La azotea
Remi tenía que ir a fumar a la azotea del edificio bajo severa amenaza de Eva de no fumar en territorio comanche. Unas veces decía que iba a estirar las piernas, otras a que le diera el aire o el sol, otras para distraer la mirada con el paisaje, pero Eva sabía que eran excusas oratorias y maniobras evitativas para no recibir discursos sobre lo bueno que sería dejar de fumar, la peste que los fumadores llevan en la ropa, la debilidad del carácter del habituado y la necesidad de prometer un final al envenenamiento. El amor debería ser suficiente razón, el menos por salud. Remi intuía que Eva sabía que seguía fumando y el saber era como una complicidad compartida, encubierta por el silencio.
Cuando subió a la azotea, a eso del atardecer, le sorprendió mucho encontrar a dos niños jugando que no había visto antes en la comunidad. Tendrían unos ocho años. Estaban sentados en unas cajas de madera que hacían de taburete y pupitre. Parecían enfrascados en una actividad que pretendía ser oficinesca y trascendente, pero al escuchar lo que decían enseguida se delataban como jugadores:
-Aquí tiene, señor director, los papeles que me había pedido -decía uno, con tono de solemnidad-.
-Muy bien, pero quería también los documentos que necesitaba para mañana Doctor -contestaba el otro-,
-Ahora se los doy! -y en una prodigiosa efectividad que sólo podía provenir de la fantasía, le trasladaba el trabajo pedido, de paso que recogía los papeles que antes había acabado de entregar para no quedarse sin nada la próxima vez que hubiese una petición.
Se apartó a un rincón de la terraza, donde estaban los geranios rojos, detrás del depósito de agua, y allí, escondido a la vista de los niños, fumó su cigarrillo envuelto en el tufillo del proscrito y consolado por la sensación santurrona de al menos no estar dando mal ejemplo a los niños.
Tal vez abierta la ventana del recuerdo de la infancia y entreabierta la puerta de la mala conciencia atravesó su mente el recuerdo olvidado de una ocasión en la que su tía de Villa Isabel le trajo de regalo un polluelo para que jugara, lo cuidara y se hiciera responsable.
-Es muy educativo y tierno -aseguró, retando la mirada censuradora de sus padres e imponiendo los hechos consumados.
-!Qué bonito es, mua, mua, le doy un besito!- Decía Remi de pequeño, agarrándolo con la mano.
-Cuidado con cogerlo mucho que lo argüellas o le puedes hacer daño -aseguraba su madre, sin que a él esas palabras le merecieran credibilidad después de que tantas veces se las había dicho hasta gastarlas, “cuidado que te caerás..”, “ojo que se puede romper…”. “no vayas tan deprisa que puedes tropezar…”… 1 Tanto aviso era como un exceso de propaganda que ya nadie observaba.
Esa misma noche el polluelo murió, ahogado en un apretón efusivo, asesinado por amor.
Para paliar el desconsuelo, su padre lo llevó al campo en bici y debajo de un chopo enterraron al animalito recitando unos salmos a modo de religioso final o ritual, váyase a saber, para que alguna misteriosa maldición se desatara sobre la familia por culpa del desaguisado.
-Voy a respirar un poco de aire fresco -le dijo Remi a Eva a la mañana siguiente, antes de irse a trabajar-
-Fresco.. si.. -dijo Eva con un deje de ironía, pero para que no sonara beligerante, lo disimuló enseguida añadiendo-: -cariño vigila con el fresco de la mañana que te puedes agarrar un resfriado.. y baja pronto a desayunar que si no llegarás tarde..
En la terraza estaban los dos niños con sus papeles en blanco, pasándoselos uno al otro como si de ejecutivos se tratase. A Remi le extrañó que vinieran a jugar tan de mañana, y haciéndose servir del mismo juego -al menos él cuando tenía su edad, enseguida se aburría y quería cambiar de juguete o si no había más juguetes, cambiar las reglas de juego o si las reglas se habían hecho ya absurdas, desarmándolo y destripándolo-.
Se acordó esta vez de Zipi y Zape, dos pececillos tropicales que le había regalado la tía de Villa Isabel para compensar al polluelo, que murieron atiborrados de gambas por el excesivo afán de alimentarlos.
