Tengo oderes
Los estudiosos del ansia de poder, como Nietzsche1 que lo situaba en el instinto básico, Elías Canetti2 en las masas, Foucault3 en la capilaridad del dominio, los estudiosos de la herencia primate y tantos otros, no han considerado suficientemente el poder del artefacto, especialmente en el alma de los niños.
Es el caso del Flix, que a los siete años se sentía atraído por los aparatos más diversos como las válvulas de las radios antiguas, las bobinas, los diodos, las resistencias de colores, los motores de los aparatos de deshecho, un diafragma de gramófono y los pesados transformadores con sus imanes. Le tenía especial cariño a un pequeño interruptor de palanca que se disimulaba perfectamente en el bolsillo y cabía en el plumier junto al tajador.
Cuando iba solo hacia el colegio, a cámara lenta para retrasar el momento, aunque eso le conllevase collejas y reglazos en las yemas de los dedos si se retrasaba, se imaginaba conmutando la palanquita en el bolsillo y adquiriendo determinado poder que usaba descaradamente para su fruición soñadora.
En ocasiones imaginaba que la regla del profesor se trasformaba en goma de tirachinas y al ir a golpearle le daba un golpe en la cara y tenía que salir corriendo a la enfermería. En el aula nadie se reía, le miraban todos como a un ángel justiciero y dejaban de verle como el bobo de la clase que siempre estaba en las musarañas.
Otras veces adquiría don de lenguas y cuando el profesor de francés le hacia la pregunta maldita:
–¿Qu’est que vous avez fait aujourd’hui?
Flix contestaba:
–“Dans le parc, je suis allé chercher des chrysanthèmes et des dahlias dont ardente veloutée argent flash dans l’étang. Le vert irisé mêlée à l’horizon avec le soleil d’été, rien ne présageait que je devais passer la journée à l’école, enveloppé dans le voile obscur de l’ennui et les craies et ardoises sinistres ternes»4
El profesor se quedaba mudo sin nada que objetar, lo que implicaría copiar cincuenta veces la frase en el cuaderno de deberes.
Los domingos que su madre le obligaba a ir a misa levantaba un viento como el de Marilyn Monroe, elevando las faldas de las niñas de primera fila y todos gritaban !Belcebú! !Belcebú! Y salían corriendo despavoridos. Su padre les invitaba, para sacarse el susto, a tomar tapas de gabardina, bolas de huevo y puré rebozadas, olivas rellenas y patatas bravas5.
Cuando se volvía invisible le gustaba cambiar las cosas de sitio para desconcertar al personal. Al tendero le traspasaba las latas de atún al estante de las de mejillones, las cajas de tapioca las ponía en vez de las de arroz, las olivas verdes a la izquierda de las negras, las tiras de bacalao salado en el la caja redonda de arenques. Era graciosísimo verlo resoplar yendo de aquí para allá diciendo “¡Hoy no sé que me pasa que no encuentro nada!” Por supuesto, se quedaba algún cartucho de monedas de cambios para disponer de fondos para golosinas prohibidas.
En el cine sonaba una carraca o hacía crujir los asientos de madera en las escenas de miedo, incluso empujaba el trasero del asiento hacia arriba o por la espalda para dar sensación de que un ser le removía el asiento y Reco, tan valiente él, chillaba en el cine contagiando a la pandilla, que acababa huyendo despavorida.
Como telequinésico, desplazaba las bolas de helado cuando iban a ser chupadas con fruición y las sillas cuando señoras y señores iban a sentarse para tomar sus tentempiés. Los billetes se caían y no había forma de cogerlos, desplazados de sitio en el último instante.
Controlar el tiempo a su antojo también le daba muchas satisfacciones. Volvía hacia atrás. Corregía que el signo menos cambiaba de sentido lo que había dentro del paréntesis y luego le reclamaba al profesor de matemáticas:
-¡Usted me tiene manía y me suspende sin motivo!
