a Proa, averiguaron algo decepcionados que el curso gratuito –es lo que pasa con lo gratuito- tenía a cambio requisitos que había que cumplir que no sabían. Resulta que las solicitudes pasaban por el tribunal de eméritos, aunque la suerte era que se celebraba ese mismo jueves. En consideración a que se habían molestado en venir, en vez de haber preguntado por teléfono como deberían haber hecho, les citaron directamente en la sala de juntas.

Ahí realizaron distintas preguntas supuestamente atinentes. Si pertenecían a asociación no gubernamental sin intereses económicos, si pertenecían a algún tipo de sindicato, si eran maestros retirados, si el colegio profesional les avalaba como acogidos a la directiva transitoria 2348/2015, si habían realizado previamente el curso adaptativo CiCa y así unos cuantos precedentes más.

Como por lo visto no eran receptores autorizados, les iban a denegar el recurso. De pronto el que se podría llamar “abogado”, no togado, planteó, con la venia, que estaba recurrida la limitación de trabajadores en activo en institución con docencia adscrita y que en caso de personas de este epígrafe se podrían aceptar transitoriamente, siempre que se decidiera por mayoría simple del cabildo.

Votan y conceden por los pelos.

Mientras esperaban acongojados por no saber si eran dignos o no de gratuidad, Remi se fijó en las caras amarillas y los movimientos moribundos de sus compañeros. Parecía como si el curso de hemofiltro lo quisieran hacer en realidad para usarlo personalmente como remedio a sus enfermedades.

Se apercibió Remi por primera vez que él mismo estaba enfermo. Siempre hay un momento en el que comienza algo nuevo que un instante antes no existía.

Algunos que habían votado a favor se acercaron para felicitarles estrechándoles las manos, unos con mano untuosa, otros más cálidas. Remi abrazó al mayor con una especie de blandura sentimental que de pronto se apoderó de él.

Tenían que volver por el camino de ida y pasar por el garaje en el que se habían detenido para comer un bocadillo. Dos de ellos se adelantaron para recoger dentro alguna bolsa con un aparato que faltaba y una botella de agua comenzada.

Remi por su parte se entretuvo un poco más en el tribunal, mientras los demás retomaban el camino, para hacer sus necesidades en un lavabo que estaba detrás de un pasadizo, con la creencia de que después, acelerando el paso, les alcanzaría.

Como Remi tardó un poco más de lo que había imaginado, al salir no divisó ya al grupo. No sabía bien por donde habían doblado la esquina y descubrió que tampoco se había fijado lo suficiente en el camino, delegando esos menesteres prácticos al resto.

Pensó ir directamente a la estación, preguntando el camino a los que en ese momento salían también del tribunal del cabildo. Pero precisamente por eso, porque estaban contentos y relajados se le acercaban al verlo y le felicitaban de nuevo por el logro conseguido. Remi, atacado con tanta atención, se olvidó de preguntarles la información útil que necesitaba. Menos mal que el decano del tribunal, Don Braulio captó su desorientación a la primara.

-¿Dónde está… -comenzó a preguntar Remi-

– … El bar Silviano? –le interrumpió Don Braulio- Justamente me dirigía allí, así que le invito a un tentempié,….No me negará ese honor después de lo que hemos hecho por ustedes!!!

-Me esperan en la estación, así que solo puedo estar un visto y no visto, tocar chufa e irme.

-No se preocupe que para el tren a Tordesillas faltan dos horas –atajó la retirada con argumentos, el secuestrador del tapeo-.

Los invitadores lugareños desataron su furiosa hospitalidad y se empeñaron en darle a probar las delicias locales. Las gabardinas, las cocochas, el ceviche, el rabo de toro, los mejillones rellenos, las banderillas de atún y pimiento del padrón, la berenjena con anchoa, el montadito de cecina2

El tiempo corría con las saetas de los pinchos y el tintineo de los platillos.

Le tuvo que avisar don Braulio.

-¿No perderás el tren a Tordesillas?

En ese momento hurgaba el tenedor como una gramola en el platillo de habitas con butifarra negra y trufa. El móvil con el que quiso llamar a los compañeros, por culpa del nerviosismo, salió en asíntota por los aires y fue a estrellarse en el suelo, convirtiéndose en tecno cadáver. Una mini tosta untada de queso liquido goteó miserablemente sobre el jersey.

El tren estaba en el andén a punto de salir, por lo que se metió directamente dentro, con la esperanza de que el revisor fuese comprensivo con su urgencia de entrar sin billete.3

Se puso a buscar dentro a sus compañeros. Había muchos vagones y no encontraba a nadie, pero pensando que lo imposible y extraño ocurre, repasó una y otra vez los veinticuatro vagones, hasta que ahíto, cansado y agobiado se quedó dormido

-Ya hemos llegado –le avisó un viajero solidario-.

¿A Zaragoza?.

-No. ¡Esta es la estación de Atocha en Madrid! !Se ha equivocado de dirección!

Hubo un problema de aglomeración. Un batallón de gente con mucha fuerza de tracción empujó a Remi. Él se dejó arrastrar, qué remedio, con la esperanza de razonar sobre su destino en cuanto pudiera liberarse. Pero resulta que le llevaron a un autobús al que subió, no se sabe si por dificultad de razonar, bajo presión o por la costumbre de claudicar frente a la mayoría.

El caso es que se trataba del transfer al aeropuerto.