Al cabo de unos días vino a comer Remi al mediodía. Normalmente comía fuera, en un bar cerca del trabajo que hacían combinados2 o se llevaba una fiambrera. Pero los días que quería demostrarle a Eva que la amaba más que lo que ella insinuaba con quejas del estilo “ya no me quieres como antes”, se acercaba a casa “para estar juntos un ratito”, lo que obligaba a compartir a Eva la comida que se había preparado sólo para ella , apañándose con media ración. Esa era la penitencia o el sacrificio para demostrar el amor cuando el amor flojeaba.
Después del café y chocolate Remi le dijo a Eva:
-Me voy un momento arriba para regar los geranios comunales, que deben estar ya muy secos.
Eva refunfuñó con un “rrggggarr” oscuro que parecía medio tos, medio carraspera, pero para no parecer beligerante o malpensada -que lo era- , añadió:
-Yo mientras fregaré los platos….
-Como siempre!-… -añadió en una voz en off inaudible para el destinatario.
Los niños del otro día estaban muy atareados escribiendo con lápices del dos, no se sabe si deberes pendientes o misteriosas contabilidades de empresa.
Era un día soleado y de pronto sonó el trino de un canario, que tenían los vecinos del piso de abajo, que también tenían un gato ladrón que paseaba por las casas de los vecinos asaltando alacenas y embutidos al descuido.
Remi pensó en el pobres canarios que criaba su padre para ganar un dinero extra. Les dejó la puerta de la jaula abierta para que pudieran salir a disfrutar de un poco de libertad y volver cuando quisieran, sin fijarse en el pequeño detalle de que la ventana de la habitación también estaba abierta porque era verano y a esa hora entraba un poco de fresco ya que daba la sombra en ese lado de la calle.
-”Los canarios se han escapado” -le comunicó solemne su madre-, ¿No te dejarías las puertas abiertas cuando te dije que les cambiaras el agua de beber?
-No, no, mamá, qué cosas tienes, ¿cómo me iba a olvidar de cerrar las puertas de las jaulas si siempre lo hago?.
A veces las mentiras estropean más que arreglan, porque tapan un agujero, el del reproche, a cambio de abrir un abismo en el ser íntimo por el que nuestro ser se degrada.
En lo que recordaba Remi de su infancia siempre fue así, ‘Remi el Bueno’ volviéndose una mala pieza pretendiendo ser lo que no era. Y ahora seguía en lo mismo, diciendo que iba a regar las plantas de la terraza, en vez de a fumar para que Eva no se decepcionara, incluso regando sin que hiciera falta, para demostrar que había ido a regar realmente.
Los niños estaban muy concentrados y en vez de levantar la mirada al pasar Remi levantaban el lápiz, que lo giraba haciendo malabares con dos dedos, como reflexionando un asunto muy serio e importante.
Por la noche hubo un poco de bronca. No se sabe por qué, pero la hubo enredándose uno y otro en acusaciones sobre las veces que Eva condescendía en visitar a la familia de Remi y en cambio, qué reticente, desganado y torticero era cuando se trataba de los padres de Eva. Se le acusaba a Remi de que, por lo visto, cuando accedía a visitarles no era de corazón porque no iba a gusto. Se callaba, estaba como un pasmarote y eso era lo mismo que no estar y ella sufría intentando hablar el doble para que no se notara que él no hablaba nada. Remi le reprochaba que siempre estaba moralizando, regañando y reprochando, lo que era agobiante. Cuando oyó este último reproche que le resultaba imposible de aceptar, formulado en abstracto, ella le requirió un ejemplo concreto o demostración Remi dio por ejemplo, que esa misma mañana le había insultado llamándole “fresco”. Eva, por supuesto lo negaba, esgrimiendo que se había referido al frío matinal y que era un mal pensado.
-Para tres cigarrillos que me fumo al día me tratas como un apestado…
-Hombre, peste si que tienes, pero lo que más me molesta es que siempre prometes que lo has dejado y siempre me mientes y si me tomas por el pito del sereno en eso, me puedes engañar en cualquier cosa..
