La llamada robada

La llamada robada

SEMANA TELEFONO

Una tarde Remi estaba escuchando tranquilamente a Bunbury1 cuando de golpe sonó el teléfono, lo que le provocó un respingo al no esperar a nadie a esas horas, porque tampoco tenía ni padres, ni hermanos, ni pareja, sólo compañeros de ocasión, más que amigos verdaderos, de los que tampoco cabía recibir noticias.

-¿Quién es? –dijo con voz seca, como esperando una oferta de seguros, de cambio de compañía de móvil o una encuesta sobre el uso del tranvía… 2

-¿Eres Remi, cariño? –le interpeló una voz sensual, agradable y con intenciones claramente amorosas.3

Remi sabía perfectamente que no era esa clase de “Remi” al que una voz sexy puede dirigirse. No obstante no pudo evitar la tentación de usurpar aunque fuera por unos segundos, furtivamente, como quien roba un beso inmerecido la personalidad impostora del Remi digno de amor.

-Sí, sí, hola, qué tal.. –dijo.

-Hola precioso. Te llamaba por si querías apuntarte esta tarde a salir con nosotros.

A dónde vais? –dijo Remi, siguiéndole el juego, pensando en no se sabe qué planes e ilusiones de suplantación. Pero le salió una voz rota: “A dónde” en una orilla con tono cómplice y “vais” con tono inseguro de impostor poco convincente.

-¿Pero tú quién eres? –dijo la voz, que continuaba siendo sensual incluso en momentos de zozobra y duda.

-Soy Remi.

-¿Pero qué Remi? –quiso precisar la voz.

-Por lo visto otro Remi distinto al que me gustaría para que alguien tan agradable como tú me llamara..

-¿Agradable? ¿solitario? –terció ella, en vez de colgar el teléfono diciendo el consabido “Perdone, me he equivocado de número” que sería lo lógico.

Pero lo lógico a veces da lugar a sorpresas como si al apartar una piedra naciera después, debajo de donde estaba, una flor.

Remi le explicó largo y tendido como se había vuelto persona solitaria, por las muertes, los cambios de residencia, los derroteros de la vida que le habían trasformado de hombre promesa en hombre decepción, de hombre tomando decisiones equivocadas en hombre sumido en una normalidad mediocre.

También le explicó que su voz le había parecido algo tan bonito y vivo que por unos segundos –inmerecidos, eso sí- había disfrutado de una felicidad mayor que en los últimos diez años.

Ella, Isabel, se conmovió por haber hecho tanto con tan poco y porque prestar atención al desconocido Remi 2, le había hecho disfrutar el bien moral del ayudar, proteger, cuidar, dar cariño y disfrutar de la entrega de un alma sincera. Por lo visto este placer puede ser tan intenso como una tarde de juerga.

Quedaron en que ella “se equivocaría”4 más veces, para interesarse y dar consuelo al descarriado y efectivamente una vez a la semana volvió a llamar a la misma hora.

Remi se prendó de la voz, como esas personas que se enamoran de la voz de un locutor, que a lo mejor no tiene ni la edad ni el aspecto que imaginaban los oyentes. Pensaba que una persona tan buena y agradable debía ser necesariamente muy guapa también. A fin de suplir la imagen real se le iban amontonando en la imaginación los fragmentos de las mujeres bellas que veía en el cine o al pasar por la calle. Los trocitos se iban posando aquí y allá como en un tetris5 formando una cara maravillosa que movía los labios sensuales diciendo “hola, Remi, cómo estas esta semana..?”, que era la forma en la que iniciaba Isabel las llamadas.

En las conversaciones se sinceró tan desgarradoramente con Isabel que le contó relaciones homosexuales que había tenido de pequeño, robos a familiares y a amigos, un par de traiciones y comportamientos miserables varios que podrían ensuciar el resto de cosas positivas que podía haber hecho en su vida. Ella parecía mostrarse más comprensiva y amorosa conforme pretendía ponerla a prueba con confesiones que pudieran hacerse rechazar.

-Y me masturbo cada día, algunas veces pensando en ti. Te imagino a mi manera y te escandalizaría si te la contara..