Al comprobar el examen resultaba que la pregunta suspendida era correcta con el cambio invisible.
-Los profesores también se equivocan, pero nadie les suspende, ni les castiga, ni les manda deberes para casa -le replicaba, enfurecido por la supuesta injusticia-.
También iba hacia delante en el tiempo para ver si Elenita le querría y ya eran novios.
Su poder meteorológico era portentoso. Lograba hacer nevar en pleno junio, de forma que se suspendían las clases, desaparecía el calor tórrido y a su hermano le daban unos días de asueto en el internado.
En honor a la verdad, -está mal, hay que añadir-, a veces provocaba un terremoto. Ciertos edificios se venían abajo y todo se llenaba de cascotes. Eran muy pocos los días en que estaba rabioso por que los compañeros se habían cebado con insultos o el profesor le había castigado con demasiada crueldad.
Como podía trasformar las sustancias a su antojo, pudría la odiosa mermelada de tomate que su madre se empeñaba en ponerle en las meriendas, trasformaba la sopa en lentejas y cambiaba los guisantes por calamares en el arroz.
Le gustaba mucho volar. Subía a la azotea atravesando las nubes de sábanas blancas del tendedero. Se ponía de pie en el alféizar que estaba bajo el muro del terrado y con un impulso se lanzaba al vacío. Se dirigía hacia el campanario de la catedral y tocaba la campana anunciando incendios, hacía carreras a los pájaros, que le miraban atónitos, descansaba en la copa de los árboles más altos, subía a una montaña nevada, visitaba la torre Eiffel y volvía con un cucurucho de marron glacé que se agenciaba de un puestecito de Montmartre, cambiaba la hora del edificio del ayuntamiento para que su padre se equivocara de hora al mirar desde la oficina de enfrente y volviera antes a casa.
En el solfeo, de pronto las corcheas y semicorcheas se volvían inteligibles y sin trabas. Su voz fluía en el coro, afinada y sublime, llenando el espacio de melodías embelesadoras.6
Los problemas en el gimnasio desaparecían completamente. Saltaba el plinto, subía la cuerda son pasmosa agilidad y rapidez, corría como el rayo y hacía unas piruetas gimnásticas de tripe salto en el aire, con remolinos y bolillos. Se impulsaba en las anillas, hacía cruces inversas, giros, subidas y bajadas, se soltaba en el aire, daba la vuelta y se cogía al revés.
El milagro de los peces se repetía cuando iba a pescar con su padre.
-Yo tengo una carpa -le decía él, en tono de guasa-, ¿Y tú?
Apretaba la palanquita que tenía en el bolsillo de monedas del pantalón.
-No, yo nada, sólo cuatro truchas, dos barbos, cinco carpas, tres esturiones y dos sollos.
No desdeñaba los poderes mentales y en ocasiones se metía en el cerebro de Reco y le hacía decir
-Flix, tú eres el mejor!
Al profesor de matemáticas le hacía decir:
-Si abrimos el paréntesis.. abra cadabra pata de cabra y los cerramos… puta el último!..
Y todos se echaban a reír perdiéndole el terror que habitualmente les producía.
A su madre más bien le impedía hablar y cuando se cruzaba con una amiga, una vecina o una conocida, en vez de pararse, rato y rato a charlotear, dejando para más inri que le pellizcaran la mejilla y se rieran inmisericordemente de sus intimidades y defectos como si fueran curiosidades graciosas. No le salía ni mu, o a lo sumo un “hasta luego, que tengo mucha prisa”.
Fue muy notable el invento del motor de aire. Es verdad que sólo tuvo que accionar la palanquita del interruptor del bolsillo, pero útil y espectacular si fue. Al llevar el “4 latas” a la gasolinera su padre dijo al operario:
-Disculpe pero nuestro coche sólo usa aire, con un invento de mi hijo aquí presente que descompone el oxígeno y las moléculas que se mueven libres en vez de unidas, mueven el mecanismo del motor sin gastar ni una perra gorda. Paramos sólo a coger un sifón y un par de cidrales
Todos preguntaban por el motor y hacían cola en el portal. Su padre se veía obligado a dejar su trabajo para cuidarse del invento.
