La torre Dom Knigui

La torre Dom Knigui

A preciada Olivia:1

Te escribo para contestarte a los whatsapp y decirte que me encuentro estupendamente, salvo algo que me está alterando el ánimo y que me gustaría compartir contigo, como amiga y persona perspicaz.

No sé si crees que una coincidencia imposible tiene algún significado o sencillamente ocurre como puede tocarte un día la lotería por casualidad cuando compras un billete o si te atropella un ciclista en un sitio en el que durante treinta años no te ha pasado nada.

Resulta que en la infancia tenía yo un amigo llamado Gabarre. Luego me enteré de que era el hijo menor de Muebles Gabarre. Un día fui a mirar muebles e intenté fijarme en los vendedores por si le reconocía la cara, pero no llegué a ninguna conclusión. El pequeño Gabarre no tenía nada que ver conmigo, que era un niño apocado e introvertido.

-Qué callado eres, hijo mío, solía decirme mi madre, en un tono que quería decir “parece mentira que seas mi hijo”, o “que diferente has salido a tu hermano, tan dicharachero y atrevido”.

Estas comparaciones tengo que confesar que me acomplejaban más todavía.

Pero Gabarre me trataba como un camarada más. Suponía él que yo estaba a la altura de las circunstancias. Me venía bien disimular porque simulando ser valiente no dejaba de serlo en cierto grado, aunque fuera teñido por inseguridades internas. Pero los hechos son los hechos y yo hacía lo que él hacía y si decía:

-Vámonos a buscar periódicos para vender!. Ipso facto me lanzaba a pedir a los bares los hatillos de ejemplares atrasados y las cajas para tirar.

-Vamos a recoger plomo! Y ahí que aportaba a la velocidad del rayo cañerías de una reforma al lado de mi casa.

Si proponía atravesar el túnel de la manzana del Grupo Albur, entrábamos por el acceso al garaje de la parte norte, atravesábamos pasillos oscuros de trasteros y llegábamos a la parte sur, acompañados de ruidos de gente que nos tenía en vilo sin saber si bajaban a la calle o a dejar algo en el trastero, con lo que podrían pillarnos.

En los cuartos trasteros nos encontrábamos carbón, muebles viejos, ladrillos, sacos de yeso, una máquina de coser Singer destartalada, un máquina de escribir en desuso, bicis rotas… 2 A veces cogíamos cosas “abandonadas”, ese era el término que aplacaba nuestras tiernas conciencias inmaduras.

En alguna ocasión habíamos ido con unas niñas al patio salvaje de la Inmaculada. Había que acceder por un hueco que sólo Gabarre conocía. Una vez allí, con un sifón y unas pipas celebrábamos una merendola y les pedíamos a las niñas que nos enseñaran su rajita.

Con Gabarre llevábamos una vida secreta, totalmente a parte de mis otros amigos del barrio. Hacíamos cosas totalmente gamberras e inadecuadas que nunca me atrevería a confesar a mis padres no fuera que pensaran que no era el niño buenecito y atontado que creían. Es curioso como en la infancia puede uno comenzar a tener doble personalidad. Algunas veces en que la pandilla era muy grande, ya que por lo visto nuestra osadía atraía a muchos angelitos dispuestos a ser demonio, nos gustaba imaginar “aventuras”. Las organizábamos para los niños más pequeños de la banda y dispuestos a pagar diez céntimos la entrada para fondo común. Como extra les permitíamos entrar en las casetas de cañas que hacíamos.

Debido a mis habilidades literarias se me ocurrió escribir un pequeño cuento para el concurso del día del Domund3. Lo organizaba en el colegio, el padre Dimitri, oriundo de San Petersburgo. Nos hacía exhibiciones del dialecto gujerati, de las que nadie se atrevía a sopesar su e xactitud y contaba anécdotas de Goa.

Escribí con mucha ilusión una historia de:

Un niño que tenía un abuelo aficionado a las plantas carnívoras. Tenía una Dionaea muscipula, una Darlingtonia californica, una Pinguicula, vulgares Doresas Rotundifolia y un sin fin de variedades de las que estaba muy orgulloso. El niño había aprendido el prodigioso arte de cazar moscas al vuelo y le ayudaba a alimentar las plantas. El abuelo murió un día de sopetón.

-Me encuentro muy mal -le dijo-, tráeme un vaso de ese remedio que pone en la etiqueta “licor 43”.

