El fuego del amor nunca se apaga

El fuego del amor nunca se apaga

Representado por María Melero y Alba Uson

Hay un momento de la vida en el que mucha gente joven forma una peña de amigos con los que se entiende de maravilla y quedan para salir. Es frecuente que estos grupos en los que al principio sólo hay lazos de amistad acabe surgiendo, por el trato frecuente, las hormonas, el conocimiento que se adquiere y las aventuras pasadas juntos, atracción e incluso enamoramiento.

¿Qué une o separa a los grupos? ¿Se trata como en la física de una firme interacción atómica que solo una energía nuclear enorme puede romper? ¿Se trata de un enlace químico que cualquier metabolito puede escindir? ¿Será la necesidad oscura del amor la que los mantiene vivos?

En el grupo de amigos del que vamos a hablar, a Felipe le gustaba Ana, pero a Ana le gustaba Edu. A Edu le gustaba Silvia y ésta le gustaba Felipe. A Bea le gustaba Salva y a Salva Ana, ¿no es algo demasiado enrevesado?. La cosa era que si Ana decía de ir a un bar, Felipe y Salva enseguida estaban de acuerdo, por tanto Silvia y Bea decían que se apuntaban y claro, si Silvia iba, Edu acababa aceptando acudir también, aunque la música de ese bar no le gustase mucho.

Al final unos por otros acababan haciendo las cosas unidos por misteriosas influencias intrincadas. Pero la unión tenía un coeficiente de adversidad, una resistencia interna o unos intereses que nunca acababan de completarse del todo o unos flecos y unos intersticios por los cuales se corría el peligro de que lo unido se resquebrajase. Que si éste no me hace caso y siempre hace lo que dice aquella, que si aquel solo tiene ojos para tal, la que pasa de él porque solo mira para aquel otro… Siempre habían situaciones que conllevaban desencuentros. Parecía que lo masculino y lo femenino siempre iban en direcciones diferentes y no se enteraban de nada. Se creaban tensiones que no se acaban de resolver o que la fuerza de las rivalidades fuera en ocasiones mayor que las de camaradería.

El equilibrio inestable finalmente hizo que el grupo de amigos acabara por disgregarse poco a poco y que después de la unión se impusiera la diversificación.

Silvia al final acabó con un chico con inquietudes. Alguien que había sufrido mucho en la vida ya que casi toda su familia había visto su salud truncada por el cáncer. Parece que hay gente a la que le tocan siempre cosas malas y otros para los que el curso de su vida viaja por una autopista sin dificultades y a los que todo les sale rodado. ¿Será cierto eso que dicen de que se nace estrellado o con estrella? ¿ O simplemente es que la vida es más injusta y caótica de lo que creemos?

Nacho, el chico deportista con el que acabó Silvia, a la que le encantaba lo enjuto y delgado que estaba, siempre buscaba la ocasión de hacer running para entrenar. Le gustaba apuntarse a todas las carreras, se iba a competir a todas partes de España y del extranjero, pero era un quiero y no puedo, porque se dedicaba a ello de forma amateur. A Silvia no le gustaba mucho el exceso de pasión corredora ya que se iba y la dejaba sola durante periodos de tiempo algo más largos de lo deseable, pero ella no se atrevía todavía a tomar medidas, frenada por la idea cinematográfica de que cuando se quiere a alguien hay que aceptarle como es y comprenderle. No obstante Silvia abrigaba el sueño secreto de cambiarlo…y a menudo tenía la fantasía de que Nacho venía sudoroso y corriendo de una carrera que había dejado a medias empujado por un deseo repentino de abrazarla.

Pero Nacho necesitaba la sensación de estar vivo. Tras una pesada jornada de contable sentado todo el día y encerrado en una oficina, quería sentir el aire en su cara, esa sensación de volar, notar latir el corazón muy fuerte dentro del pecho.

Tras llevar ya unos años viviendo juntos, Silvia comenzó a necesitar algo más, casarse, tener hijos, no sabía exactamente qué, ALGO que hiciera que su relación fuera más sería, más estable y a largo plazo, ya que por la genética de la familia de Nacho probablemente moriría joven y además el último análisis había dado colesterol alto, algo que para el llamémosle “corredor” no era precisamente bueno.

Nacho era más partidario de asegurar el statu quo ya que si hasta ese momento había funcionado todo bien, para qué cambiarlo por experimentos confusos. Y ante las protestas de Silvia, vagas e imprecisas, se enrocaba en que ella ya sabía cómo era cuando lo conoció, que no iba a cambiar si encima le había gustado tal como era para lanzarse a experimentos en los que estaba poco preparado. Podía fallar y ser rechazado por ello.

