La union de los opuestos

La union de los opuestos

Elías y Ferrán se conocieron en un curso esotérico que organizaba El Profesor sobre la Unión de los Opuestos. Se celebraba en la gradas de la Casa del Algodón. Ahí se reunían con los eruditos en la Tabla Esmeralda de Hermes Trismegisto, el experto en alquimia antigua en especial de Opus Nigrum, Cabalistas, Jungianos, expertos en la secta Pitagórica. La materia les unió tanto en lo especulativo como en la amistad aún perteneciendo a orígenes sociales muy diversos.

Elías venía de una familia muy humilde y le habían dado lo básico para que él mismo se ocupara del resto con el sudor de su frente, Ferrán, en cambio, pertenecía al círculo de la alta burguesía, a una familia adinerada que no le escatimaba nada para que se formara a sí mismo siguiendo con libertad el derrotero de sus pasiones.

De la forma más natural, Ferrán invitó a los amigos a su Círculo de Discusiones Áureas, imitando en cierto modo las actividades de mecenazgo intelectual y artístico de sus padres y nos agasajó con una merienda.

-¿Y esto negro qué es? -le preguntamos.

-Es pan negro de centeno que he comprado en el buffet del Corte Inglés- dijo con total normalidad. Desconocía que al resto nos parecía algo totalmente desproporcionado avituallarse en la sección del Gourmet en vez de en la tienda de ultramarinos de la esquina. Nos agasajaba con salchichas de Westfalia, Pastrami húngaro y mermelada de rosas y sandía.

Cuando le tocó el turno a Elías de invitar a comer a Ferrán a su cuchitril, se temió lo peor. Pero Ferrán supo estar a la altura y elogió el puré con gambas -que le costaron lo suyo- y los huevos fritos con patatas. Le pareció todo sencillo pero encantador.

Ferrán valoraba la inteligencia de Elías y sus comentarios sobre el Nigredo y la Alborada o los Versos Dorados. Le quería con sinceridad y afecto a pesar de la diferencia en la calidad de vestimentas, dineros, gustos exquisitos y relaciones de alto copete.

Elías le apreciaba, halagado por suscitar un interés amistoso en alguien perteneciente a la alta sociedad Estaba orgulloso de tener intereses comunes y de suscitar admiración, aunque con tensión, incomodidad y vergüenza, alimentaba sueños de ascenso social.

Cuando finalizó el curso de la Casa del Algodón sus caminos se separaron con promesas bienintencionadas de reencuentro que luego fueron desdichas por la fuerza mayor de los destinos que se empeñan en enmendar las veleidades e intentos fútiles de desvío.

Pasaron los años y en una ocasión en que Elías acudió a una exposición de impresionistas que organizaba Mafre en la sala Garriga Nogués, se encontró de golpe a Ferrán delante del cuadro “Los acuchilladores de parquet”.

-Pero si eres Ferrán, ¡Cuánto tiempo ha pasado! Casi no te reconozco, tan delgado, tan monacal y encima admirando el cuadro de los acuchilladores que te pega tan poco.

-Te veo muy confundido y prejuicioso, tal vez tanto como yo lo era antes -atajó, serio, rompiendo de un plumazo camaraderías y bromas fuera de lugar-. Ten en cuenta que ahora soy una persona muy sencilla, que come frugal, sano y se gana la vida con su esfuerzo. Soy como el Elías que tú eras antes…

-Lo dices por mi aspecto y vestido elegante, ¿No? -interceptó, poniéndose rojo- Yo también he cambiado y no soy tan paleto y pobretón como antes. Me he refinado y ahora te podría preparar en mi piso -subrayó la palabra con cierto énfasis misterioso- manjares dignos de una estrella Michelín. En cierto modo me he trasformado también en una especie de Ferrán, al menos el que tu eras cuando te conocí…

-Yo soy Elías -dijo Ferrán en tono de anunciación religiosa- y tú eres Ferrán, la perfecta inversión de los opuestos..

-Pues si quieres te puedo invitar a Mallorca en el plenilunio de la próxima semana con mareas vivas -era un septiembre que parecía un agosto y la propuesta sonaba a vacaciones en hotelito romántico- a hacer una ceremonia de unio oppositorum mientras nos rodea el mar.