A la noche fallecía. En el funeral le trajeron ramos y coronas que pusieron al pie del féretro, pero su nieto, que quizá lo quería más que nadie4, pensó que el mejor homenaje era realizarle una ofrenda de amor en forma de planta carnívora. Puso encima del ataúd una Sarracenia Purpúrea muy hermosa, bajo la mirada censuradora de los presentes que no osaron quitarla de ahí, porque intuían una brizna de verdad amatoria en el gesto rebelde. En el momento de la misa, c uando alzaba el sacerdote la mano para decir “ite, missa est” una mosca se posó en la planta y fue atrapada.

El padre Dimitri me dijo:

-Para mí te merecías el premio por los valores literarios del cuento, pero no por los morales. Has de comprender y corregir el defecto de buscar llamar demasiado la atención, el provocar, sorprender, ser una mosca cojonera, un callo, un incordio…5 Tendrías que haber sido más humilde y colocar encima del féretro una flor de lis, un tulipán, un lirio… algo más convencional a la par que hermoso. Así sí que habrías ganado.

De regalo “B”, ya que el oficial era una suma de dinero y un viaje a Loyola para toda una familia, me dio un trocito de metal precioso que representaba como una pata dislocada, un pecho de mujer y media cara masculinizada. Era una media parte de algún talismán mitológico, tal vez recogido de Sumatra o algún lugar exótico.

Me puse rojo como un tomate porque de pronto vi que se daba cuenta de que estaba mirando al pecho de la figurita. La misma vergüenza demostraba que debía sentirme efectivamente avergonzado de mi mirar mirado.

Me explicó que la había conseguido en una visita al edificio de la librería Dom Knigui que hay frente a la catedral de San Nicolás en el bulevar Nevsky. Le habían invitado a visitar la cúpula cuando la estaban arreglando y ponían luces rojas nocturnas. Encontró la pieza brillante en un rinconcito de escombros y la recogió por si el metal fuera precioso y tuviera algún valor.

-Te recordará -me dijo- que la belleza puede ser un desvío insano, una especie de egoísmo o que vanitas vanitatis, presumir es una forma degradada de crear.

Ahora que lo pienso, era extraña la seriedad oficial con la que me aconsejaba y lo absurdo del regalo, que nunca mejor dicho, NO TENIA PIES NI CABEZA. No se sabía si era una figura de hombre o de mujer. Tal vez la confusión estaba hecha a propósito, aunque en aquella tierna edad yo no podía comprenderlo aún. ¿No era eso una demostración de que el padre jesuita, con tantas historias sobre Sumatra y Bombay, en el fondo pretendía deshacerse con el regalito, de las mismas veleidades que yo había padecido y él me había censurado?

Todo esto, querida Olivia, estaba totalmente sumergido en el olvido, a donde van tal vez, tanto las cosas que no hemos comprendido como las que hemos entendido demasiado bien. Por lo visto para vivir cada día, en cierto modo, nos hemos de olvidar de todo, ¿no te parece?

Pero resulta que en el viaje a Rusia me pasó algo increíble y misterioso. En la visita al Ermitage, al entrar en una pasillo majestuoso, decorado como si fuera la Capilla Sixtina, me fijé en los decoraciones algo recargadas, ostentosas y pazguatas -a mi gusto, claro- y en que muchos dibujos representaban alegorías paganas, festivas, bufas y de pronto, !zas! Me veo el dibujo completo de mi antiguo amuleto!

Casualidad, coincidencia, destino… ¿qué crees que pueda ser?

Le he preguntado a un experto en arte, amigo mío Él opina que es una representación del complejo animus-anima que tanto le gustaba explicar a Karl Gustav Jung en su psicología analítica. Opinaba que los hombres tenemos un anima inconsciente y las mujeres un animus y a veces el anima se enamora del animus, por ejemplo una mujer se prenda de la ternura de una lagrimita de un hombre duro, de como coge un bebé un malote, o un hombre de una mujer que lleva muy bien los pantalones o que tiene una figura, tono de voz o actitud que recuerda más a un hombre que a una mujer.

Lo que me parece imposible -no se qué opinarás tu- es que la misma media figura que me gané de pequeño en el concurso del Domund, la vea de mayor en un museo. ¿Crees que eso es una coincidencia? ¿És posible que sea una especie de mensaje, como atrasado, que el padre Dimitri me envía a través del túnel del tiempo? ¿Significa que tengo media mitad de mi mismo olvidada y que es hora de reencontrarme entero? ¿Significa o simplemente es un hecho que se impone?