-Eso es normal si no tienes pareja, casi todo el mundo lo hace… por cierto… ¿qué imaginas exactamente,?, me gustaría saberlo por curiosidad –preguntó, en vez de ofenderse o repudiarle.

Durante un tiempo Remi osciló entre la ilusión de haber encontrado el amor –promesa de vida que nunca había dejado de estar soterrada por las losas de la desilusión que le iban aplastando a lo largo del tiempo-, y por otra parte la voz de la experiencia y del realismo, que le iba avisando de que el milagro era improbable.

Un día que predominaba el entusiasmo le propuso conocerse en un bar del centro, llevando él un libro de poemas y ella una flor amarilla –símbolo tibetano de felicidad, según había leído en alguna parte-.

Isabel titubeó ante la propuesta de romper el encanto telefónico en nombre de una realidad de dudosa sensatez, pero acabó aceptando ante su insistencia, quizá llevada por el deseo de que se supiera quién era ella y lo diferente que era a lo que él se imaginaba. Deseaba que la decepción acabara con esta historia fantasiosa en la que ella había contribuido no sabia bien por qué, pero a la que estaba dispuesta a renunciar por el bien del llamado, que no amado.

Pero por lo visto le faltó el valor de soportar ser vista cara a cara. La causa, nunca explicitada, quedó en la ambigüedad de lo no sabido. Podría ser que no quisiera desencantarse del aspecto real de Remi o porque ella no tenía la edad que Remi pensaba que tenía o porque estaba casada o porque llevaba un tipo de mala vida en la que lo único bueno eran las conversaciones con un desconocido o porque era menor de edad y estaba jugando a ser mayor o porque era de otro país, otra raza, otra religión otro estatus económico u otro ser que no podía ser6.

No apareció a la cita. No volvió a llamar.

Remi se sentaba a la hora convenida delante del teléfono esperando que ‘la nada’ fuera algo pasajero y compensado con creces.

Se fue imaginando a Isabel, enferma, comprometida con un novio que se había dado cuenta de su vida secreta, dificultades económicas, estudios, viajes, problemas graves de trabajo, traslados de residencia. Su fe era tan inquebrantable que se resistía a sucumbir imaginando, si era necesario, cosas irreales como secuestros, trata de blancas, redes de narcotraficantes, encierros o encadenamientos de un novio celoso7.

Finalmente un día lluvioso de junio decidió que habían pasado dos años sin llamada. Pensó que era mejor darlo por perdido y resignarse a pasar el duelo del final, que trataba de evitar mediante una especulación alimentadora de vanas esperanzas.

Justo cuando ya empezaba a curarse, de pronto volvió a sonar el teléfono.

Corriendo fue a cogerlo y dijo

-¿Isabel?

Pero la línea se cortó sin que la “l” de I-sabel pudiera siquiera llegar a destino.

Otra vez cogió el teléfono y una voz agria dijo:

-¡Probó! , y nada más.8

Remi se quedó desconcertado, porque “probó” significaba que alguien sabía que de niño había tenido relaciones homosexuales. Isabel se lo había contado a alguien y éste informado se burlaba de él con saña, encargado de la crueldad delegada de Isabel.

A pesar que se había jurado no volver a coger el teléfono no podía evitar estar por casualidad en casa a la misma hora de siempre ordenando, recogiendo o dejando algo cerca de la zona del teléfono, que acababa sonando y soltaba la voz masculina antipática, aunque a veces eran personas distintas.

-¡Probó!

-¡Robó!

-¡Mintió!

-¡Traicionó!

Las voces parecían conocer los secretos más íntimos. Estaban guiadas por la maldad rencorosa de Isabel, ¡sólo por querer verla en vez de sólo oírla!. Usaban la información cruelmente en su contra, los muy desgraciados, hijos de puta, cabrones…9

Incluso el teléfono maldito, a veces carraspeaba no se sabe si porque funcionaba mal debido a los golpes que le daba al colgarlo con furia o porque con algún subterfugio habían encontrado una manera de alterar el altavoz para importunarlo en su silencio y en su soledad, como si lo padecido hasta entonces no fuese suficiente castigo para un ser humano.

El psiquiatra le aconsejó a Remi que no descolgara el teléfono nunca a esas horas, para evitar agobios y rabietas perjudiciales a su salud.