– Te acepto la invitación!! -contestó rápidamente Ferrán, dando una palmada de promesa o como si cazara una mosca al vuelo- ¿Vendrás con Olivia?.

-A Olivia me la quitó el profesor de Opus Nigrum, ya te contaré, que esa es otra historia -le confesó Elías con la sonrisa helada por ese triste recuerdo-.

-Vale, bueno, pues quedamos así. Me lo explicas durante el viaje a Mallorca que tendremos tiempo de sobra para ponernos al día .

Elías no supo como reaccionar ante la broma que era tomada en serio y recordando tal vez las numerosas veces en que Ferrán le había invitado de gorra, acabó por aceptar como verdadera la propuesta lanzada provocativamente como chanza, para quedar bien. Quedaron el lunes siguiente, a las dos de la tarde en el restaurante de la Bota del Racó de la avenida Monserrat para luego ir a embarcar.

Confiaba en que Ferrán sería puntual como recordaba de sus costumbres aristócratas antes de volverse “Elías” y acudió al restaurante a las 2 menos cuarto. Pero nada, no estaba allí. Pasaron quince minutos, veinte, eran ya las 2,30 . Estaba a punto de irse pensando que la falsa broma, en realidad Ferrán se la estaba devolviendo como verdadera, cuando apareció traspuesto por la puerta.

-Disculpa por el retraso, Elías. No encontraba el neceser, ni los calcetines y he tenido que llamar a mi pareja a Santiago de Compostela, donde está de viaje. Luego he venido en autobús, porque no se si sabes que al metro le tengo pánico y me dan ataques de claustrofobia.

Elías estaba encogido como un caracol dentro de su cloquea debido al susto por verle aparecer y confirmar la realidad del viaje a Mallorca. No puso objeciones a las disculpas ni a la petición de paella que hizo Ferrán cuando vino el camarero.

-A mí póngame una ensalada que se hace rápido, y un bistec a la plancha, poco hecho, porque tenemos algo de prisa.

-¿Prisa? -objetó, asombrado Ferrán- no me seas impedimenta inventor, si el barco no sale hasta las 6.

-Estás confundido, Ferrán. Salía a las dieciséis horas que no son las seis sino las cuatro. Las seis equivaldrían a las dieciocho horas! -objetó Elías, haciendo gala de precisión y por tanto de liderazgo racional.

-Bueno bueno, pero aún así llegamos..

-Llegamos con el tiempo muy justo -alegó Elías.

Elías devoró su ensalada y su bistec, pero la paella de Ferrán tardaba. Cuando llegó quemaba y al comenzar a comer por fin, masticaba a cámara lenta..

-No podrías ir algo más deprisa. El tiempo se nos está echando encima.

-Pero si me estoy atragantando -lloriqueó Ferrán- Nunca había comido tan rápido. Se me va a hacer un nudo en el estmago y me va a dar algo.

Viendo Elías que eran las tres y quince y la cosa no terminaba le sugirió a Ferrán interrumpir la comida, dejar la paella a medias y coger el metro hasta las Atarazanas.

-El metro no puedo, me dan sudores fríos y me pongo fatal. No querrás soportar el numerito de tener que llamar a una ambulancia.

-Pues un taxi -sugirió Elías como alternativa-.

-Un taxi me lo tengo negado por principios -aseguró Ferrán con fe fanática inquebrantable-.

-Pues andando no llegamos..

-En autobús que pasa por aquí mismo..

Al llegar a las Atarazanas, después de docenas de semáforos que parecían hostiles y tráfico oppositionem opus, se hicieron las cuatro.

-¿Qué hacemos? -preguntó Elías, pensando que Ferrán diría “resignarnos”.

-Todo: la plataforma no la quitan hasta dentro de quince minutos por lo menos. Ya verás como podremos embarcar.

-Pues vayamos corriendo…

-No puedo correr Elías. Me ha dado como una especie de calambre en la pantorrilla Déjame apoyar en ti para poder caminar y creo que se me pasará..

Había cola en taquilla. Intentaron colarse esgrimiendo urgencia perentoria, pero los que estaban a punto de concretar se opusieron en redondo diciendo que ellos también tenían prisa y urgencia. Que hicieran cola como todo el mundo.