Una vez en el aeropuerto Remi se acercó casualmente a una casilla de Rayanair y averiguó que había un avión con oferta last minute para Zaragoza.

Al tener que tomar carrerilla para coger el primer bus para embarcar, corrió en plan listillo hacia el que parecía el segundo trasporte, que aparentaba mas cómodo y despejado. Se aposentó ufano de su pillería y después de un rato, se puso en marcha. Él iba sentado en el mejor sitio. Subió al avión. Cuando ya esta en pleno vuelo y el capitán les explicó a los viajeros, el plan de ruta, se enteró de que se dirigía a Venecia.

Los lugares maravillosos, cuando no existe una predisposición favorable para apreciarlos, se convierten en escenarios de una pesadilla. Sin el móvil para dar señales de vida, sin palabras para explicar el absurdo, sin poder acudir a la actividad de Proa conseguida con tanta dificultad y sin saber italiano, pasó la noche en el aeropuerto con pocas ganas de darse siquiera una vuelta por los maravillosos canales venecianos.

La únicas cosas dignas de mención fueron las conversaciones con un operario de la limpieza dispuesto a agarrarse a cualquier pretexto para escaquearse del trabajo y la charla agradable con el señor Tódorov4 que muy amablemente le preguntó si venía a la biennal o a la exposición del Gugenheim.

Tuvo que confesarle que se encontraba de paso, de tránsito entre vuelos –sin especificar exactamente que no tenia ni verdadero origen ni verdadero destino-

-Justamente me pasa lo mismo, por mi renombre como profesor de lingüística y experto en el cuento ruso. Me llaman de todas las universidades del mundo para dar conferencias y cursillos. Viajo tanto que paso más tiempo fuera y en los aeropuertos que en mi casa. Por eso me he acercado a hablar con usted, para pasar un rato agradable y que mi vida tenga aliciente.

-Pues mi vida –le confesó Remi- también ha sido dar tumbos de aquí para allí, viviendo como una nota musical que no ha encontrado su melodía.

-Eso será porque no ha encontrado el ritmo adecuado y acaba antes de tiempo o quiere comenzar de forma precipitada sin esperar el compás, pero si uno se adapta, se mece y se deja llevar, hace lo que debe y tiene éxito

-Aunque usted señor Tódorov ha tenido éxito y se ve impelido a charlar con perdidos de aeropuerto –se atrevió a replicarle en plan guasón Remi, llevado por la confianza que habían ganado-.

-Eso es verdad, el ritmo conlleva su vacío sincopado.

Es curioso lo que uno se abre a los demás cuando tiene tiempo de sobra y como se cierra cuando tiene prisa o está muy ocupado. Esa conversación, lamentablemente, fue lo único melodioso de esos días en los que reconoció que su salud era precaria. Se perdía con facilidad y el ritmo de la vida le escupía fuera del camino.

Los ‘despistes’ y el caos se trasformaron en mentiras cuando los compañeros de trabajo, que se preocupaban por él, le preguntaron:

-¿Qué te ha pasado? ¿Por qué no viniste al curso el fin de semana?

-Una desgracia personal, pero ya ha pasado el peligro –replicó escueto, para salir del paso-.

No le sacaron de ahí y se ganó fama de raro que era la forma de sentenciar y apartar a alguien al que no se comprende.5


COMENTARIOS

#sagaRemi #desorganización #asertividad  #no_lugares

Remi intenta matricularse en un curso con un grupo de compañeros. Pero todo se le pone en contra. No encuentran el lugar, no saben que había que cumplir requisitos. Se deja llevar por unas tapas muy interesantes a las que le invitan, llega corriendo a coger el tren, se equivoca de dirección y le arrastran al aeropuerto. Al coger el autobús de traslado al avión se equivoca de nuevo de autocar y por consiguiente de avión, por hacerse el listillo. Demasiados fallos y por demasiadas razones. Remi reconoce que tiene ‘despistes’, que está enfermo o tal vez está ‘fuera de onda’. Vive con resignación el ser arrastrado, como por un pelotón de personas, hacia errores penosos y piensa que cualquier cosa desastrosa puede ocurrir.

En el aeropuerto de Venecia, que representa el no-lugar de Augé6, tiene lugar una conversación con Tódorov sobre ‘seguir el compás’ para estar más adaptado, en contraposición a ir a destiempo o contracorriente. Recibe la recomendación de aceptar las cosas como vienen, es decir, no sulfurarse contra uno mismo, no compadecerse o no angustiarse más de la cuenta.

Las desgracias de Remi están exageradas como para producir un efecto humorístico. La identificación con el personaje invita del mismo modo a tomarse a bien las propias dificultades de organización de la vida diaria.


NOTAS TÉCNICAS

1El narrador pregunta si comparten esta impresión, y a qué cosas acudirían gratis..

2Los oyentes aportan nombres de tapas maravillosas que conocen o han probado en alguna ocasión memorable.

3Algún participante comenta sus experiencias de viajar sin billete.

4 Pequeño homenaje a “El hombre desplazado”, Tzvetan Tódorov, Taurus

5 El narrador pregunta al auditorio si Remi podría haber evitado alguno de los desastres enumerados. Cuáles no (por ejemplo quedarse rezagado por ir al lavabo no sería un error) y cuáles si (ponerse a comer tapas tan exquisitas, no mirar con tiempo la dirección de los trenes por ejemplo).

6“Los no lugares”, Marc Augé, Ed. Gedisa.

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