A eso de la una de la noche se produjo un parón en la discusión fruto del las piedras que habían lanzado al aire y les iban cayendo sobre la cabeza dejándolos agotados y exhaustos.
Remi dijo:
-Me voy un momento a la azotea para tranquilizarme, que me de un poco el aire y FUMARME UN CIGARRILLO, ésto lo dijo en voz algo más firme y provocativa.
-Haz lo que quieras. Es lo que siempre haces, lo que te da la gana, pues que más da lo que diga -contestó Eva devolviendo el mordisco con el picotazo del alacrán-.3
Los niños seguían ahí, cosa rara, por que a esa hora los niños duermen para que el adulto descanse y tenían una iluminación bastante viva fruto de una luna llena, de una vela encendida o de una bombilla que no se podía localizar a primera vista y murmuran sus cosas ‘serias’ de juego, aunque esta vez parecían algo incómodos porque Remi les molestaba a esas horas de la noche.
Como persona non grata, como persona molesta, asoció su imagen a un lagarto que le regaló en su empeño de educación animalista la tía de Villa Isabel, que permanecía absorto junto a una ramita del terrarium en paciente espera de que pasara una mosca. El pobre lagarto murió cuando fue de campamentos.
-Remi, asegúrate que le dejas comida y agua a la mascota y acuérdate de coger la visera- le conminó su madre-.
Asegúrate, acuérdate, lávate, pórtate, prepárate …4 tantos imperativos a veces le aturdían y si bien le puso agua en el lago del terrarium, de la comida se olvidó completamente.
Al acabar de fumar Remi y pasar delante de los niños, por primera vez, se atrevieron a hacer un comentario en voz alta sobre la persona que cruzaba su ‘despacho’
-Fumadores… aaggg… qué asco… Me voy a quejar al servicio de reclamaciones.
-Debería prohibirlo la Dirección.5
COMENTARIOS
#sagaRemi #nicotina #reproches #eufemismos #mentiras #pareja
El cuento articula varios niveles de narración: la pareja que está atrapada en la dinámica cotidiana conmigo/contra mí. Las diferencias y conflictos están atenuados e integrados de forma que no hay ruptura de pareja pero tampoco convivencia perfecta. El rencor acumulado se representa con las salidas secretas de Daniel a fumar a la terraza.
En la terraza juegan dos niños a ‘trabajar en una oficina’ que desarrollan su actividad en paralelo en voz baja representando el mundo adulto que por ser niños todavía no se lo han tomado totalmente en serio.
Sospechosamente los niños están en la terraza a muchas horas distintas, es como si estuvieran viviendo ahí siempre, representando el mismo teatro. La obra que representan como un juego es la de la alucinación.
En algunos momentos Daniel se siente tratado como un niño pequeño al que se mangonea, lo cual le hace recordar su ineptitud frente a las órdenes y mandatos como la que tenía frente a su tía de Villa Isabel que le regalaba animales que acaban muertos por no saberlos cuidar.
Los oyentes toman conciencia de las relaciones de dependencia, del someterse, del rebelarse y de la conducta pasivo-agresiva.
NOTAS TÉCNICAS
1 El Narrador pide a su auditorio que le ayude a buscar otras frases que le pueda decir a hijo pequeño.
2 Unos días huevo, patatas. pimientos, longaniza; otros bistec muy hecho, tomate, arroz; Salchichas, patatas fritas, huevo; ….. Los oyentes elaboran al vuelo un menú posible para el restaurante en el que comía Remi.
3 El narrador da en este punto algunos ejemplos más de la técnica del alacrán. Pide que le hagan una pregunta cualquiera. Por ejemplo ¿Has dicho que hace calor hoy? Y la contestación alacrán sería: No mucho, aunque color el de la vergüenza que tendrías que tener por preguntar lo que ya sabes”
4 Aprovechamos para que los presentes se apunten a la queja (“duérmete, métete, sácate… por ejemplo)
5 Con la colaboración estelar de T.O. en prácticas haciendo de niños circunspectos mientras se narraban las escenas de terraza. Han estado hablando en voz baja, pero ahora la aumentan en plan bronca.