Como ves, este viaje me ha dejado algo -espiritualmente- revuelto, porque en lo demás ha sido magnífico.

Un abrazo, y recuerdos a todos

Elías


COMENTARIOS

#sagaElías #dualidad #personalidad #narcisismo

La narración soporta capas y niveles que hacen avanzar la historia a modo de “subir a saltos” la escalera.

-El primer nivel general es el marco de la narración, la carta, que se esgrime en la mano. Tiene entrada y salida oficiales y está escrita en un presente intimista.

-Luego se incluyen los precedentes del fenómeno de la dualidad, centrada el la ‘doble personalidad’ que tiene el escritor de la carta de pequeño: niño serio y bueno frente al gamberro. La vida rebelde contiene los inicios de una fantasía aventurera, utilizada al principio para arrancar monedas a los niños, pero en el colegio se concreta en la escritura de cuentos para concursos.

-En el concurso del Domund el ‘niño que fue’ escribe una historia sobre otro niño y su abuelo aficionado a las plantas carnívoras. Esta historia la podríamos titular “el entierro y la mosca” y muestra la dualidad entre afectos reales y protocolarios.

-El padre Dimitri alaba la redacción del cuento pero no le da el premio por considerar que contiene elementos narcisistas de presumir de cualidades literarias, voluntad de provocar y llamar la atención y exceso de poesía. Tenemos ahora otra división entre ser-para-otros (convencional) y ser-para-uno-mismo (presunción poética). Como premio de consolación le regala medio medallón como símbolo contradictorio de valoración que no puede él mismo reconocer por su posición de defensor de valores clásicos.

-La historia se trastada luego al Ermitage de San Petersburgo, donde se dice que encontró Dimitri su mitad de medallón en la cúpula de la torre Knigui. Ahí el personaje que escribe la carta encuentra unas figuras decorativas enteras que muestran una dualidad, mitad mujer, mitad hombre. El animus y el anima configuran dinámicas de personalidad esotéricas.

-La coincidencia de hechos, la figura del Ermitage y el antiguo medallón, que estaba hasta entonces totalmente olvidado nos lleva al escalón final: la dualidad entre memoria y olvido.


NOTAS TÉCNICAS

La carta se lee como apelando a la sensatez del auditorio para sopesar el significado oscuro de algunos pasajes.

En distintos párrafos se interrumpe la lectura para hacer preguntas directas, y se va marcando el ‘escalón’ del nivel narrativo:

  • “Aquí me parece que se narran las peripecias del autor cuando era niño. Tengo la impresión de que tenía un lado gamberro… no seguramente como algunos de nosotros si indagásemos, aunque ahora tengamos pinta de ‘buena gente’, habría que ver…”,

  • “Ahora vamos a ver un resumen del cuento que el autor de la carta, un tal J.L. escribió para el concurso del Domund”

  • “Sigue una explicación de las opiniones del padre Dimitri, jurado del concurso, sobre qué le parecía inadecuado del cuento que había quedado en segundo puesto por ello”,

  • “Habéis visto que el padre Dimitri consideraba muy poco ortodoxo poner una planta encima de un ataúd, y menos todavía que se comiera una mosca en plena ceremonia. Ese chico le parecía un poco rebelde y provocador”,

  • “Ahora vamos a pasar al asunto del medallón que le dio de premio de consolación Dimitri, resulta que en un viaje a San Petersburgo por lo visto visitó el museo del Ermitage”.

Al final: este debería ser el asunto de la carta, que el descubrimiento de la figura completa le había hecho recordar la historia olvidada del medallón. Por lo visto, igual no era sólo una coincidencia. ¿Creéis que aquí había gato encerrado? ¿Qué opinaría Olivia, la destinataria de la carta de este tema?


NOTAS

1 El cuento simula ser una carta leída (aunque de forma dramatizada, comentada voz en off, participada)

2 En este inciso se efectúa una colaboración serial sincrónica de objetos que pueden ir a parar a un trastero.

3 Día de las misiones, en el que misioneros que descansaban en España se dedicaban a labores de recaudación de limosnas destinadas al Tercer Mundo, organizando charlas, pase de películas de lugares exóticos y concursos varios.

4 Lo que son las apariencias, todos lloraban y mostraban dolor menos é. Pero hay quien los sentimientos los viven hacia dentro en vez de hacia fuera.

5 Pedimos expresiones similares (“llamar la atención”, “presumido”, “liante”…)

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