Este tipo de conversaciones derivó al poco, en falta de entusiasmo, algún insulto que otro, más peleas y discusiones que antes, que nunca acababan por resolverse ni siquiera haciendo el amor….

Nacho rompió con la relación intuyendo que le podía destruir. Después de tantos abandonos a causa de las muertes de sus seres queridos, prefería dejar las cosas antes de que le abandonasen a él otra vez más.

Tal vez fuera a causa de que las personas que están tan rodeadas de la muerte pareciera que sean más sensibles, que se adelanten a las cosas. Cuando te han pasado tantas cosas malas tiendes a anticiparte, a prevenir que pasen, por si se acaba cumpliendo otra vez la maldición.

Esto dejó a Silvia muy desconcertada, devanándose los sesos con preguntas del estilo a “¿cómo una persona que te quiere deja de quererte de un día para otro?” “¿si alguien cambia de pronto de sentimientos es que no te quería de verdad?” “Alguien que te quiere no corre como el rayo hacia ti para abrazarte?” Y si procurando ser ecuánime en busca de algún fallo propio que le hubiera desencantado, tal como la campaña para cambiar la relación, Silvia se defendía diciendo para sí misma “solo quería hablar, no quería romper, solo exponerle lo que sentía”.

Al final Silvia acabó sola, sin saber a quién acudir para que le contestara las preguntas sin respuesta o el menos la consolara. Se acordó de su amigo Felipe, con el que no pudo ser que saliera pero que ya había perdonado u olvidado la desilusión que le provocó.

Llamó a Felipe para quedar y hablar. Le explicó lo que le había pasado. Para ella había sido un cambio brutal y se planteaba si había sido culpa suya porque era ella quien quería cambiarlo. Entonces era una impostora ya que no lo aceptaba y a lo mejor por eso realmente no lo había querido nunca… o era Nacho quien en realidad no estaba enamorado, salvo de sí mismo. Sólo le faltaba plantearse ¿quién soy yo? ¿por qué estoy aquí? …

Tras hablar durante largo rato, Silvia le pidió a Felipe un abrazo, porque estaba llorosa, con el ánimo bajo, sin el calor humano de alguien que te apoye. El abrazo duró un buen rato, quizá más de la cuenta y se creó una situación resbaladiza, en la que Silvia sentía cosas. Tal vez por el contacto de pecho contra pecho, le asaltaba la fantasía de lo que podría haber sido y nunca fue… Cuántas veces se acordó Silvia de Felipe cuando Nacho la dejaba sola. Si tienes pareja la sexualidad se vive más constantemente, estás como erotizada, encendida todo el día… ¿esto no es infidelidad mental? ¿o sí?… Una cosa llevó a la otra. Tras ese largo abrazo vino un beso para coronar el efecto, se acabaron liando la manta a la cabeza y … vamos que hubo tema.

Felipe cuando hicieron el amor estaba algo nervioso y se corrió rápidamente, lo que fue una desilusión para Silvia, que llevaba tantos años fantaseando y no precisamente con ese resultado. Felipe, en su descarte, le dijo que esto no le solía pasar, que era la primera vez, que si quería acababa el tema tocándola. Pero para Silvia había sido suficiente con semejante chasco.

– “Ni el amor de uno ni el de otro me solucionan nada” – Se quedó pensando para sí -.

Ana se casó con un chico muy majo que conoció siendo encargado de un restaurante. Se enamoró de él, en parte por ese atractivo que da eun cargo y en parte por el deje de protección que le proporcionaba en algunas ocasiones comprometidas. Se enteró más tarde de que el motivo por el que llegaba a todo y tenía tanta marcha no era por mérito propio, sino porque le daba a la cocaína. Ana estuvo detrás de él para que dejará de consumir. Por eso consideró que el ambiente de un bar no era el adecuado para no recaer, así que no cejó en el empeño en su compaña de persuasión para que cambiara de terreno laboral hasta conseguirlo. En parte era por las drogas y además el restaurante no iba todo lo bien que debería ir. Así fue como se hizo camionero.

