El replicante y la puerta de Kiev

El replicante y la puerta de Kiev

Héctor y Eduardo se involucraron en un experimento de replicación sin saber muy bien en qué consistía debido a que las explicaciones del doctor Werner fueron tan vagas y llenas de circunloquios que se perdían en los pasillos de las explicaciones. Iban de un concepto extraño a unas explicaciones incomprensibles. Por lo visto exigían un previo conocimiento que el doctor Werner suponía en Héctor de una forma tan confiada que cualquiera seguía preguntando, corriendo el riesgo de recibir su cara de asombro.

-¿Tú eres idiota o qué? –cabía esperarse que dijera-.

Los puso en una especie de SPA con unas bañeras a modo de jacuzzi, iluminadas con luces verdes.

-¿Cuál te quedas?. –le dijo Héctor a Eduardo para bromear y aliviar el miedo–

-Yo iba a coger la de la izquierda pero elige la que quieras.. –le dijo educádamente Eduardo-.

-Vale, pues me cojo la izquierda que me gusta más- le dijo para quedarse con él, pero cuando se dirigía a la otra bañera le interrumpió de nuevo-: .. pero si tu la quieres me pillo la de la derecha…

Las bromas quitan el miedo y sin miedo la temeridad no tiene su freno natural. Aceptaron el proceso de inmersión que les iba dictando por un altavoz el doctor Werner. Inyección de sustancia inocua de contraste, respirator, inmersión, tapa trasparente, enseres colocados encima de la tapa trasparentare envueltos en bolsa de microfilm semiconductor captativo. Después un dulce sueño, las luces verdes se cambiaron a rojas tenues que invitaban a cerrar los ojos.

De golpe, en medio del proceso de replicación, Héctor notó una sensación de ahogo, premonición mortal o instinto que le despertó. Le entraron ganas de salir de la bañera. Gritó. Nadie acudía. Empujó la tapa. No se podía porque tenía un peso o fuerza adhesiva con presión osmótica contra el gradiente del líquido viscoso en que se había convertido el agua. Al final logró hacer girar la tapa utilizando un borde como eje de rotación. Sacó el cuerpo como pudo y se planteó salvar a Eduardo suponiéndole en igualdad de angustia. Las bolsas de los enseres habían crecido notablemente. De hecho tenían tal apariencia sospechosa que parecía que tuvieran dentro un replicante. Tocó lo que se suponía eran los pies, aunque al tacto semejaban un paraguas. Como la duda persistía bajó la cremallera para confirmar de una vez por todas si se trataba de otro yo y en este caso, como responsabilidad suya, tendría que llevárselo consigo.

La cabeza era la chaqueta enrollada, por suerte.

Eduardo tardó en despertarse y se movía muy lento. Sonó la alarma. Los secuaces de seguridad del doctor les perseguían. Huían por pasadizos intrincados. Al llegar a un corredor cerrado por el frente, presos del pánico, cogieron caminos diferentes, uno a la izquierda y Héctor a la derecha. Afortunadamente a un camino rodeando la alambrada. Vio a lo lejos una puerta vigilada con pasillos de alambre por la que salía gente controlada. Intentó primero colarse al descuido de una vigilancia laxa pero en este momento avisaron de la fuga de los sujetos de experimentación por lo que resultó imposible pasar desapercibidos a los guardianes avisados por el pinganillo. Se fijaron en él y hicieron amagos de acercarse. Él intentó salir por un lugar en el que la tierra tenía una protuberancia convexa pero le resultó muy difícil trepar con sus músculos reblandecidos y flojos debido a las inyecciones de inmersión

-Por favor ayuda, Señora –le dijo a una viandante, extendiendo la mano para ser recogido-.

-Por favor ayuda, Señora –insistió sin éxito-.

Finalmente, cuando estaba a un paso del captor dio un impulso, espoleado por el instinto y logró agarrarse a una mata. Se arrastró hacia arriba como pudo cuando ya estaba a punto de cogerle el pie el vigilante…

-Baje usted, que yo no puedo salir del recinto –le pidió el vigilante-.

-Discúlpeme ante el doctor pero prefiero irme sin mas. Dígale que lo siento mucho y que me perdone si le he ocasionado molestias o le he hecho incurrir en gastos inútiles.

– El inútil eres tú, pedazo de imbécil, baja ahora mismo –le amenazó con firmeza-..

De Eduardo no sabía si había logrado huir…

Aunque eran amigos nunca subió a su casa. Se despedían unos portales más abajo porque Eduardo tenia algún secreto oscuro que no quería correr el riesgo de que lo supiera, se espantara y perjudicara la amistad. Por eso estaba cogida de un hilo. Se encontraban cuando por casualidad iban por la misma calle, se enganchaban y decidían hacer algo juntos de una forma improvisada.