Cuando por fin pudieron sacar los billetes y se dirigían hacia el malecón sonó la sirena anunciando el último aviso.

-Es tarde! -aseguró contundente Elías, con todas las pruebas científicas en la mano.

-Nunca es tarde si la dicha es buena. Lo que podemos hacer es volver a la Bota del Racó y acabar la paella -respondió jovial Ferrán-.

-La paella ya no está,. La habrán tirado a la basura -sentenció Elías, entendiendo que la petición tenía un toque de locura perdonable dadas las circunstancias.

Se hizo un silencio.

-Se me ha ocurrido -dijo Elías de pronto- que aquí hay una sombra de la luz que no vemos cegados por el mundo racional. Puede ser que dentro de nosotros haya fuerzas oscuras que impongan su ley sin nuestro consentimiento, nos obliguen a no entender que dieciséis y dieciocho no son iguales, a olvidar dónde está el neceser, a pedir paella o a tener un calambre en el pie, todo para conseguir llevarnos la contraria en nuestras intenciones, para fracasar en el último momento.

-O sea que no es casualidad que no vayamos a Mallorca, aunque quisiéramos.. -pensó en voz alta Ferrán-.

–Porque lo que queríamos no lo quería El.. -sentenció Elías-

-¿Y quién es Él. No seré Yo, ni serás Tú?

-Lo que Tú y Yo decidamos caprichosamente que no existe..


COMENTARIOS

#sagaElias #opuestos #personalidad #resistencia #status

Elías y Ferran tienen profundas diferencias de origen y clase social. Elías es de origen humilde y trata de ‘ascender’ a través de la formación y el conocimiento. Ferrán pertenece a la alta burguesía y se entretiene haciendo cosas sofisticadas, como cursos esotéricos.

A pesar de los niveles socio-económicos comparten las aficiones culturales del círculo de el Profesor de Opus Nigrum y en esa comunión de intereses se fragua una cierta amistad.

Pasado la época de estudios conjuntos, cada uno ha tomado en la vida un camino distinto y hace años que no se ven.

Casualmente se encuentran en una exposición de pintura (los rascadores de parquet hacen referencia al ‘trabajo del tiempo’ que trasforma la materia prima -la personalidad-).

Al principio da por hecho que la personalidad de Ferrán es la misma que cuando le vio por última vez, pero enseguida observa que Ferrán ha cambiado y se ha ‘desclasado’ por voluntad propia llevando una vida sencilla de trabajador. A su vez Ferrán advierte que Elías ha progresado. Tiene mejor apariencia, su fuente de ingresos ha mejorado y tal vez ha ‘ascendido’ de clase.

Como todavía comparten antiguas aficiones culturales en las que los opuestos se unen, juegan a que en cierto modo uno se ha convertido en el otro. Ferrán es como el Elías de entonces y Elías como el Ferrán de antaño.

Elías le plantea en broma ir a celebrar la conjunción o traspaso de almas a Mallorca, con la venida del plenilunio. Ferrán se toma literal la broma lanzada al aire(forma parte del cambio de carácter tomarse en serio la broma).

El día de la cita todo sale mal. Ferrán llega tarde al restaurante, confunde las 4 (16h) con las 6 (118h), come muy lento, se le ocurre pedir paella y tienen que dejarla a medias, no puede ir en metro por su claustrofobia ni en taxi por sus prejuicios -con su nueva personalidad-, en el muelle hay cola. Finalmente pierden el barco.

Elías se plantea si todas estas contrariedades reflejan una “oposición interna”, una especie de rebeldía no controlada que provocara hacer las cosas mal “a propósito” y sin que la conciencia pueda poner objeciones porque todo ha sido “casual”.

El saboteador rebelde interno no es sólo de Ferrán o Elías, sino de los dos, por eso lo llaman “Él”, aunque estén de acuerdo los dos en que “Él” no existe o no quieran reconocerlo.

La mala suerte, la mala estrella o el destino son esos “Él” a los que echamos la culpa de que las cosas no han salido como queríamos, se han torcido. Nuestros intentos de conducir el barco a Mallorca no se han cumplido.

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