Un día Ana descubrió manchas rojas en la ropa de su marido y cabellos que no eran suyos, pero no le dio importancia. Por si acaso siguió observando y descubrió que volvía a tener manchas y pelo. Justo en la tele daban un reportaje de prostitución, lo que le llevó a preguntarse ¿y si mi marido me está engañando? ¿tendrá una doble vida? ¿o simplemente es algo aséptico y sin sentimientos, más como un desahogo? Sea como sea, pensó, se merecía un escarmiento. Pensando cómo podría perpetrar su venganza se le ocurrió llamar a Edu, que siempre había sido un espíritu libre, un poco libertino, una calavera que no se comprometía con nadie. Era perfecto.

Edu había tenido cientos de relaciones, era un crápula, un gigoló, un viva la virgen1

Quedaron y se pusieron a hablar de la amistad, de cuántos años habían pasado y Edu como buen ligón que era empezó a tirarle la caña a Ana, que si estás muy guapa, que buen tipo que tienes…. cosas por el estilo que hicieron que se empezaran a enrollar, mientras el marido de Ana estaba fuera por su trabajo.

Fue extraño porque Edu era proclive a demasiadas posturitas y a Ana no le gustaban mucho. Cambiar una vez está bien, pero seis o siete, pues como que no. Se le hacía raro, estar más pendiente de la postura que de disfrutar en sí, pero era algo que a Edu le gustaba, en parte por su experiencia en el tema y en parte por hacer algo que complaciera a su amiga de tantos años. La buena intención no cumplió con su objetivo. A Ana le disgustaba y acabó sintiéndose muy rara en esas relaciones que mantenían, lo que hizo que finalmente lo dejara, porque se enfriaba en la cama. Se sentía decepcionada y tenía más la sensación de estar rodando películas porno que otra cosa.

Había pagado la deuda de enrollarse por fin con ese amor platónico que había tenido hacía tanto tiempo, aunque en cierto modo no había servido del todo como venganza a su marido ya que le hubiera gustado por lo menos poder correrse más veces.

En el caso de Bea acabó trabajando en una empresa de publicidad, que era lo que ella había estudiado. Allí conoció a un comercial con el que empezó a salir. Era una de esas personas que tienen mucha gramática parda, mucha labia, que te envuelven con halagos, son zalameros y que saben cómo venderte la moto aunque tu no quieras. Era de esos típicos falsetes pero simpaticones, pero resultó que tenía otra pareja y llevaba una doble vida, algo que podía mantener por ese don para la mentira que se necesita para poder ser un vendedor exitoso ¿o es que era un poco psicópata?

Este detalle no se sabe. Pero lo que si admite a ciencia cierta es que para poder llevar una doble vida se necesita mucho autocontrol, una enorme frialdad afectiva y saber mentir con convicción. Después de tres años de relación la otra pareja llamó a Bea por teléfono para contárselo. Este descubrimiento le hizo perder la confianza en la humanidad, así como en ella misma. Tenía una sensación de desgarro, de muerte en vida por asfixia. El odio era tan grande que a veces se le escapaba hacia ella misma echándose la culpa: “Qué imbécil he sido! ¿Cómo he podido ser tan tonta? ¡Seré estúpida!.

Y mientras estaba en ese círculo de sentimientos negativos disparados en todas direcciones, su ego sufría lo indescriptible, porque ella era de natural coqueta, de las que se dejan adorar y se arreglaban para gustar. Que le dijeran cosas bonitas y tontear un poco para mantener la moral alta, aunque tuviera que pagar el precio de crear alguna confusión que otra porque los demás no sabían si su comportamiento era de soltera o de casada mal avenida, todo para pescar al vuelo unos cuantos halagos.

Salva era el chico que le gustaba en la pandilla de amigos, al que confesó lo que sentía y él que le dijo que no tenía que hacerse ilusiones. A él le gustaba Ana y por eso iba a distanciarse algo más de ella para que no se llevara a confusión.

Pero pese a eso habían sido buenos amigos y decidió llamarle buscando consuelo. Resultó que también se había separado hacia poco y tenía un niño pequeño de ocho años al que podía ver cada quince días…

Y ya se sabe que dos almas heridas tienden a juntarse, atraídas por una solidaridad de destino, aunque cabe preguntarse si es posible que de esa unión dolorida, de esos lodos del sufrimiento pueda surgir una flor, una llama del amor, o si simplemente es algo solo pasajero que sirve como tránsito para curarse….