Con la esperanza de encontrarlo como de costumbre, Héctor rodeaba la manzana como una peonza y husmeaba el que le parecía su portal y nada.

Hasta la esperanza más larga se agota por cansancio. Héctor se dio cuenta que de haber salido del centro de investigación, Eduardo ya habría aparecido y le hubiera bromeado como siempre:

-Anda, si eres tú, ¿te apetece ir a algún sitio?

Héctor no tuvo más remedio que volver a buscar a Eduardo para no dejarlo en la estacada con el doctor Werner.

Esta vez los ataron para que no se repitiera el pánico y pudiera llevarse a cabo la inoculación hasta el final del proceso.

La conciencia, aislada de todo criterio propioceptivo, se liberó de toda atadura temporoespacial y apareció de pronto en el mercado de Kiev. El escenario era como el de las ilustraciones de cuadros de una exposición de Murgovsky pero real, con gentes vestidas de época y un mercado colorido con puestos de especias, circos ambulantes, sedas y caballos.1Un coro mongol2cantaba acompañado al ritmo por la percusión3 con golpecitos en el sobaco. Un niño estaba embelesado con la cadencia sincopada.

-Comment tu t’apelles?

-Igor Stravinsky

-Igor, -le dijo el Héctor replicante-. Un día estrenarás una obra musical hecha de ritmo vivo como este caqueo de sobaco. Será como un pájaro de fuego que llevará a la muerte a algún oyente, pero que cambiará la música del siglo XX4.

-Ce n’est pas possible –contestó el niño, con la casaca blanca que llevaba hasta las rodillas-, Je n’existe pas, sauf dans votre imagination.

-No sé si has existido antes o después, pero la verdad va más allá de la exactitud.


COMENTARIOS

#sagaCrecimiento #claustrofobia #humor #secretos #amistad

El doctor Werner, cuyo nombre evoca una productora cinematográfica, convence con su ‘palabrería’ científica a dos amigos para que se presten a un experimento de replicación. El experimento en sí requiere estar dentro de una cámara y soportar síntomas de asfixia.

Intentan salir de la cámara, espantados, e huir del experimento, pero al final no lo logran, mostrando con ello no sólo el poder de persuasión, sino el poder ‘contractual’ mediante el que la sociedad entera se ata a normas establecidas.

Los amigos, frente al momento angustioso de inmersión, bromean para aliviar el miedo, utilizando la ironía como recurso para controlar el pánico.

Aunque Héctor logra escapar del recinto protegido por alambradas, decide volver por solidaridad con su amigo Eduardo. Nos apercibimos que este grado de amistad está paradójicamente basado en el respeto a los secretos (Hacer ver que quedan por azar, Eduardo no quiere que sepa Héctor donde vive).

Aceptar limitaciones, permitir un espacio privado, que podría ser calificado de cautela defensiva, en cambio permite que la amistad progrese al punto de poder demostrar considerable fuerza. Por el contrario, cabe pensar, enterarse de la vida secreta de Héctor podría arruinar la relación (por introducir juicios de valor adversos, conocer aspectos censurables de la persona).

Cuando el doctor Warner logra fabricar un replicante de Héctor, su homónimo aparece en el mercado de Kiev en la época que Stravinsky era un niño. Tiene ocasión de hacer uso del conocimiento del Héctor del que fue creado para alentar al niño y prometerle un futuro glorioso como músico. El replicante se convierte así en una proyección, en metáfora de inspiración y de motivación creadora.


NOTAS TÉCNICAS

Representamos con ayuda de alumnas de prácticas y usuarios participantes, sensaciones de nerviosismo, miedo, claustrofobia, laxitud, esperanza, aislamiento y situaciones, como bromear ante el miedo, huir o escaquearse con disimulo, citarse con un amigo vs encontrarse “por casualidad”…, acompañando la narración de gran dinamismo físico.

1 Contamos en esta inserción el chiste del caballo y el pájaro que chocan. El pájaro cae desmayado y el caballo lo deja en una jaula hasta que se recupera. El pájaro, al despertarse sólo en la jaula se asusta y dice “ostia, he matado un caballo”

2 https://www.youtube.com/watch?v=VTCJ5hedcVA

3 https://www.youtube.com/watch?v=TMBOlEJzGaY

4 Un jour, la première d’une œuvre musicale fait ce rythme vif de bruit aisselle, sera comme un oiseau de feu qui conduira à mort un auditeur, mais cela va changer la musique du XXe siècle

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