Galacho de Alfranca

Galacho de Alfranca

Nos dirigimos al galacho1 de la Alfranca y cogemos un atutobús en Av, Pirineos (hasta Movera el billete es urbano, pero hasta Pastriz quien sabe..).

Contemplamos a un par de cigüeñas intimando en el campanario de la iglesia de Pastriz ajenas a nuestra impertinente visita.

Cogemos una carretera hacia el galacho hasta llegar a un desvío hacia el centro de interpretación. Caminamos rodeados de campos reverdecidos. Durante el trayecto suscitamos el interés de dos perros de una finca, más curiosos que preocupados por nuestra voluminosa presencia (20 andarines).

Tenemos la sensación de ser observadores observados. Pasamos el examen en silencio.

Llegamos caminando con un sol y temperatura estupendos para la época del año (primeros de marzo) a las fincas de la Alfranca donde reunimos al grupo disperso en los bancos y acequias similares a las de la Alhambra de la entrada. El resto del centro, con dificultades de locomoción, ha llegado ya hace un tiempo en una furgoneta de la Cruz Roja conducida por un voluntario muy cordial.

Nos esperan los guías del galacho que nos abren las puertas de las vallas que protegen los caminos vedados al público general que visita el lugar por libre.

Divisamos la magnífica atalaya mirador. Es imponente, de madera y con grandes vidrieras, desde la que se puede contemplar todo el complejo de la finca de los condes de Ayerbe y los humedales y bosques de la rivera.

Vemos el parque de dólmenes construido con rocas diferentes (calizas, salitres, porosas..) con una especie de ficha de dominó en el centro de cada círculo simulando el juego de la oca. Alguien sugiere practicar una ceremonia mágica en uno de los círculos pétreos, pero no hay quórum.

La guía hace gala de super-llavero y nos abre el camino hacia un mirador de pájaros del primer galacho. El suelo del camino esta poblado de tupida hierba y nos detenemos a cada paso a contemplar los pájaros que se posan en ese momento en las ramas y estudiamos cada árbol del camino. El chopo negro, el fresno, el chopo hembra con sus semillas.

En el lado interior nos admiramos con los membrilleros en plena floración y los arbustos de majuelo con capullos blancos a punto de abrirse a la primavera adelantada.

Llegamos a la caseta para mirar pájaros a través de los ventanucos, que abrimos delicadamente para no asustar a la fauna.

Contemplamos las charcas atacadas por los cañaverales y pobladas de aves que intentamos identificar por el aspecto cuando los vemos y por el canto cuando sólo los oímos.

La guía nos enseña en un cartoncillo las especies acuáticas del galacho, de las cuales sólo podemos observar la gallina-pato.

De vuelta visitamos la mansión reformada para usos institucionales del antiguo palacio de los Ayerbe (alguno conoce alguna anécdota de un conocido sobre la ilustre familia que se jugó a las cartas una finca).

abejorro

En el jardín ‘íntimo’ descubrimos asombrados un abejorro de tamaño descomunal. Vemos la ermita aledaña con sus nidos de cigüeña correspondientes e inspeccionamos el lugar en busca de bolas de comida regurgitadas de las aves. Nos acercarnos a visitar las antiguas caballerizas que hemos contemplado previamente en la maqueta en el interior del palacio.

El ágape para reponer fuerzas es un bocadillo de luxe de jamón al que untamos unos tomates que hemos comprado y unas frutas de postre.

Palacio condes de Ayerbe

Nos disponemos a coger el autobús de vuelta (esta vez con precio desde Pastriz). Hemos caminado en total unos 10Km.


1Es un fenómeno que produce el Ebro de forma natural tras épocas de glaciación en las que el río, por el deshielo, se desbordó y creó un nuevo camino recto dejando un meandro abandonado. Luego, con el pasar del tiempo, lo que quedó fueron los lagos de la parte del río residual envuelto de bosque de ribera (chopos, fresnos, matorrales). Las aves migratorias conocen estos lugares y los ocupan en sus viajes de verano/invierno.

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