Una noche de Agosto, el Flix se duplicó. Un cuerpo estaba en su casa y el otro cien quilómetros más allá, en otra ciudad. El de aquí llamó por teléfono al de allá y ambos hablaron.
-Aló, puesto uno a puesto dos.
-Aló, puesto dos a puesto uno.
Pero como aún siendo dos, eran uno, las realidades separadas, sincrónicas pero auto-contenidas, provocaron una especie de arco voltáico con diferencial de potencial que iluminó toda la ciudad con una especie de arco-iris del que caían luciérnagas haciendo que pareciera de día. Todos se asomaron por la ventana y dijeron:
-¡Es el fin del mundo!.
Lástima que el mundo de los poderes del Flix acabara un día que se olvidó el interruptor en los pantalones y su madre, que se los inspeccionaba siempre antes de lavarlos, lo vio y lo tiró a la basura:
-!Este chico, siempre con zarrios y cachivaches!
COMENTARIOS
#sagaFlix #poderes
El poder hacer como un aprendizaje y una heroicidad. Ser buen futbolista, experto profesional o músico señalado, forma parte de la promesa que socialmente se nos hace para medrar en sociedad por el mérito y el esfuerzo.
En cambio el poder mágico es inmediato, fruto de un azar o del mero deseo, o se nos otorga por una deidad o demonio sin más. No es poder real, sino ficticio y vive en el mundo del ensueño de las creencias irrracionales.
Con el poder vamos más allá de lo que lo hacemos habitualmente, como volar, estar en dos sitios a la vez, ser invisibles o provocar fenómenos atmosféricos a nuestro antojo.
La técnica es fruto del sueño de hacer posible lo imposible mediante el conocimiento científico (aviones, realidad virtual, control del tiempo, navegar bajo el agua…)
Las armas de fuego o las bombas atómicas prolongan la fuerza de nuestros brazos. El microscopio la debilidad de nuestra vista. El niño es un aprendiz de brujo que con suerte se convertirá en un inventor.
Mediante las maravillas narradas en el cuento introducimos las capacidades extraordinarias, las que tienen seres sobrenaturales, respetados o temidos. Pero las que algunos pueden sentir, a veces que poseen, como el poder de adivinar, de saber que van a ganar en la máquina tragaperras, de influir con la mente en los demás o el que tienen otros de leer nuestra mente como un libro abierto.
Algunos, con una distinción ambigua entre fantasía, delirio o realidad pueden llegar a la conclusión de que son Dios, el presidente del gobierno o agentes de la CIA. Personas en todo caso poderosas que pueden dar sentido a una vida sin sentido o destruida por la enfermedad.
NOTAS TÉCNICAS
1 “Así habló Zaratustra”, F. Nietzsche, Alianza Editorial.
2 “Masa y poder”, E. Canetti, Alianza Editorial.
3 “Las redes del Poder”, M. Foucault, Ed. Prometeo; “Vigilar y Castigar”, M. Foucault, S. XXI.
4 En el parque he ido a mirar los crisantemos y las dalias aterciopeladas cuya ígneo destello plateada en el estanque. Los verdes irisados se confundían en el horizonte con el sol estival, nada presagiaba que tuviera que pasar el día en la escuela, envuelto en el velo lóbrego del aburrimiento y en el mortecino siniestro de las tizas y de las pizarras
5 Los oyentes son ‘invitados’ a proseguir añadiendo tapas exquisitas que les gusten o conozcan.
6 Dramatizamos esta fantasía musical: empieza uno cualquiera con sosteniendo un sonido-vocal, y los siguientes se van acoplando armónicamente cuidando que el conjunto suene como ‘música celestial’.