Hizo caso, y no se sabe si por la medicación que le dio para calmar los nervios o por seguir el consejo mejoró su estado de ánimo. Comenzó a salir más, apuntándose a actividades distractoras y haciendo el esfuerzo de conocer gente nueva.

Aún así, de vez en cuando, fuera de la hora oficial, sonó alguna vez el teléfono diciendo:

-¡Probó!

Pero intentaba no cabrearse mucho, y salía de casa a pasar la tarde en el parque hasta que se le pasaba el sofoco.

No desesperó nunca del amor, a pesar de que renunció totalmente a él, convencido de su imposibilidad. Sin embargo alguna vez se le aparecía como una brisa que atravesaba su cerebro, la idea loca de que alguna Isabel le pudiera querer a pesar de ser imposible.


COMENTARIOS

#sagaRemi #voces #fantasía #persecución #soledad #necesidad

Al recibir una llamada equivocada Remi sigue la corriente un rato, a propósito para disfrutar de la voz sensual de una mujer al otro lado de la línea. Se comporta como un ‘ladrón de sensaciones’, supuestamente por no poder controlar su necesidad de afecto y por el agobio de la soledad ya que no tenía amigos ni parientes.

La mujer llama más veces -suponemos- en las que Remi se sincera de forma desgarrada revelando intimidades y secretos que a nadie ha contado antes, por ser de naturaleza poco publicable. Del explayarse al enamorarse hay un rápido ascenso, basado en que cree que ha calado en el alma de Isabel por verla tomando la iniciativa de llamarle con frecuencia.

Quizá se ha precipitado, llevado por su imperiosa necesidad de afecto. El caso es que le propone una cita real, a la que ella parece consentir, pero a la que no acude.

Falto de información y llamada explicativa, Remi especula cuál ha podido ser la causa.

Como los días pasan y ella sigue sin llamar, Remi, en vez de olvidarse del asunto, alimenta una esperanza todavía, pero para mantener viva la llama del deseo de que vuelva necesita imaginar causas retorcidas por las que ella no lo hace.

Finalmente renuncia, porque la evidencia y el tiempo trascurrido le hacen desistir. Justo entonces comienza a recibir llamadas de gente -la mayor parte de las veces son voces masculinas- que le insulta como conociendo aquellos secretos que había contado a Isabel y a nadie más.

La persecución telefónica sólo cede mediante la ayuda del psiquiatra que le da una medicación para tranquilizarle y el consejo de no descolgar el teléfono.

Aunque superada la pérdida del amor nunca correspondido, Remi no deja de tener la ilusión de que alguna otra ‘Isabel’ llenara su corazón. Se deja en el aire si esa otra será igualmente irreal.

El cuento intenta traer a la luz los problemas que acarrea tener una necesidad de afecto imperiosa, un vacío de amor y el peligro de ‘engancharse’ a cualquier cosa irreal por carecer de la habilidad o suerte necesaria para conseguirlo en la realidad.


NOTAS TÉCNICAS

1 Por ser cantante popular conocido nos permitimos comenzar de forma algo jocosa cantando entre todos la estrofa “me calaste hondo…”.

2 Hacemos una recogida de posibles razones comerciales o burocráticas por las que podemos recibir una llamada, convocando la contribución de los participantes.

3 La escena de la llamada se representa entre el narrador y el auxiliar, este último impostando voz sensual. Los fragmentos explicativos (“Sabía perfectamente…”) los sigue diciendo el narrador en el mismo tono general utilizado.

4 Cambio de registro, con énfasis, para que los oyentes se vean conducidos a captar la ironía de cómo se menciona la motivación para llamar una segunda vez.

5 En off de la narración: “no sé si así se configura el ‘tetris’ de la belleza o de la persona ideal que nos gustaría conocer”

6 Voluntarios en el grupo añaden una posible motivación para no haber aparecido a la cita en carne y hueso.

7 Seguimos imaginando entre todos causas varias por las que no volvió a llamar..

8 Cuatro colaboradores son los encargados de soltar el ‘probó!’ cuando el narrador hace la seña de coger el teléfono.

9 Permitimos que los que quieran se solidaricen con la víctima profiriendo algún insulto similar a los que Javier profiere (“tarados, les caiga un rayo…”)

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