En su caso, los mimos, la pena, el calor humano, un enemigo común y la humanidad menos ellos y el niño, hicieron que surgiese la chispa del erotismo. Es comprensible que tras una vida erótica habitual se eche de menos ciertas cosas, mientras que cuando solo se ha conocido la escasez te acostumbras a cualquier cosa. En un momento llegaron los besos con lengua hasta la garganta y sin pensarlo dos veces una brusca penetración. Resultó una cosa mecánica, casi un ejercicio de gimnasia rítmica. Le faltaba tiempo, calentamiento.

Bea esperaba algo más apasionado, pero se sintió como una puta trabajando gratis. Lo cual le desilusionó.

Se podía pensar que el fuego del amor, ese amor iniciado en el grupo de amigos entusiastas, iba a apagar el fuego de la necesidad, pero en realidad lo dejaba encendido e imposibilitado para la cura. Las alternativas se diluían y ni siquiera su deuda con el amor se pudo saldar.


COMENTARIOS

#sagaFelipe #amor #sexo #separación #infidelidad #grupo #amistad

Un grupo de amigos se configura en una circunstancia dada -igual que a convocado al grupo de asistentes a narratoterapia- por un tipo de afinidad o intereses comunes. Mientras exista el grupo habrán fuerzas de unión y resistencias internas, fuentes posibles de disgregación. Nuestros protagonistas están reunidos con la atracción mutua, pero no simétrica. A quien te gusta no le gustas pero le gusta otro que a su vez no le corresponde, y de esta forma se cierra el círculo de amigos que quedan atrapados en la esperanza fallida de coincidir.

Como no hay solución endogámica, comienzan a crearse parejas con personas ajenas al círculo.

Silvia se enamora de Nacho, un guapo deportista. Un factor de atracción como el aspecto deportivo conlleva sin embargo un inconveniente y es que se pasa la vida entrenando, al punto de que Silvia se siente insatisfecha -aunque ella lo ha elegido- por no haber calculado bien los efectos colaterales del tipo de persona. La insatisfacción y el cuestionamiento de la relación hace que Nacho la deje por temor a ser abandonado, haciendo de la necesidad virtud. Silvia busca refugio en su antiguo amor, en el grupo de amigos, Felipe, pero tampoco esa relación le convence como si su deseo siempre se equivocara de objetivo.

Ana se casa con un hombre que lleva un restaurante, pero está enganchado a la cocaína. Le presiona para que cambie de profesión, pero al hacerse camionero comienza a cometer infidelidades en los viajes. Decide tomarse su venganza y para ello constata con su antiguo amigo Edu, que tiene fama de crápula mujeriego y que lo ve adecuado para la revancha. Descubre que el libertino la deja bastante fría por su afán de presumir de experto. Ni marido fiel ni infiel profesional le convencen.

Bea se va con un comercial de la empresa de publicidad en la que trabaja, pero resulta que es un mentiroso y tiene otra pareja paralela. Se reprocha haber sido tan ciega de no haberlo visto venir. Intenta volver con su amigo del grupo, Salva, que resulta un fiasco.

Toda la serie circular de formas de satisfacer la necesidad de amor fallan, como si se buscara un imposible o hubieran demasiadas pegas, exigencias o ceguera empedernida.

Reunidas, las desgracias parecen muchas, pero hasta qué punto la normalidad de lo que sucede a la mayoría de los presentes en la actividad se parece como si se estuvieran viendo en el espejo.


NOTAS TÉCNICAS

Para que los oyentes no se pierdan con la abundancia de nombres y relaciones dibujamos un círculo con círculos en los que escribimos los nombres de los componentes del grupo de amigos con las flechas rojas y verdes de sus preferencias. Conforme se va desarrollando la historia dibujamos las parejas externas con sus dobles flechas y los intentos de consuelo o venganza que intentan tras la separación. En algunos momentos pedimos a los oyentes que adivinen quien les gusta o con quien salen por venganza a desesperación, antes de proseguir la historia, para mantenerlos en vino y que no se despisten.

Al final se crea un debate sobre los sucesos, que alimentamos haciendo algunas preguntas:

-¿Os parece que por un primer encuentro sexual que sale mal hay que dar por fallida la posible relación?

-¿Que puede influir para que una relación sexual, aunque apetezca mucho en teoría, salga mal?

-¿Por qué fallan las parejas, aparentemente elegidas con tino, por ejemplo un deportista, un encargado de restaurante, un comercial de publicidad?

-¿Es fácil encontrar pareja en un grupo de amigos de toda la vida?


NOTAS

1 Buscamos sinónimos del comportamiento frívolo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Si continuas utilizando este sitio aceptas el uso de cookies. más información

Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar